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Leo Dan

Leopoldo Dante Tévez, nombre que al leerlo de bote pronto no dice mucho y quizá solo se podría asociar por un lado con una de las últimas figuras importantes que han tenido Los Pumas de la UNAM: DL9; pero también habría que viajar a la Argentina y recordar al ídolo de Boca, “El Apache”. Aprovechando el boleto de avión hay que detenerse en tierras sudamericanas para decir que el nombre que se aventó al principio es la forma oficial, y extensa, de cómo se le conoce a Leo Dan.

22 de marzo de 1942, Santiago del Estero, Argentina; fecha y lugar preciso dónde Leo Dan abrió por primera vez sus ojos a este mundo, el mismo que a la postre se convertiría en testigo de sus composiciones musicales.

En busca del sueño

A poco más de mil kilómetros de Buenos Aires, este pibe comenzó su camino en medio de una familia humilde sin ningún reflector, una infancia habitual aunque muy apegado a los instrumentos musicales, sus fieles compañeros de vida por siempre, tanto como lo puede llegar a representar un balón de futbol en esta parte del planeta.

No hay que ahondar en detalles sobre sus primeros años de vida porque lo extraordinario comienza a ocurrir a partir de que Leo se convierte en un joven, tal como sucede con quiénes tienen en mente aventurarse en el mundo del futbol profesional y van en busca de su sueño, así mismo Dante Tévez deja atrás por un momento su Santiago querido para llegar a Buenos Aires en 1962.

Él no llegó a las inferiores de Independiente o Racing para probar suerte, sino su esencia lo dirigió hacia una casa productora, los visores inmediatamente se convencieron de su talento y lo firmaron para que se uniera a sus filas. Comenzaba el sueño, iniciaba la historia. 

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Desde sus inicios demostró que había nacido con un don especial, rápidamente cautivó a toda la Argentina, el público disfrutaba de sus obras musicales como si se tratara de la magia de Ariel Ortega o Juan Román Riquelme.

Se sintonizaba la radio y se escuchaba: Cómo te extraño, mi amor, ¿por qué será?; aunque la melancolía en versión de agradecimiento se hacía presente a través de: Santiago querido, Santiago añorado, en ti yo he soñado. Complicado abarcar la discografía de Leo Dan, ésta es amplísima y en cada melodía se deja ver una historia que valdría la pena desmenuzar, pero no en esta ocasión

Con base en imágenes a lo largo de la historia o inclusive a través de ciertos estudios, es posible plantear que si hay un país en el mundo donde el futbol cobra una importancia alta para la vida, ese es Argentina. La nación sudamericana se presenta ante el resto del mundo a partir de sus sentimientos hacia el balón y para mayor deleite tendría que recurrirse a la música para tener un cuadro aún más bello.

Música para el balón

Las barras son un sector conocido, populares, estudiadas y bastante criminalizadas, hay que recurrir a ellas para ampliar la visión sobre lo que llega a pasar en un estadio de futbol, más si es alguno en América Latina y aún más si se habla de Argentina. Aunque las investigaciones en torno a los grupos de animación pueden ser encaminadas, casi, hacia cualquier punto ahora se dirigirá a uno básico como lo son las melodías que se escuchan de fondo mientras en el terreno de juego se efectúa una batalla; música para el balón.

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Leo Dan no debutó en alguna cancha profesional, quizá en algún momento lo soñó mientras jugaba en el potrero, pero a pesar de ello se ha logrado posicionar en varias canchas distribuidas en América Latina gracias a su música. Mediante trompetas, bombos y tarolas se llenan los estadios de folclor y de mucho aguante, que por momentos parece posicionarse como un diferenciador para ganar un partido, hasta la fecha no hay una medición fiel para este pero se cree que en cuánto mayores sean sus demostraciones más cerca estará la victoria.

El ímpetu a la hora de alentar por el equipo de nuestros amores debe estar acompañado de letras pasionales hechas para la ocasión y la inspiración se toma prestada de compositores del gusto popular, como lo es el caso del oriundo de Santiago del Estero. 

