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Me dijo que quería tener algo conmigo y que podía llevarme a cosas muy grandes en el futbol… señala una voz distorsionada y con un tono angustiado. Aquella voz responde al nombre de Laura. Paradójicamente, éste no es su nombre, pues tuvo que cambiarlo por la gravedad del asunto. Ella fue víctima de acoso sexual durante su estancia en la selección sub 17 de Colombia, país donde los atropellos al futbol femenil colombiano se han agudizado.

Colombia: violencia de género, futbol y desarrollo deportivo

Partamos de lo siguiente. Difícilmente existen hechos aislados. La violencia, rezago económico o crecimiento son parte de factores estructurales que engloban a toda la sociedad. De esta forma, entender un poco el contexto colombiano no solo ayudará a dimensionar la crisis institucional que vive el futbol, sino para vernos en un espejo y comprender que la violencia de género es un asunto serio del que nadie está exento.

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De este modo, si revisamos las cifras en torno a la violencia de género en Colombia, sabemos lo siguiente. En 2017 más de 50 mil mujeres fueron víctimas de agresiones. De acuerdo con el medio de comunicación Caracol, esto representa el 76% del total de los casos de violencia en el país sudamericano. Sin embargo en 2018, las cifras arrojadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal demuestran que la violencia ha ido en aumento, ya que fueron más de 100 mil mujeres vulneradas. De igual forma, este estudio señala que la violencia sexual ha aumento un 14% respecto al 2017, siendo las mujeres entre 12 y 17 años las principales víctimas.

Otro de los factores a tomar en cuenta en el tema es el futbol femenil colombiano, mismo que podemos decir se encuentra en una crisis institucional. En 2016 se anunciaba la creación de la liga femenil. Todo indicaba que se buscaba cimentar el deporte en Colombia, pero dos años después, los medios de comunicación cuestionaban la continuidad de la misma –algo similar a lo que sucede en México, mucho ojo— pues los equipos dudaban de su participación. A tal grado que a finales de 2018 se especulaba que el torneó lo podrían jugar de 8 a 12 equipos.

Incluso personajes como Álvaro González, vicepresidente de la Federación, ha declarado que están lejos de tener una liga totalmente profesional –lamentablemente el directivo culpa totalmente a las jugadoras, cuando existen otros factores. A pesar de ello, se sabe que la Liga se jugará en Colombia, y lo hará hasta el segundo semestre del 2019.

Ahora bien, como lo ha señalado La Liga Contra el Silencio –portal que se define como una alianza de periodistas y medios de comunicación que combate la censura en Colombia— en diversos espacios periodísticos, las selecciones femeniles han mostrado un desarrollo paulatino. Muestra de ello es el Sudamericano Sub 17 y su boleto al mundial Sub 17 en Nueva Zelanda, por lo que el futbol colombiano busca sobrevivir en un entorno donde la violencia de género y el poco interés en desarrollo deportivo son la constante.

Acosos, extorsión y pocas condiciones deportivas. La constante en Colombia

El panorama dentro y fuera de la cancha en Colombia no es favorable para el desarrollo del futbol femenil. Testimonios como el de Laura han abierto la discusión, pero sobre todo, han indignado al mundo del balompié. Desgraciadamente no son los únicos atropellos que han cometido.

Al interior de la selección se ha vuelto constante la palabra «extorsión». De acuerdo con La Liga Contra el Silencio, el ex estratega Felipe Taborda le pidió a diversas jugadoras sumas que iban de los 600 a los 10 millones de pesos colombianos –cifras que van de los 3685 a los 61420 pesos mexicanos—, para poder participar de las convocatorias durante los procesos de las selecciones femeniles.

Muchas de las jugadoras se negaron y esto provocó que fueran borradas del proceso. Quienes se mantenían en la selección se percataron que el dinero que les solicitaban era utilizado para otros fines, pues en algunos sitios se terminaban quedando en colchonetas y en colegios”. Peor aún, se especula que el entrenador les cobraba los uniformes.

“Felipe nunca estaba en el hotel con nosotras, ni en las reuniones, ni en las comidas. Solo aparecía en los entrenos cuando se enteraba de que las cámaras de RCN y Caracol iban a estar en la Federación”, señala a la Liga Contra el Silencio una de las jugadoras convocadas. En síntesis, el problema de las selecciones femeniles es estructural y de falta de profesionalismo. Cómo no iba adolecer de esto si el presidente de Deportes Tolima, Gabriel Camargo declaró que el futbol femenil era: “un caldo de cultivo de lesbianismo tremendo”.

Por todo esto, jugadoras como Daniela Arias han alzado la voz en busca de mejores condiciones para las jugadoras; exigen condiciones económicas para todas las convocadas y una liga verdaderamente profesional. Queremos ser tratadas como ser como jugadoras profesionales, concluye Arias.

Lamentablemente, el asunto no se ha quedado ahí, pues ha tocado fondo con las acusaciones de acoso sexual. Y no solo hablamos del caso de Laura, pues otras jugadoras ha denunciado acoso por parte del cuerpo técnico: Cuando me estaba haciendo masajes empezaba a decirme: ´Ey, tienes muy bonitas piernas´. Todo eso era para intimidarme.

Uno de los señalados es Sigifredo Alonso, entonces preparador físico la selección, quien trataba de besarlas y les tocaba los glúteos. A estas acusaciones se han sumado las declaraciones de la fisioterapeuta Carolina Rozo y Jhon Cano, padre de una de las jugadoras afectadas. En cuanto a Rozo, declaró a W Radio Colombia que el mismo Sigrifedo Alonso la acosaba a ella y a varias jugadoras.

Por otro lado, Jhon Cano ha declarado que el preparador físico intentó entrar a su habitación y abusar sexualmente de ella. El miedo fue tal que en alguna ocasión tuvieron que atrancar la puerta para evitar que Alonso intentara entrar a su habitación. De acuerdo  con La Liga Contra el Silencio existen denuncias frente a las autoridades correspondientes. Se espera alguna resolución y acción categórica de la Federación de Futbol Colombiana.

Lo cierto es que el caso sudamericano es sumamente grave, pues no existen las condiciones laborales ni estructurales para jugadoras que exigen –y con toda razón— ser tomadas como profesionales. Aunado a esto, desde México condenamos y esperamos una respuesta legal contundente a las acusaciones de abuso sexual. ¿Hasta cuándo se dejará de atacar al futbol femenil?

Por: José Macuil García

 

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