Brasil es cuna de carnaval interminable, de arena que conduce hacia el mar, de la samba que hipnotiza y, por supuesto, de religión: el futbol; y con él, de inventiva y magia. Pareciera que los niños antes de hablar, aprenden a patear la redonda. El deporte ahí es fe y devoción. Pero no siempre fue así, antes el balompié no pertenecía a todos.
La Ley Áurea
El 13 de mayo de 1888 se enmarca como la fecha en que, por medio de la Ley Áurea (‘dorada’, ‘hecha de oro’ en latín), Brasil abolió la esclavitud. La cual fue instaurada mediante un decreto por la hija del emperador Pedro II de Brasil, la princesa imperial Isabel I de Bragança (1846-1921).
Dicha proclamación marcó el fin de la explotación de la mano de obra esclava. Importante es decir que Brasil fue el último país en el continente americano en conciliar tal ley. Hasta antes de esto, habían sido los mayores importadores de esclavos a nivel mundial. Cerca de tres millones y medio de personas (entre los siglos XVI y XIX), muchos de ellos procedentes de lo que hoy es Nigeria.
Sin embargo y a pesar de haber logrado dicho decreto, la segregación racial en el país amazónico no cesó. El futbol tampoco fue la excepción, pues el deporte de la redonda era exclusivo de la sociedad perteneciente a la aristocracia, quienes en su mayoría, además, eran gente blanca. Las colonias portuguesas y británicas creían en la “disposición deportiva” de no contar con jugadores negros ni mulatos en las plantillas de sus equipos.
Los afrodescendientes en el futbol brasileño
En el año 1900, la firme creencia de que todos eran iguales sin importar religión, estatus social y, en este caso, el color de piel comenzó a rendir frutos. El 11 de agosto tanto negros, como mulatos y blancos fundan el Associação Atlética Ponte Preta. Club con ideas y argumentos claros, que radicalizó muchos paradigmas raciales de la época.
Además, la Fédération Internationale de Football Association (FIFA, por sus siglas en francés), presume que este equipo fue el primero en todo Brasil en contar con un jugador afrodescendientes dentro de sus filas: Miguel do Carmo, un ferroviario que en ese mismo año debutó en la oncena titular.
Se cuenta que las hinchadas recibían a la escuadra con hostilidad, gritando «macacos» (monos). Esto es testimonio del trato que recibían los afrodescendientes en el futbol brasileño. Los pontepretanos no se complicaron y adoptaron el apodo Macaca, que también terminaría por ser el nombre de su mascota oficial.
Otros clubes
Campinas, la región de Sao Paulo donde fue fundado el equipo, se encontraba en una zona donde años antes había existido una fuerte explotación de esclavos en plantaciones de azúcar y café, por lo que poco a poco más jugadores negros y mulatos se integraron a la escuadra.
Para el año de 1904 apreció en el mapa otro club que priorizó la habilidad futbolística que por encima del color de piel: el Bangu Atlético Clube, el cual nació el 17 de abril. Tal era su lucha racial que decidieron retirarse del Campeonato Carioca en el año de 1907, cuando se les negó la inscripción de jugadores negros. Las élites encargadas de organizar la competencia futbolística en Brasil no pretendían que el deporte instaurado por ricos y blancos fuese jugado por pobres, negros y mulatos.
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El 21 de julio de 1902 fue fundado el Fluminense Football Club. Institución deportiva que, como muchas durante esa época, mantenían un reglamento férreo: “En el equipo no pueden jugar personas que no sean blancos” o «Prohibido que jueguen obreros o analfabetos». Pero en el año de 1914 esas reglas cambiarían para siempre.
Debido a problemas financieros, el Fluminense no pudo realizar compras presupuestadas para ese año. Por ello los dueños tuvieron que buscar nuevo talento en distintas universidades, con el fin de encontrarse con alguien que jugase bien y cobrara poco. En su scouting se toparon un jugador tremendamente habilidoso y que, además, tenía una envidiable condición física, su nombre, Carlos Alberto. Sin embargo, había un problema, era mulato.
