«Al final de mi carrera, solo podía jugar con productos farmacéuticos». Esto declaró a The Telegraph uno de los pilares en la historia del futbol femenil en el mundo, la norteamericana Abby Wambach. En esta futbolista podemos personificar de forma perfecta lo duro que es convertirse en una heroína, un referente del futbol y en un ejemplo a seguir. Sin embargo, se une a la larga lista de jugadores que cedieron ante las drogas y los vicios. ¿Acaso no existen héroes?
¿De dónde vienen los héroes?
La concepción generalizada sobre los héroes o en este caso, heroínas, proviene de actos épicos, de habilidades que pocos tienen y del reconocimiento de la sociedad. De este modo, la historia y la sociedad construyen figuras que parecen incorruptibles, a las cuales les rendimos tributo. Las figuras heroicas son una forma de inspirar a la comunidad, de demostrar que existe un perfil de persona a seguir, mismo que enaltece al pasado. Pero al final del día, no dejan de ser personas que decidieron convertirse en un referente, y como todo ser humano, provienen de un contexto social que condiciona su vida.
La historia de Abby Wambach comienza en Nueva York. Fue la menor de siete hermanos y el gusto por el futbol surgió desde pequeña. De hecho, la calidad de la jugadora se hizo notar desde niña, pues llegó a marcar 27 goles en sus primeros partidos, hecho que la llevó a sus cinco años a jugar contra niños, sin que esto mitigara su valor.
Para 1998, Abby Wambach, ya con 18 años de edad, recibió una beca de la Universidad de Florida, donde continuó su carrera para poder llegar al profesionalismo en 2002 con Washington Freedom.
Hasta este punto, la carrera de Abby Wambach pareciera no tener nada de heroico. Sin embargo, como ella declaró, “sabía que había nacido para algo”. Ese “algo” no era otra cosa que convertirse en una heroína del futbol femenil.
Para lograrlo, Wambach se planteó ser la mejor y motivar a que sus compañeras fueran las mejores. “Lo único que quiero es que mi equipo anote un gol más que el rival, es lo único que me importa, ni los récords individuales ni nada”. Sin embargo, todos sabían que esto era difícil para una sola persona. A pesar de esto, ella aceptó el reto.
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Y aquí comienza el heroísmo en Abby Wambach. El liderazgo y sacrificio de la delantera la hacían una jugadora completamente diferente. Simplemente era una delantera atípica. En su mente estaba la necesidad de anotar para hacer que la escuadra ganara. Esta motivación la llevó a marcar 184 goles en 225 partidos disputados. Con su selección se convirtió en una de las jugadoras con más goles en la historia del futbol femenil, pues marcó más de 160 goles vistiendo la playera de las barras y las estrellas.
Hay que decir que la capacidad goleadora de Abby Wambach era superada por la entrega y el compañerismo que demostraba partido a partido. «Ella creía en la gente cuando ellos no creían en sí mismos», afirma Sydney Leroux, delantera que hizo dupla con Wambach en los Juegos Olímpicos de 2012.
Leroux recuerda que gracias a la confianza de su compañera, ella pudo anotar su primer gol, pues en lugar de definir, Wambach le devolvió el balón a Leroux para que anotara.
Un año más tarde, Abby Wambach recuerda que en un partido sufrió una conmoción cerebral. Sin embargo, ella regresó al campo, y durante tres minutos aproximadamente, no pudo ver el balón. Wambach le mintió al árbitro y entrenador para no abandonar a sus compañeras. Esto había sido una imprudencia, pero dentro de la construcción de un héroe, esto era una consagración. Los héroes provienen del sacrificio y la entrega, ¿qué hay de malo en esto?
Los sacrificios de la heroína
Parafraseando una de las entregas de The Dark Knight de Christopher Nolan, el destino de un héroe se define en la siguiente frase: «Muere siendo un héroe o vive lo suficiente para convertirte en villano». Y en el momento que Abby Wambach estuvo dispuesta a mentir para continuar en el campo, supo que no hay límites para quienes deciden ser un héroe. Así como lo declaró a The Telegraph, los fármacos y el alcohol se convirtieron en necesidad para que la heroína del balompié no claudicara.
Todo comenzó cuando ella se enfrentó a un rival que nunca vencería: la edad. “No sabía cómo lidiar con mi cuerpo empezando a fallar» y, lamentablemente, recurrió a fármacos como el Vicodin y el Adderall, los que la ayudaron a sobrellevar el final de su carrera, mismo que terminó a los 34 años.
Sin embargo, el retirarse de los campos no alejó las adicciones en Abby Wambach, pues continuó consumiendo los fármacos y se agudizó su consumo de alcohol. Justamente el abuso de ambas sustancias la llevó a tocar fondo en 2016, cuando fue detenida en Portland al conducir en estado ebriedad y bajo efecto de fármacos.
En aquel momento, Wambach se había convertido en villana y, contrario a lo que se podría pensar, ella lo agradeció. “Aquella noche fue lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida. Si no hubiera sido humillada públicamente, tal vez no hubiera despertado”. Su imagen se había manchado. La etiqueta de heroína se fracturó, pero la conciencia de la jugadora encontró de nuevo la estabilidad.
Afortunadamente nadie puede negar su aporte al futbol femenil, al igual que nadie puede negar que convertirse en un héroe es algo que pocos logran. Wambach vivió lo suficiente para dejar de ser una villana y convertirse en una luchadora social. Un verdadero ejemplo para las demás futbolistas.
Por: José Macuil García