Dentro de la larga tradición del futbol argentino, destacar nombres es una labor polémica y titánica por la gran cantidad de jugadores y técnicos que han aportado de manera significativa. Pero entre los que siempre surgirán en el listado, estará el nombre de Carlos Bianchi, mítica figura de Vélez Sarsfield y de Boca Juniors.
A los 14 años, el niño Bianchi fue expulsado del colegio. Como le dijo el sacerdote de la institución a la madre del muchacho: «Su hijo es bueno, pero tiene una pelota de fútbol en la cabeza». El joven delantero había mostrado sus cualidades mucho tiempo antes, cuando jugaba en el equipo infantil Ciclón de Jonte y su equipo necesitaba seis goles, Bianchi metía once.
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Debutó en 1967 contra Boca Juniors, y desde entonces no paró de hacer goles. Ocupa la posición 10 de los máximos goleadores en la historia de la liga argentina, y es el máximo anotador argentino en los torneos locales de su país. Con Vélez levantó su primer trofeo al año siguiente de su debut, además del título de goleo. Repitió el título de goleo en el año 70 y 71, cuando llegaron personas del Cruz Azul para llevarlo a México. Sin embargo la AFA sacó un decreto prohibiendo a jugadores jóvenes de la selección fichar en el extranjero. Aún así, le invitaron su luna de miel en Acapulco.
Fue hasta 1973 que Carlos Bianchi emigró al futbol europeo, concretamente a Francia y al Stade de Reims. Durante cuatro temporadas anotó 107 goles, acrecentando su leyenda y sus números como goleador. En 1977 pasó al PSG, donde solamente estuvo dos temporadas, anotando 71 goles en 80 partidos. No congenió con la mentalidad del equipo, al que nunca pudo sacar de la media tabla -según Bianchi, no eran un equipo profesional– y se fue al RC Estrasburgo.
Un año después se encontraba de vuelta en su país con su querido Vélez, donde logró un título más de goleo. Su último partido fue precisamente contra Boca, y regresó al Reims un año para colgar las botas definitivamente. Pero a partir de ahí, la faceta del Bianchi entrenador comenzó. Por nueve años estuvo en los banquillos de Francia dirigiendo al Reims, al Nice y al PSG. Pasaron dos años de inactividad cuando el directivo de Vélez, Juan Carlos González, lo llamó para pedirle que regresara a casa.
El equipo al que llegó Bianchi era uno al que le acababan de quitar dos de sus estrellas – Ricardo Gareca y Alejandro Mancuso-, y estaba lleno de jóvenes. Sin embargo, apoyado en jugadores como Chilavert y Trotta, fue haciendo que el equipo superara todas las expectativas y alzara un título después de 25 años. Sin embargo, para Bianchi, el camino apenas comenzaba. «El torneo local no me interesa», le dijo a los dirigentes. Y se enfocó en ganar la Copa Libertadores.
En un grupo con Boca, Palmeiras y Cruzeiro, el Vélez de Bianchi salió en primer lugar y llegó hasta la final contra el Sao Paulo . Después de pasar el par de rondas anteriores por la vía de penales, algo que sus detractores siempre han señalado como un golpe de suerte. Ya en el Estadio de Morumbi, y tras un empate 1-1 en el global, el equipo de Bianchi de nueva cuenta se encontraría a once pasos de la copa. La serie quedó 4-3. Había logrado conquistar América, siguiente parada: el mundo. La final de la Copa Interamericana fue contra el Milan de Fabio Capello, y una vez más Bianchi y sus jugadores se alzaron con el triunfo 2-0.
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Todavía ganó dos campeonatos más con Vélez Sarsfield antes de ir a la Roma, donde no tuvo un buen paso. Sin embargo, el mejor Bianchi en el banquillo llegaría en 1998, cuando tomó las riendas del histórico Boca Juniors.
«Hola, soy Carlos Bianchi», dijo el día de su presentación. Tres años después, el entrenador mantuvo una racha de 40 partidos sin perder, entregó tres Copas Libertadores, dos Intercontinentales y cuatro torneos locales. Bianchi se ganó un lugar en el corazón de los Xeneizes que le pusieron una estatua en el 2016, a pesar de que en su último ciclo con el equipo salió por la puerta de atrás, después de un decepcionante proceso.
Carlos Bianchi nunca ha dirigido a su selección, y sus otras aventuras como entrenador quedaron muy lejos de lo que logró con Vélez y Boca. Se podría argumentar que, como entrenador, contó con suerte y estuvo en los momentos adecuados y con las personas adecuadas.
Pero Carlos Bianchi también es un personaje con otras virtudes y otras características: uno que se va a la cárcel por celebrar el gol de la victoria de manera furiosa contra la hinchada rival; el que celebra los campeonatos en la intimidad de la familia y se juega sus sueldos a un todo o nada. Carlos Bianchi es y será siempre el Virrey del futbol Argentino.
Por: Redacción