La historia del pueblo gitano está llena de persecuciones, incomprensión y discriminación. Como muchas otras minorías, han tenido que navegar por un mundo que no suele tenderle la mano. Más bien los miran con sospecha. De aquí viene André-Pierre Gignac, hoy un indiscutible con los Tigres de Nuevo León. Sin duda el francés se ha convertido en todo un referente no solamente en su equipo, sino dentro de la liga nacional. Sin embargo, el romance que sostiene con los felinos es la conclusión de un peregrinaje que no siempre tuvo los tonos alegres que actualmente vemos.
¿Conoces a @10APG? ¡El futbolista de Tigres ya es mexicano! 🐯🇲🇽 #VamosTigres pic.twitter.com/vxMQVlh6Q4
— Apuntes de Rabona (@ApuntesdeRabona) 20 de abril de 2019
Del otro lado del charco el delantero se hizo de un nombre en Lorient, de donde salió de forma conflictiva hacia el Toulouse (venciendo en la batalla al Lille), para consagrarse como el mejor delantero en la Ligue 1, aun a pesar de una primera temporada tortuosa.
Su última parada en Francia fue en el Marsella, donde terminaría de encumbrarse como figura, a pesar de las tensiones con sus compañeros, con el técnico y los escándalos. En el 2015 la aventura mexicana comienza. Su traspaso a México se vio como una jubilación con sueldo de lujo, pero los números demostraron que su vocación por el gol seguía intacta. Su primera temporada en la Liga Mx no podría haber sido mejor: logró el campeonato y el Balón de Oro entre otros galardones.
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Todo héroe necesita de un momento de adversidad, y si bien André-Pierre Gignac ya había pasado por ahí en su país, Mexico seguía sin conocer al goleador en otro estado que no fuese el de gracia. Su rival fue intangible: no pudo anotar en casi 800 minutos. Si en Francia había reñido contra todos (compañeros, entrenador, etc.), aquí no combatía contra nadie, no había un enemigo al cual asirse. Fue gracias a un hipnotista que André-Pierre salió de un nuevo atolladero, para volver a reventar las redes en México.
Hace algunos años, So Foot interrogó a André-Pierre Gignac acerca de sus orígenes gitanos, haciendo hincapié en si estos habían legado algo a su manera de jugar, a lo que éste contestó que: “para mi es la combatividad. Cuando ves a (Jacques Abardonado, un futbolista francés), es familia cercana, mi primo. Y no es un gran futbolista, técnico y todo, pero en la cancha es un luchador. No suelta nada, es un perro. Está en todos los balones hasta morirse en la cancha. Ése es el lado gitano del futbolista. Nunca mido mis esfuerzos”.
La violencia del esfuerzo, la ausencia de reservar, el desbocado afán de morir en la línea ha sido la marca de un hombre que el genio de Bielsa definió como «quién empuja a los demás». El francés ha sabido hipnotizar a sus compañeros y a la afición con esta cualidad. Su festejo no es casual.
Llegó a México con cartel de cartucho quemado, y remó contra la corriente. Luego de un maravilloso torneo, las redes le cerraron sus puertas y él siguió disparando a portería. Su compañero de Selección, Tití, llegó a declarar que «él solamente sabe jugar de una forma. Dándolo todo siempre», cualidad que Gignac atribuye a su herencia gitana. La garra es el punto de encuentro entre un felino y los gitanos, y André-Pierre Gignac lo sabe.
Por Alberto Roman / @AlbertoRomanGar