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Cuando decimos Barcelona las acotaciones siempre remiten a los mismos nombres cuando se reducen los campos semánticos. De la ciudad pasamos al futbol, del futbol al equipo, del equipo a los títulos, de los títulos a los jugadores y de los jugadores a los técnicos. En este último rubro hay un nombre que suena por encima de los demás y destaca por los números que lo respaldan, Pep Guardiola, pero en la época del estratega se ignoró durante mucho tiempo una figura que debería tener el mismo peso: Tito Vilanova.

El sueño de Tito comenzó en La Masía con poco tiempo después de haber cumplido la mayoría de edad. En ese entonces las instalaciones daban directo al Camp Nou y el joven jugador podía ver desde su habitación, al abrir la ventana, a Schuster entrenando, una motivación con la que muchos soñaron y él tuvo al alcance de su cuarto.

No sólo en su carrera supo de complicaciones, Vilanova luchó años contra el cáncer que se le detectó en 2011 en la glándula parótida, pero nunca se quejó.

Con el paso del tiempo y su gran dedicación en las inferiores de Barcelona se ganó el mote de El Marqués, pero el destino tenía un camino distinto al de la gloria blaugrana para Tito Vilanova, al menos como jugador. Antes de la posibilidad de debutar con el primer equipo, fichó con el Figueres en donde permaneció dos años antes de llegar a la Primera División con el Celta de Vigo, donde pasó sus únicas tres temporadas en el máximo nivel para después regresar a la división de plata. Badajoz, Mallorca, Lleida, Elche y Gramanet fueron sus distintas paradas para una carrera que solamente se quedó en promesa dentro del rectángulo de hierba.

Sus primeros años como entrenador nuevamente lo devolvieron a las categorías inferiores de Barcelona, donde tuvo bajo su tutela a Lionel Messi por primera vez. El cambio de directivos implicó su salida por unos años hasta que Pep Guardiola, el gran amigo que hizo en La Masía cuando ambos aspiraban a ser jugadores de renombre, lo convocó para ser su mano derecha en el segundo equipo de los culés. Con el ascenso de Pep también sobrevino el de Tito y en mas de una ocasión se le vio rondar el área técnica y dar indicaciones a la par del estratega principal.

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Las cosas empezaron a complicarse entre ellos por distintas situaciones ajenas y la partida de Guardiola dejó un gran hueco en el banquillo catalán que, con escepticismo, la prensa se dedicó a anticipar como una hecatombe. Sin embargo, Tito Vilanova sacó al equipo al frente, ya como director técnico y no como asistente, tanto así que durante su tiempo fue cuando Messi consiguió su mayor media de goles al promediar 1.2 tantos por partido.

No sólo en su carrera supo de complicaciones, Vilanova luchó años contra el cáncer que se le detectó en 2011 en la glándula parótida, pero nunca se quejó, por el contrario, siempre buscó la cercanía con el futbol. Aprendió a superar sus dolencias, minimizar los efectos del tratamiento y poner buena cara a un fin inminente, situaciones que supo transmitir a sus jugadores cuando el panorama parecía desolador tras una época dorada. A pesar de su insistente trabajo, constancia y lucha, Tito nunca recibió el valor que debía.

Es triste que el reconocimiento de una figura llegue tarde, cuando muere, y todo mundo intenta sostener algún argumento y defender su pasantía en vida. Muchos periodistas lo hicieron el día que Tito perdió el partido contra la enfermedad, pero seamos sinceros, salvo fechas específicas, Tito Vilanova siempre será recordado como el otro estratega de Barcelona, la sombra de Pep que nunca alcanzó los reflectores.

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Por: Obed Ruiz/@ObedRuizGuerra

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