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En las calles de Estambul aún amanece la época de Bizancio o el dulce aroma de Constantinopla, la tradición y la modernidad se mezclan de manera discontinúa como una sinfonía incompleta. Beşiktaş emerge entre el futbol y el Bósforo, pues la pelota también juega en lo que fue la última capital del Imperio Otomano. Una de las teorías apunta a que el nombre del distrito se debe fundamentalmente a los puntos de amarre, para los barcos de la escuadra otomana en tiempos de Barbaras Hayrettin. Sin embargo, es mundialmente conocido por el club de futbol que lleva su nombre, el cual fue fundado de manera oficial el 26 de enero de 1911.

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El Beşiktaş Jimnastik Kulübü tiene una historia sumamente peculiar, ya que al mismo tiempo que en sus alrededores contempla a estudiantes o pescadores, también resguarda en su seno cariñosamente a los amantes del balompié, seres emblemáticos del ideario de Estambul que viven como el Estadio Vodafone Arena, entre el arte y la memoria, entre el tiempo y las protestas. Lugar de ceremonia cuyo ancestro inmediato fue el İnönü Stadium, donde un grito de gol viajaba en el tiempo hasta 1903, fecha en que el Beşiktaş fue creado, primero como club de lucha, boxeo, halterofilia y gimnasia. Mostrando así que hay caminos que llevan a otros lugares, vidas que se prenden en la sorpresa de la noche a orillas del Bósforo. Y que terminan concretándose en un balón de futbol.

No hay duda, cualquier hincha del Club Beşiktaş podría fundar un Museo de la Inocencia, como Kemal Basmaci personaje de Orhan Pamuk, que coleccionaba los testimonios que configuraban la vida cotidiana de su amada. Allí aparecerían hechos fantásticos como el caso del pescador Mehmet Galin en 1941, que en un partido les gritó a los jugadores: águilas negras, sobrenombre que portan orgullosos los blanquinegros.

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El mar de Marmara ruge y el estruendo de las olas resuena con el arribo de Gustave Flaubert en 1850 a Estambul. Cincuenta y tres años más tarde se funda el gimnasio del Beşiktaş. Un dato curioso es que el escudo del club ostentaba como fecha de fundación el año 1319 y se tuvo que cambiar, de acuerdo a las modificaciones que en gran medida realizó Mustafa Kemal Atatürk, se abandonó el calendario musulmán que había comenzado a correr desde el año 622 de la era cristiana. A la par de las reformas, el futbol obedeció también a la pronta occidentalización que empezó a invadir los barrios bajos de la capital del antiguo imperio.

Beşiktaş, una arquitectura del futbol

La complexión del Beşiktaş como equipo triunfador por otra parte, se sustenta en una numerología que bien podría pasar a ser un proverbio sufí. Simplemente en la Superliga de Turquía se ha coronado 15 veces, desde el año 1957 hasta el 2017, pasando por la temporada legendaria de los noventa. El número desciende a 9 Copas de Turquía cuando miramos el año de 1975.

Los reconocimientos no se terminan ahí, en la Supercopa alcanza la misma cantidad con 9 triunfos que emparejan resultados. Demostrando que el buen futbol no se queda en el cajón.

Y es que el Beşiktaş suele ser exigente, entre sus filas han militado entrenadores de la calidad de Vicente del Bosque, quien dirigió al club de junio del 2004 a enero del 2005, cuyos resultados poco satisfactorios condicionaron su salida de la dirección técnica. Así suele ser el parámetro con el que miden la calidad, tanto la directiva como los hinchas del equipo blanquinegro.

Cabe mencionar que el BJK İnönü antiguo estadio del club, hasta su demolición en el 2013 albergaba una historia emblemática. Pues se ubicaba en la zona de influencia europea de Estambul, junto a la Plaza Taksim donde el Centro Cultural Atatürk mira con sorpresa hoy en día, como las boutiques mezclan los tintes del siglo 19 con las nuevas tendencias emergentes, tanto en el ámbito de la moda como de la publicidad. El Palacio de Dolmabahçe es un neobarroco que se derrite entre el cristal de Bohemia y los candelabros de Baccarat, obra arquitectónica que también es un hincha expectante. Al final el futbol es una impostura en el ámbito urbano, que destrona las figuras clásicas. Un reino de la igualdad que se concreta en la cancha.

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Porque el Beşiktaş configura en el ámbito urbano lo que sostiene en los partidos de futbol. Es decir, una fusión simétrica del balompié. Ya que ha visto a la perfección cómo la historia se forja con la continuidad, en donde un parpadeo es el aleteo de un águila negra que genera probabilidades impensables, figuras de la memoria que se mezclan en dos tiempos, en dos épocas. Del Imperio Otomano a la Segunda Guerra Mundial y de ahí a las canchas, lugar en el que el balón es junto a la ciudad, un testimonio imperecedero del tiempo.

Por: Andrés Piña/@AndresLP2

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