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El futbol es el deporte con más capacidad que tiene para movilizar a miles de millones de personas, por lo que no es descabellado pensar que desencadene guerras o revoluciones, la historia nos ha dado ejemplos tan claros como impresionantes. Relacionado con política y poder en muchas ocasiones, el deporte que se vive – o se profesa, cual religión- guarda en su memoria entre tantos casos lo sucedido con Nikolai Starostin durante la Gran Purga. Y, por medio de esta pluma, recuerda y recapitula cómo salvó su vida después de haber sido condenado al Gulag, los campos de exterminación rusa durante ese conflicto histórico.

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El fundador del Spartak de Moscú fue víctima de la Gran Purga de Stalin en 1942. La victoria, el objeto del deseo de cada partido y la razón fundamental del juego se codiciaba de una forma insana en aquel entonces y el Spartak sabía cómo obtenerla desde sus primeras temporadas. Los títulos de Copa en 1936, de Liga en 1937 y los dobletes en los años siguientes, disgustaron a Lavrenti Beria, jefe de la policía secreta y presidente del Dinamo de Moscú.

La rivalidad Dinamo-Spartak, se volvió personal y amarga. La purga de Stalin fue una persecución política contra los miembros del Partido Comunista Soviético, así como contra la misma población comunista y los opositores. Se les concentraba en campos llamados Gulag, donde eran tomados como presos políticos y muchos eran ejecutados.

La represión llegó al futbol de la nación soviética y se intentó controlar el deporte; al Spartak de Moscú le forzaron a hacer un partido de desempate en la semifinal de 1939 cuando había ganado el primer encuentro, aún así lo ganó y fue campeón. En 1942, Starostin fue arrestado por la policía bajo el cargo de complot contra Stalin y sentenciado a un Gulag en Siberia.

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Dicen que el futbol no es justo, la justicia no la reparte el futbol ni de forma arbitraria ni imparcial, ni en el juego ni fuera de él. Pero sí sufren injusticias los equipos por decisiones de quienes ejecutan el juego y el reglamento, silbantes o jugadores. En su sentido abstracto la pasión que mueve el deporte depende del azar, la incertidumbre y sí hay injusticias dentro pero también fuera de la cancha.

Y para quienes viven y juegan el futbol, se puede ganar o perder tanto dentro como fuera. Starovstin perdió mucho más que un juego por el futbol en Moscú, pero también cambió su suerte en los campos de concentración de Siberia. Los comandantes veían con buenos ojos el futbol y eran indulgentes con el fundador, ex jugador y técnico del club más exitoso de Moscú en los años que le perteneció.

Los guardias se reunían a escuchar sus historias de futbol y dirigía equipos en el Gulag. Nunca fue maltrado y para aquellos ejecutores y dueños de la vida de miles de humanos, era más grande el poder que el futbol ejercía sobre ellos que el que tenían sobre todos sus presos.

Por Diego García Mondragón/ @GarciaMDiego

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