Polvo de arroz
El joven que se desenvolvía con excelsitud como creativo en el medio campo aceptó la oferta del equipo. Aunque el Fluminense tomó ciertas medidas para no provocar a sus hinchas. A diferencia de sus compañeros, Carlos Alberto no podía salir a calentar a la cancha ni acercarse a los seguidores, siempre entraba al césped cuando prácticamente se daba por iniciado el encuentro. La situación de los afrodescendientes en el futbol brasileño comenzaba a mejorar, pero no del todo.
Sin embargo, hay algo que, sobre todo, ha llamado la atención a pesar del paso de los años: el jugador cubría su rostro, cuello, brazos y piernas con polvo de arroz (sustancia similar al talco), para tratar de emular el color de piel de sus compañeros.
Pero un partido en particular evidencio tal engaño. El duelo entre el Fluminense y el America Football Club (exequipo de Carlos Albert), del 13 de mayo de 1914, parecía ir de manera normal, hasta que el excesivo sudor del futbolista provocó que el polvo de arroz utilizado por Carlos Alberto se cayera. El público al percatarse de esto comenzó a insultarle gritando: «¡Pó de arroz!» (¡Polvo de arroz!). Con el paso de los años, el conjunto tricolor terminó por adoptar el insulto como apodo y hoy día, desde las gradas, los asistentes lanzan polvo de arroz para recibir a su equipo.
Apertura gradual
En 1919, la Selección Brasileña se coronó campeona de Sudamérica al derrotar a su similar de Uruguay en la tercera edición de este certamen por un marcador de 1-0. El artífice del gol de la victoria y reconocido como el mejor jugador de la copa fue el mulato Arthur Friedenreich, hijo de un alemán y una brasileña afrodescendiente.
El futbol parecía abrirse camino ante ideas tan retrógradas, pero desafortunadamente no ocurría lo mismo con el gobierno. Para 1921, la Copa América se jugó en Buenos Aires, Argentina, dos años atrás, la Selección Albiceleste se enfrentó a Brasil, encuentro donde hubo altercados y cánticos racistas por parte de los argentinos. Ante esto, el presidente de Brasil, Epitácio Lindolfo da Silva Pessoa (de 1919 a 1922), formuló un mandato de blancura, ordenando que no se enviara ningún jugador mulato o negro, justificando razones de prestigio patrio. De los tres partidos que disputó esa selección, perdió dos y empató uno.
El Mundial
A pesar de las dificultades que representaba el ser negro en Brasil, llegó 1958. Entonces el combinado fue realmente eso, una mezcla de diversidad que terminó por conquistar la primera de sus cinco Copas Mundiales (Suecia 1958, Chile 1962, México 1970, Estados Unidos 1994, Corea-Japón 2002). Precisamente la mayoría de las figuras de este país son resultado de un mestizaje que ha explotado con creces esa pasión natural por el futbol. Hoy por hoy los afrodescendientes en el futbol brasileño son protagonistas.
E irónicamente, de acuerdo a números del 2016 otorgados por el Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE), de los 209,3 millones de brasileños, el 44,2% (90,9 millones) se declara blanco; 46,7% como mulatos (95,9 millones), 8,2% dijeron ser negros (16,8 millones); mientras que el 0,9% (5,7 millones) de personas aparecen registradas como indígenas. Por primera vez, la población negra y mulata supera a la blanca.
Complicado fue el paso de quienes se aventuraron por algo más que la lucha de simplemente jugar. El futbol lleno de reglas y rectitudes se tornó de un colorido jamás imaginado. Ojalá toda esa magia, samba y sonrisas con que impregnan el balompié pueda trascender más allá, lo justo sería que todos seamos iguales siempre, sin la necesidad de un balón de por medio.
Por: Ricardo Olín García / @ricardo_olin