El balón mueve emociones y genera placeres que ningún otro instrumento, lugar, circunstancia o capricho igualan. Los que amamos el futbol encontramos en el esférico y el juego una liberación armónica entre cuerpo, mente y alma. Y es que los que comprenden esta locura que genera esta forma de vida no me dejarán mentir. Se puede gozar del muy particular sonido que se genera un correcto golpeo al balón tanto como una sinfonía perfectamente ejecutada.
Es una delicia la sensación de sudor después de un partido jugado. El agua sabe distinta al medio tiempo si es que se lleva la ventaja o se tiene que ir a buscar el resultado. Exalta las emociones un drible, un túnel, una volea, una efectiva barrida o una espectacular atajada. Y es que el fútbol se vive. Se respira. Se toma. El futbol se ama.
La lesión
Este ímpetu me ha llevado a participar en varios equipos, incluido el de este anecdotario. Esta historia comienza mucho antes de mi ingreso a este representativo. Cuando jugaba para un conjunto de la 3era División Profesional. Durante un entrenamiento tuve un accidente que marcó el inicio de esta narración. En un jaloneo natural por el balón, mi hombro derecho se desprendió y sufrí una luxación. Me fue reacomodado en el campo de juego y de hecho continué y terminé aquel entrenamiento. Un dato interesante es que mi compañero con el que sufrí este percance hoy es futbolista profesional y juega en el primer equipo del Puebla. Lesiones como éstas, siempre te persiguen y la única solución es OPERACIÓN.
Ahora bien, la vida dictaminó que mis habilidades no eran suficientes para llegar a primera y a buena edad tomé la decisión de seguir mi corazón y estudiar lo que me apasiona: LEYES. Así pues, me matriculé en la Facultad de Derecho de la UNAM donde; por este amor y necesidad de futbol, me probé en el equipo representativo. Afortunadamente fui tomado en cuenta y después de muchas vivencias me convertí en capitán y veterano del mismo.
Retomando mi situación médica respecto a la lesión del hombro, decidí ir por el camino de la operación, hace un año prácticamente. Febrero 2020. La operación fue exitosa y el médico dictaminó que necesitaría 3 meses de reposo absoluto e inmovilizador fijo de cabestrillo.
Una posibilidad
Así pues, un día que me encontraba en la Facultad de Derecho, cuando el entrenador del Equipo Representativo y yo nos cruzamos en los pasillos y me preguntó por mi estado. No solo lo hacía por atención y profesionalismo, también porque había recibido recién la invitación para que la Facultad participara en el Primer Torneo Relámpago de Facultades de Derecho en el Estadio Azul, a celebrarse el día 8 de marzo de 2020, es decir 1 mes posterior a mi operación.
Me invitaba, ya que el torneo admitía también exalumnos. En ese preciso momento hice dos cosas. Primeramente, le aseguré al entrenador que yo estaría listo para el torneo. Y en segunda instancia, llamé a mi doctor para verlo esa misma noche. Aseguré que estaría en ese torneo porque este deporte logró en mí lo que en muchos de nosotros: despertar fibras somnolientas y alimentar el hambre de juego. Volverme “loco”.
Más tarde, esa noche, mi médico escuchó mis planes y dictaminó que teníamos 3 opciones:
- Si me llegaban a chocar o yo realizaba un mal movimiento mi operación podría quedar sin efectos. Todo el dinero y tiempo invertido se podría perder.
- Nuevamente, un fuerte golpe o esfuerzo podría afectarme a tal grado de me deberían operar de emergencia y podría tener consecuencias graves.
- Y la última opción: “Puede ser que tengas fortuna y no te pase nada”.
Escuchando estas tres posibilidades y ante los científicos y fundados argumentos de mi médico, decidí ir por la decisión que cualquier “loco” por el futbol tomaría. Iba apostarle todo a la tercera opción y yo iba a jugar ese torneo.
Un solo camino
Fue un mes magnifico, pensando en el futbol 24/7. Me sentí vivo y feliz. Trabajaba en retomar ritmo de cancha y, por supuesto, en mi rehabilitación. Motivación que la bendita esférica puede llegar a colmar a la humanidad, así como lo hizo conmigo. Motivación para hacer “locuras”.
Llegada la fecha, 8 de marzo de 2020 nos encontramos en el Estadio Azul los equipos representativos de futbol de las Facultades de Derecho de la Universidad Panamericana (UP), la Escuela Libre de Derecho, el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), la Universidad Iberoamericana y nosotros, la única universidad pública del certamen; la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
No arranqué el primer partido que jugamos contra la Universidad Ibero. Ingresé al segundo tiempo y me sentía rindiendo homenaje a Beckenbauer en aquel partido de México 70. Yo también corría con el hombro derecho pegado al cuerpo. Poco a poco fui ganando en confianza y nos impusimos en el encuentro 3-0, el cual era a eliminación directa.
En la semifinal nos encontramos con la UP, finalizando con una victoria para la Facultad de Derecho de la UNAM por marcador 2-0. Llegada la final, la cual jugué completa, empatamos en tiempo regular contra el ITAM sin goles. En la tanda de penales nos impusimos y nos alzamos con la victoria.
Seguir al balón
Así las cosas, y gracias a Dios, la vida y la fortuna, mi hombro resultó ileso y contribuí con sudor a sumar un palmarés más a la vitrina de mi alma mater. Este aura único que encierra a nuestro amado deporte me dejó vivir una experiencia como esta una vez más. Mi intención es agradecer por medio de estas letras al deporte por enseñarme tantas cosas, por motivarme a otras tantas, pero sobre todo a enseñarme que la vida hay que vivirla.
Después de todo, como dicen por ahí: “Vivir es lo más peligroso que tiene la vida”. Y hay que tener algo de “loco” para vivirla. Desde mi perspectiva, si es así, vivámosla haciendo lo que nos hace felices. Tomando decisiones y apostando por lo que nos llena el corazón.
El futbol sin duda alguna llena el alma y corazón de este aficionado, jugador apasionado y defensa “tosudito”. Como esta historia mía hay muchas más en el barrio, en los parques, en las retas y en cualquier lugar que este rodando el siempre querido y salvador balón de futbol.
Finalizo haciendo una mención de mis compañeros seleccionados del equipo representativo de futbol de la Facultad de Derecho de la UNAM, que desde luego comparten mi pasión por este deporte. Son unos campeones. Son mis amigos. Son unos locos.
Equipo representativo de futbol de la facultad de Derecho de la UNAM: Campeones Torneo Inter Facultades de Derecho
Sebastián Flores Alvarado; Jesús Martín del Campo Catalá; César Alberto Velázquez Aguilar; Emmanuel Alejandro Ramírez Ortiz; Juan Luis González Núñez; Leonardo Delgado Quintana; Gabriel Dávila Cardoso; Fernando Ávila Velázquez; Ulises Arturo Salgado García; Axel García Ortiz; Gabriel Ramírez Romero; Salvador Alba Onofre; Jan Carmona Díaz Infante; Juan Andrés Wilches Solano; Aldo David Monroy Chaparro; Alfredo Ramírez Percastre; Elías Hurtado Gómez; José Ian Alfonso García Márquez Entrenador: Miguel Franco Flores.
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Autor: Alfonso García Márquez / @alfonso_gama95