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Entre Boca Júniors y River Plate suman 15 finales y 9 títulos de Libertadores. El equipo bostero fue campeón en 1977 contra Cruzeiro, 1978 contra Deportivo Cali, 2000 Palmeiras, 2001 Cruz Azul, 2003 Santos de Brasil y 2007 Gremio de Porto Alegre, por su parte, los millonarios levantaron la Copa en 86 y 96 ante America de Cali y 2015 contra Tigres. Lo inédito es que dos de los clubes más grandes del planeta y que además pertenecen al mismo país y a la misma Ciudad, se enfrenten en una final.
De hecho, me atrevería a decir que en la historia de los grandes torneos continentales nunca se ha visto una final que despierte tanta pasión, morbo, nervio, ansiedad, emoción y sentimientos encontrados como esta. De verdad, está muy cabrón. Por ejemplo, en la Champions, a excepción quizá de aquel Juve-Milan de 2003 que se definió en penales tras un 0-0 en 120 minutos, nunca hemos visto algo similar. Si bien en 2013 se enfrentaron Bayern Múnich y Borussia Dortmund o en 2014 y 2016 el derby de Madrid se trasladó a una final continental, podemos aseverar, aunque algunos no estén de acuerdo, que claramente había un equipo más grande que otro. Aquí, en este Boca-River, no hay favorito. Todo, todo, todo está igualado. Los xeneises tienen 4 Libertadores más, es verdad, pero a nivel local River es el equipo con más títulos. Así que si de grandeza hablamos, ambos están a la misma altura.
La Copa Libertadores tiene una mística especial, transpira un aroma de fútbol viejo que siempre tiene su encanto. No digo que sea mejor que la Champions, pero hay que saber apreciarla. También es una realidad que vemos menos calidad en cualquier torneo del continente americano que en Europa, y esto se debe a que los mejores jugadores brasileños, argentinos, chilenos, colombianos, etcétera están en el viejo continente. Son países exportadores y su política de fichajes es vender jóvenes talentos a Europa, México y últimamente a la MLS.


Redacción ADR

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