El 6 de julio de 1966, Argentina fue elegida sede para albergar el Mundial de futbol de 1978. Para aquel verano del 66, la Copa del Mundo en la nación sudamericana era sólo cuestión de tiempo. Diez años más tarde, en la naciente primavera del 76, la muerte y desaparición de miles de argentinos, también. El 24 de marzo de 1976, el país vivió un nuevo golpe de Estado, encabezado por Jorge Rafael Videla.
En el 66, Argentina aún no dejaba la pubertad – futbolísticamente hablando-, pero política y socialmente ya estaba bastante maltratada. Para ese entonces registraba un empate entre su número de participaciones en copas del mundo, y la cantidad de golpes de Estado que había experimentado: cuatro en cada caso.
El golpe más reciente se había dado el 28 de junio de 1966, una semana antes de que se le eligiera como país sede.
En aquella Argentina del 66 habitaban Marito, un niño que merodeaba los 12 años de edad, El Flaco, un jugador en la etapa madura de su carrera que militaba en el Boca Juniors; y Jorge Rafael, un hombre que apenas unos meses atrás había dejado de ser Teniente Coronel para convertirse en Coronel. Finalmente, estaban Juan Domingo y María Estela, aunque ellos no habitaban en Argentina. Once años en el exilio separaban a aquel hombre y a su esposa de su nación.
La Argentina de los golpes de Estado e inestabilidad política tendría tres nuevos presidentes en un lapso de siete años. Hacia el final de este periodo el régimen ya estaba debilitado, lo que permitió que el 17 de noviembre de 1972, tras 17 años de exilio, Juan Domingo Perón volviera a pisar suelo argentino, en compañía de su esposa María Estela.
Diez meses después, ya con la democracia reinstaurada, en septiembre de 1973 y tras los breves periodos mandatarios de Héctor Cámpora y Rául Lastiri, Juan Domingo Perón se convirtió de nuevo en presidente, y su esposa María Estela Martínez fue nombrada vicepresidenta.
Pero no nos olvidemos de Marito. Para 1973, Mario Alberto Kempes hizo su debut profesional en Primera División con el Instituto de Córdoba.
Fue también en 1973 que El Flaco Menotti alzó el título como director técnico del Huracán. Capitalizaba así su gran paso como estratega, que lo catapultaría hasta la Selección Nacional.
Para julio de 1974, al término del Mundial de Alemania, la Argentina se vería forzada a cambiar una vez más de presidente. Juan Domingo Perón había fallecido víctima de un ataque al corazón.
María Estela Martínez, también conocida como Isabel Perón, asumió el cargo convirtiéndose en la primera mujer que gobernaba al país. Su paso no sería en lo absoluto fácil. En 1975, Jorge Rafael ascendió a Teniente General, y ya planeaba un movimiento que se llamaría Proceso de Reorganización Nacional. En otras palabras, una dictadura más se avecinaba para Argentina.
Señora, las Fuerzas Armadas han decidido tomar el control político del país y usted queda arrestada. Si bien, el dicho establece que todos los caminos conducen a Roma; en Argentina pareciera que todas las memorias de muerte, tortura, sangre y desaparición conducen al 24 de marzo de 1976.
En esa fecha, la junta militar encabezada por Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti, asumió el poder absoluto de la nación Argentina.
El que altere en cualquier forma contra los medios de transporte, de comunicación, usinas, instalaciones de gas agua corriente u otros servicios públicos, será reprimido con reclusión por tiempo ilimitado o pena de muerte, se explicó en un comunicado oficial.
La represión y la muerte se habían anunciado en los cerca de 30 comunicados que la junta militar realizó durante las horas inmediatas al golpe. Sin embargo, era complicado imaginar la magnitud de lo que significarían esas palabras.
Marito había cambiado de apodo y de equipo. Ahora era El Matador y jugaba para el Rosario Central, donde rompía la liga. A mediados de 1976, se fue a España fichado por el Valencia. En cambio El Flaco seguía igual, tan delgado como su apodo y a cargo de la dirección técnica de la Selección de Argentina, que esperaba con ansias el Mundial de 1978 en casa.
Para 1977, la dictadura argentina llegaba al año de existencia entre controversias, principalmente por las decisiones económicas, así como por las tensiones que se vivían en la cúpula de la junta militar, luego del rompimiento suscitado entre Massera, Agosti y Videla.
Mientras tanto en las calles, lejos del poder y de las politiquerías, se encontraban los ciudadanos argentinos, esos que ya guardaban en el pecho, bajo el nombre de dolor, las consecuencias de la dictadura. También había cada vez más y más ciudadanos que no se encontraban ni en las calles ni en ningún lado: existían solo en el recuerdo de los familiares que esperaban por su regreso.
La Plaza de Mayo es el sitio fundacional de la ciudad de Buenos Aires, y fue uno de los espacios que unió a los aguerridos familiares de los miles de desaparecidos, asesinados y presos políticos, que no estaban dispuestos a aceptar una vida llena de incertidumbre y ausencia. El 30 de abril de 1977 realizaron la primera caminata alrededor de Plaza de Mayo para demandar información y el regreso de sus seres queridos.
Bajo el signo de la paz, declaro oficialmente inaugurado este onceavo campeonato Mundial de fútbol. Entre muertos, desaparecidos y papelitos de color, el 1 de junio de 1978 Jorge Rafael Videla oficializó el inicio de la Copa del Mundo. La euforia del Estadio Antonio Vespucio Liberti, mejor conocido como el Monumental, contrastaba con lo que pasaba a no más de un kilómetro de ahí, en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), lugar que fungió como campo de concentración y como matadero de sueños.
