Cuando pensamos en el Arsenal posiblemente la primera imagen que venga a nuestras mentes sea la de un desesperado, incrédulo o feliz Arsène Wenger. La imagen del estratega estará acompañada de buenos o malos recuerdos. Sin embargo, el protagonista generalmente será el francés, que como buen actor tiene la dualidad de ser héroe o villano.
Arsène Wenger llegó al cuadro gunner en 1996, y después de más de 20 años ligado al Arsenal siempre ronda la misma pregunta, ¿fue buena la gestión la de Wenger? Para saberlo habrá que analizar los aciertos contra los errores que marcaron su estadía en Londres.
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En primer lugar hablemos de sus logros. Desde su llegada y tal vez influenciado por su paso en Japón, el estratega francés cambió los hábitos alimenticios de sus jugadores: eliminó los dulces y la cerveza. Hoy en día esto suena normal para cualquier equipo, pero en aquella época resultó ser novedoso y a la postre fue beneficioso.
Por otra parte, Wenger se caracterizó por saber fichar o descubrir talento. La lista es larga pero en ella destacan los siguientes nombres: Ashley Cole, Vieria, Kolo Toure, Ljungberg, Fàbregas, por supuesto Dennis Bergkamp y Titi Henry. De la mano de Wenger este grupo de talentosos jugadores conformaron lo que hasta el día de hoy sigue siendo una leyenda.
El punto álgido
Los invencibles les nombraron, y su proeza hizo que más de uno se enamorara —entre ellos, quien escribe este pequeño homenaje. La temporada 2003-2004 marcó lo que hasta hoy nadie ha podido emular: una temporada sin conocer la derrota. Arsenal desarrollaba un juego que se caracterizó por la posesión del balón mediante transiciones certeras que por lo general culminaban con goles. El espectáculo que veíamos en el campo era orquestado por Arsène Wenger.
Después de hacer historia, Wenger tuvo como tarea trascender en Europa, y aquí es donde comienza la otra cara de la moneda. Arsenal accedía a la final de la Champions League en la temporada 2005-2006 y el cuadro gunner contaba con jugadores talentosos. Por desgracia se enfrentaría a un equipo plagado de magos, entre ellos tal vez el más importante era Ronaldinho. Él y compañía le arrebataron a Arsenal la oportunidad de convertirse en campeones de Europa.
En aquella final no solo perdieron la orejona sino que Wenger perdió la confianza. A partir de entonces el cuadro londinense se convirtió en un equipo catapulta para talentos. Fàbregas por ejemplo, después de pasar gran parte de su carrera en Londres decía adiós para partir a Barcelona. A ellos se sumaron Van Persie, Chamberlain, Alexis Sánchez, entre otros.
Arsène Wenger se diluye
Las temporadas para Arsenal se convirtieron en arranques furibundos pero en finales decepcionantes, aferrándose a puestos europeos sí, pero sin acceder a instancias importantes. Cuando el equipo necesitaba de un impulso desde la banca, se podía ver a un hombre incapaz de hacer algo. Alguien que perdió la motivación difícilmente logrará transmitir eso que se requiere cuando te encuentras desorientado.
Lamentablemente, Wenger dio muestras de haber perdido la brújula, y a pesar de contar con el récord de partidos dirigidos en la Premier League, el francés no terminó por encontrar la chispa para volver a pelear por la Premier League, ni mucho menos para ganar algún título europeo. Esto marcó la era de Arsène Wenger en Arsenal.
Finalmente se bajó del barco Gunner en el 2018, dejando tras de sí una estela de historia en los anales del club, en el que pasó más de dos décadas.
Su retorno al mundo del futbol no tardó mucho en suceder. En 2019 volvió a entrar en contacto con la pelota, pero ahora desde un sitio distinto: se anunció que el entrenador francés será jefe global de promoción de la FIFA, función similar a la de un director deportivo, pero visto desde un nivel global.
Claramente su vocación por el balón no le permitirá alejarse del balompié, y aunque se especuló que retornaría a los banquillos, su nuevo papel lo deberá desempeñar un poco más lejos de las canchas.
Por José Macuil García