Se dice que alguna vez Bobby Fischer comentó que lo importante en el ajedrez no era memorizar las jugadas sino comprender el juego. De esta manera, cada movimiento era una variable y por lo tanto se convertía en una función impredecible. Brian Clough, entrenador inglés (1935-2004), entendía a la perfección esta estrategia. No por nada solía sostener que cualquier entrenador idiota puede lograr que un grupo de jugadores le pegue al balón. Sin embargo, el futbol debe ser objeto de un análisis más profundo, dejando a un lado la mecánica para entrar en el parámetro del entendimiento.
En este terreno, si bien importaban las formaciones, también era fundamental la actitud del jugador. Y la exigencia de que el juego fuera una constante armónica, donde la estética se unificara con el deporte, tirando abajo cualquier lectura analítica.
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Brian Clough jugó como delantero durante su primera etapa en el balompié británico. Entre el Middlesbrough F.C y el Sunderland A.F.C, anotó la tremenda cantidad de 267 goles en 296 partidos. Fue allí en la cancha donde conoció la pasión que desvela el balón. Nunca dejaría atrás al muchacho que convertía en la parte alta del campo, donde la punta guía el suspiro del triunfo. Clough empujaba la primera línea desmarcándose. Parecía que nada podía detenerlo hasta que una lesión en el ligamento cruzado terminó sacándolo del campo. Atrás quedaba la selección inglesa y el orgullo de portar la camiseta de su país. Se terminó la época de los héroes y sobrevino una nueva historia.
Sin embargo, no podemos olvidarnos de Pete Taylor, el segundo al mando que acompañó a Brian Clough en los avatares legendarios del Derby County F.C. Su mítica salida de la segunda división y su lucha contra la Juventus en la Copa de Europa, configuraron el inicio de una amistad que impondría una visión particular dentro del futbol.
Con el paso del tiempo llegaría el Nottingham Forest y su mágica salida de la segunda a la primera división. Nuevas contrataciones y el discurso de Brian volviéndose la narrativa crítica que marcaría el espíritu de cada jugador dentro del club. He ahí la marca indeleble que nos deja su legado, no hay futbol sin compromiso y no hay compromiso sin ética.
Había que entrenar no solo a los pies sino también a los corazones.
Un triunfo en la Supercopa de Europa en 1979 y dos triunfos consecutivos en la Copa Europea durante las temporadas 1978-79 y 79-80, transformarían al Nottingham en un caso único de un equipo que viniendo desde abajo, compenetró la táctica del entendimiento con la motivación de saberse campeones. Brian Clough, un entrenador para la memoria, un brujo del estadio que si bien partió en 2004, dejó un legado de gigante. Cómo nos hace falta un Clough hoy en día, una canción legendaria para estos tiempos sin esperanza.
Por: Andrés Piña / @AndresLP2