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Pepe y sus tarjetas

Pepe nunca fue muy bueno con el balón. Era limitado, pero le encantaba. Siempre fue el último al que escogían. Todos lo evitaban, y es que su técnica no inspiraba admiración, ni liderazgo, ni nada. Eso sí, era buena persona.

Tenía un pulcro sentido del deber y la justicia. En la cancha los dioses del futbol se habían empeñado en marginarlo con pobre técnica y escaso contacto con el balón. Sus amigos trataron de todo para involucrarlo en el juego. Dicen que a los más malos los bajan a la defensa. Ahí jugó un periodo sin éxito alguno. Si no tocaba la pelota, aquí tocaba a los jugadores provocando muchos penales. En esas faltas se disculpaba a pesar de la reacción agresiva de las víctimas. Era un caballero, y aceptaba con honestidad las faltas que le señalaban. Pepe llegó a ser el “pan” de los delanteros, y por ende nunca brilló en su equipo.

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Le movieron a portero. “Igual no permitimos que nos lleguen”  decían sus amigos. Tremendo desastre. Goles desde lejos, en todos los ángulos, y de los más absurdos que uno podía ver en el campo. La educación de Pepe no le permitía expresarse con malas palabras, pero si era muy justo. Sabía que no ayudaba a sus compañeros y optó por retirarse. Momento doloroso para él, pero honesto y necesario de acuerdo a sus convicciones.

Pepe siempre apuntaba estadísticas de los juegos en los que participaba. Anotaba los goles, las asistencias, las faltas, e incluso temperatura y  hora en sus  queridas tarjetas. Era muy ordenado, pulcro, y metódico. Estaba destinado a algo, solo era cuestión de encontrar qué. Las tarjetas siempre fueron parte de él, y las usaba para llevar una bitácora de sus encuentros.

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Pepe se convirtió en árbitro, y de los buenos. Ahora si disfrutaba el futbol, desde ese lado elegante y con el poder de dos tarjetas de colores donde seguía apuntando todo, y donde decidía el destino de algún mal educado dentro del juego. Pepe se ganó el respeto de la liga local, lo querían a él siempre por justo y por profesional. Lo que nunca sucedió cuando usaba espinilleras en vez de silbato.

El futbol siempre tiene un lugar para todos aquellos que lo quieren de verdad. La justicia se le apareció a Pepe en forma de tarjetas.

 

Por: Rogelio Calderón

 

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