Atención va a tirar, pelota para Kempes, tiro, atajó el arquero… de ahí las palabras del cronista Juan María Muñoz no fueron del todo claras hasta que gritó gol al menos diez veces en no más de tres segundos. Más tarde, Argentina haría el segundo para los albicelestes, con lo que Menotti, Kempes y Argentina lograban ganar su partido de debut contra Hungría por 2-1.
En la ESMA, como en alrededor de 300 campos de concentración a lo largo del país, se celebraban los goles de la Selección, y se escuchaban entrecortados los gritos de dolor de los presos.
Argentina libraría la primera fase luego de la victoria ante Hungría, una más ante Francia por 2-1, y una derrota frente a Italia por 0-1. En lo individual, El Matador tardaba en hacer honor a su apodo pues no anotó durante toda la primera ronda.
Les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Era un suplicio que no era ni al cielo ni a Dios, mucho menos al otro matador, Videla, sino a los periodistas internacionales que llegaron a la Plaza de Mayo donde cientos de madres lloraban y denunciaban las desapariciones de sus hijos.
Una de esas madres era Estela de Carlotto, cuya hija Laura, que esperaba un bebé, fue desaparecida junto con su esposo. Estela sabía que para aquel junio su nieto debía haber nacido y así fue, aunque crecería lejos de su madre pues fue asesinada apenas unos días después de darlo a luz.
Fue hasta el juego contra Polonia que Marito concretaba sus primeros goles en la Copa del Mundo. El marcador final fue Argentina 2-0 sobre Polonia.
Para su próximo compromiso, la escuadra de César Luis Menotti no fue capaz de lograr la victoria ante Brasil, quedándose con un empate a cero.
Lo del poder que se aprovecha del deporte es viejo como la humanidad. Así lo diría El Flaco Menotti 30 años después del Mundial del 78, a quien lo delgado nunca se le quitaría, así como tampoco se desharía de los cuestionamientos por su silencio durante la dictadura.
De vuelta a 1978, El Flaco y Jorge Rafael se encontraban en el vestuario del Estadio Dr. Lisandro de la Torre en Rosario. Junto con ellos estaban el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mario Alberto Kempes y el resto del plantel de la Selección. Argentina enfrentaría a Perú y para poder adueñarse de la primera posición del grupo y así clasificarse a la final, el cuadro albiceleste debía ganar por una diferencia de por lo menos tres goles. El líder de la dictadura consideró pertinente bajar y saludar a los jugadores para que lograran aquel resultado que les diera el pase.
Seis goles después, el encuentro terminó con victoria para los dirigidos por Menotti. Esa noche Kempes convirtió dos goles más y se perfilaba ya como la estrella del Mundial. Aquel marcador de 6-0 ante Perú levantó sospechas alrededor del mundo, pero para un país que escondía a sus desaparecidos, lidiar con estas suspicacias deportivas no significaba nada.
De esta manera se llegó al 25 de junio, día de la gran final. Argentina llegaba por primera vez a esta instancia, mientras que su rival, Holanda repetía tras perder frente a Alemania Federal en 1974.
El partido terminó empatado a un gol, por lo que todo se definiría en el alargue.
En los tiempos extra, Marito se quitó uno, dos jugadores, y anotó su segundo gol del partido. El Matador Kempes ponía de nuevo en ventaja a Argentina y cada vez más cerca del título mundial.
Daniel Bertoni selló el 3-1 final que daba el campeonato a Argentina. El Matador y el Flaco gritaban y festejaban junto con el resto de la Selección. En las tribunas Jorge Rafael Videla hacía lo propio. En la ESMA algunos presos políticos tuvieron incluso permiso para celebrar.
El Mundial de Argentina 1978 se fue casi como llegó, sólo que con más muertos, más desaparecidos y más papelitos de colores.
Los años pasaron y Marito se retiró como leyenda del futbol hasta convertirse en comentarista deportivo. Por su parte El Flaco continuó su carrera como entrenador aunque jamás tendría un momento más glorioso que el del 78. Para el dictador Jorge Rafael Videla las cosas fueron distintas: luego de la reinstauración de la democracia, fue juzgado y declarado culpable por delitos de lesa humanidad, por lo que murió en prisión a los 87 años de edad.
El país quedó lastimado, manchado y hecho un abismo. La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación Argentina registra 13,000 casos de personas desparecidas durante la dictadura, aunque entidades como el Servicio de Paz y Justicia, manejan cifras de alrededor de 30,000.
Tuvieron que pasar nueve copas del mundo, es decir 36 años, para que en 2014 Estella de Carlotto encontrara a su nieto Guido, quien se realizó pruebas genéticas para confirmar su identidad, convirtiéndose en uno de los 127 nietos recuperados de las ahora Abuelas de Plaza de Mayo.
La dictadura ganó el Mundial de 78, tanto en la cancha como en las calles; con goles y con desapariciones. Sin embargo, más de uno, como Estela de Carlotto, han encontrado revancha. Mientras tanto otros más siguen luchando por conseguir la suya.
(Publicado por Omar Ernesto Sánchez García y reproducido en Apuntes de Rabona en colaboración con el medio: Distintas Latitudes)