Es oficial, el encuentro amistoso que iba a ocurrir entre la Selección de Argentina y el combinado de Israel se ha suspendido para el sábado. Jerusalén, hoy representa mucho más que una ciudad y es preciso decirlo. Desde su polémico nombramiento como capital por parte de la Administración Trump, una ola de protestas ha emergido desde la comunidad internacional, llegando de manera súbita y precisa al futbol. Viajando de la Federación Palestina hasta la Ciutat Esportiva Joan Gamper. Convirtiéndose así, en un símbolo de resistencia.
Ya que como bien han sostenido diversos críticos de la política gubernamental israelí, entre los que se cuentan Nir Baram, David Grossman o Meir Margalit. Es a partir de la Guerra de los Seis Días y la pérdida de contrapesos políticos frente a la emergencia de un nacionalismo desmedido, que el ejercicio político dentro del estado de Israel se ha convertido en un dispositivo de represión, el cual ocupa de manera ilegal y contra la disposición de acuerdos internacionales, territorios en disputa, como es el caso específicamente de Jerusalén Oriental.
Atrás quedó el sueño de la generación de fundadores, la obra de Assaf Gavron, Yoram Kaniuk y Amos Oz da cuenta de ello. No hay duda, la política es futbol y el futbol tiene un contexto social que no podemos olvidar, mismo que se ve reflejado, cuando volvemos a la configuración del balón. Pues si bien los rumores sostenían que Sampaoli había preparado un parado con Messi de inicio, también hablaban de un descontento por jugar el partido. La cábala se ha roto y parece llegar a su fin. Quizá ya sea tiempo de escribir otra historia. El 7-2 con el que se consagró Maradona y selló su destino de cara al Mundial del 86, se desvanece. Es así, que la tradición de los juegos entre Israel y Argentina se quedará dentro del baúl de los recuerdos. Para dar paso a una nueva historia.
Seguramente, hoy nadie duerme en la ciudad, el juego se ha cancelado y pese a los intentos por parte de Netanyahu de llevarlo a cabo. Todo parece indicar acertadamente, desde la postura palestina, que puede más la dignidad de un pueblo que la obligación, por cumplir con un evento que nace de la globalización del futbol y no de la necesidad por interactuar críticamente con la pelota. Mahmud Darwish sonríe y su imagen se levanta.
Por Andrés Piña/@AndresLP2