A través del paso de los años hemos contemplado la historia del futbol, pero rara vez hemos excavado para descubrir aquello que subyace a la narrativa oficial. Es decir, lo que hay debajo del discurso histórico que nos permite analizar, por un lado la fundación del balompié y por otro, los elementos compositivos que definieron la cosmovisión que poseemos hoy en día de la pelota. Michel Foucault en su obra Les mots et les choses: Une archéologie des sciences humaines (1966), rastrea la consolidación del discurso científico legítimo, gracias a las epistemologías que lo constituyeron. Así haremos nosotros con el futbol en este breve texto, pues de lo que se trata es de comprender cómo las formas antiguas de la pelota, establecieron críticamente lo que se creía y se cree actualmente, acerca del juego más hermoso del mundo.
En el Episkyros del griego antiguo: ἐπίσκυρος, cuyo significado se entiende como bola común, encontramos el juego de pelota griego. De ahí que podamos afirmar que desde los inicios existía la igualdad como concepto fundante entre la relación con el balón y el jugador. Se consideraban de 12 a 14 jugadores por equipo y el juego comenzaba cuando se lanzaba la pelota por encima de la cabeza. La línea denominada skuros, servía para forzar al equipo contrario a que se situara del lado opuesto, cuando sucedía esto se declaraba ganador al equipo que lograba la hazaña. No hay duda que aquí nacen dos ideas principales, la igualdad y la pasión, mismas que embargan al deporte actualmente.
No hay autoridades, es el principado de la equidad, todos tocan a un tiempo el balón y funcionan como un solo bloque que triunfa o fracasa, pero que juega con honor.
El Harpastum no era muy diferente. Los romanos adoptaron gran parte de la tradición griega. La diferencia es que los pies aquí ya jugaban un papel relevante, no solamente como en los griegos acompañaban el uso de manos, también comprendían una función estratégica única que posicionaba al equipo del lado opuesto, ganando el partido. Dos concepciones que parecían asemejarse pero que realmente diferían en la manera en que se situaban en la cancha.
De acuerdo a David Golbatt en The ball is round, el Harpastum cobró relevancia entre la soldadesca. Sin embargo no era un espectáculo que pudiera llegar al Coliseo, ya habría otros escenarios igual de grandiosos donde el futbol emergería como el gran conquistador, todavía no había llegado el momento pero llegaría. Sólo había que voltear la vista a los viejos reinos del norte. Allí donde se cocinaba realmente la fiereza. El mismo Golbatt menciona que dentro las culturas que tenían el celta como lengua, surge un formato de futbol que servía para que una villa se enfrentara a otra, en una relación continúa de confrontación, pero también de amor al juego. Es aquí justamente donde sedimenta la pelota, a partir de este momento la FIFA sitúa a Kingston-on-Thames como el lugar donde se empieza a jugar el futbol medieval, que eventualmente daría a luz al balompié contemporáneo. Allí en el gobierno de las cosas nuevas, la pelota rodó de manera singular construyendo el reino de la memoria, que hoy rescatamos para hablar de la pasión que nos ha acompañado desde la Edad Media. Y que compone en conjunto con la igualdad, la verdadera historia del balón.
Por: Andrés Piña/@AndresLP2