Regresemos al material discográfico de Leo Dan, por ahora hay que destacar algunos como Leo Dan Cronología-Canta Trovador (1969); La historia de Leo Dan (2006) y Celebrando una leyenda (2018), ¿qué tienen en común estos? En ellos aparece Una calle nos separa, otro éxito en la carrera de Dante y que cuenta con la particularidad de que a la postre sería adaptado por los aficionados al futbol para apoyar a sus equipos.

Es probable que el cantautor sudamericano nunca haya imaginado que la esencia de sus obras estaría presente en los estadios, puede que hasta la fecha siga sin tenerlo en cuenta tal y como llega a pasar con las personas que desconocen que algunos éxitos de antaño tienen su versión “cancha”.

En el campo barrístico, la canción se ha popularizado bajo el mismo nombre pero con una letra e intención diferente. En México se puede escuchar mediante La Rebel y La Banda del Pebetero grupos que alienta por el equipo ligado a la máxima casa de estudios del país Los Pumas de la UNAM, desde un sector del Estadio Olímpico Universitario o en cualquier cancha que esté el azul y oro se dice: 

Esta barra está re loca

Toma alcohol y fuma mota

Tiene aguante pone huevos

Es la barra del pebetero

Vamo’ auriazul

Te he venido alentar

Tu hinchada no se va 

Te quiere de verdad

Siempre hace carnaval 

Si la letra se queda solo en un papel se complica encontrar la relación con la obra de Leo Dan, haría falta leerla un par de veces más y al hacerlo tener en la cabeza el ritmo puesto por el argentino.

Y si el ejemplo anterior fuera corto hay que recurrir a otra de las múltiples versiones que se conocen, una de ellas procede de la perla de occidente, bajo la firma de La Insurgencia que alienta al Rebaño Sagrado, el Club Deportivo Guadalajara: 

Ya me voy para la cancha,

Ya me voy a ver a Chivas

A mi no me importa nada, 

Deportivo yo te quiero

Mi corazón pintado tricolor,

Te quiere ver campeón

Contigo festejar, 100 años mucho más

Celebra el país 

Con fiesta y carnaval 

Aunque la base de ambas arengas sea Una calle nos separa cada una cuenta con sus peculiaridades, distintas maneras de alentar a su equipo, con mucho ímpetu y demostrando que por aguante no pierden ningún partido.

En una parte de la versión original se puede leer: “Una calle me separa del amor que está en mis sueños”, para los integrantes de las barras nada los puede distanciar de la máxima de sus pasiones, al contrario, mientras más fuerte canten se sienten más cerca. 

En el mismo año que España ganó la medalla de oro en futbol masculino correspondiente a los JJOO de Barcelona 1992, Leo Dan presentó su nuevo material discográfico titulado: “Como un león”. Éste podría figurar como un disco más pero de aquí surgió una pieza que encajaría perfecto para trasladarla a las canchas, otro éxito romántico a los que el cantautor nos tiene acostumbrados, se trata de Pídeme la luna

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No hizo falta moverse de Buenos Aires para ubicar la música de Leo en otra cancha, vaya estadio dónde se entona, La Bombonera casa del Club Atlético Boca Juniors que es alentado por La 12, su versión también tiene tintes de un romanticismo: 

Si quieren ver fiesta, vengan a La 12

Porque esta es la hinchada

Más loca que hay

Con bombo y trompetas,

Todas sus banderas,

Todos los borrachos se quieren matar

Vamos los celestes, vamos a ganar

Esta es la hinchada que te va alentar

Vamos los celestes, no pueden perder 

Adaptar canciones, en su mayoría consagradas, a un tema de cancha no es una actividad sencilla pero si se logra el cometido suelen salir verdaderos himnos. Algunos ritmos en sus versiones originales dan señales de contar con características para ser llevados a la platea, lo tropical o carnavalero siempre encabezan las melodías, por eso al ver que las composiciones de Leo Dan han traspasado esta frontera hay un asombro positivo. 

Es probable que la próxima vez en que acudamos a un estadio de futbol de fondo la barra esté tocando una melodía de la pluma de Leo Dan, la pasión y el aguante serán los protagonistas en esta ocasión sin dejar de lado lo romántico porque me falta todo, en la vida, si no estás.

Por Jorge García Vielma / @7Vielma7

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