¿Desde cuando pensar no es entretenido?
Bill Hicks
El viernes pasado, Netflix publicó la última temporada de la exitosa serie Club de Cuervos. Este proyecto fue el primero que la plataforma hizo para México y tuvo un éxito arrollador, logrando convertir a Nuevo Toledo y sus cuervos en todo un hito dentro de la ficción del futbol nacional.
Con la historia cerrada y todo dicho para el equipo de los nuevotoledanos, vale la pena pensarla, mirarla más allá del ocio y reflexionar sobre varias de sus aristas. Lo primero que me gustaría subrayar es que esta comedia desnuda al futbol. Lo que menos aparece en pantalla es el balompié, los aficionados, el balón rodando dentro de la cancha, las tácticas. Todo esto brilla por su ausencia. Lo que realmente sucede en la pantalla es lo que rodea a la pelota, lo que lo posibilita y lo nutre: la corrupción, el nepotismo, el tráfico de influencias, el machismo, entre otros problemas.
La comedia siempre ha servido para destapar las cloacas sin que nadie te señale. Es un juego, no puede ser tomado en serio. Y sin embargo es la vía regia para decir lo que no podemos decirnos ni a nosotros mismo, si le creemos a Freud. Y quizá el cierre de Club de Cuervos sea un buen momento para caminar con el padre del psicoanálisis.
El centro de la serie son los hermanos Iglesias, personajes entrañables por su comicidad: Cada veinte minutos de la serie están hundiendo a Nuevo Toledo, pequeño pueblo del que básicamente son dueños gracias a que su padre fundó un imperio ahí. Si bien destaca Chava por ser un junior más preocupado por estar drogado 24/7 o por sus ansias de poder y reconocimiento, Isabel tampoco es una santa. Cuando es necesario manipula todo lo que hay alrededor con tal de salirse con la suya.
Estos dos hermanos nos dan un recorrido con lujo de detalle por las entrañas del futbol mexicano. Todos sabemos que se quedan cortos, pero es una comedia; demasiada seriedad habría matado el proyecto. El par de narcisos que añoran la presidencia del club compran su estancia en primera división, negocian con el agente que domina la liga y no dejan de prestar al equipo para hacer uso político de él. El conflicto edípico de los Iglesias sostiene el montaje, sólo así se ha podido mostrar el inframundo detrás del balón.
Los inicios de los Iglesias
Salvador Iglesias es mostrado al inicio de la serie como un hombre casi intachable: amado por el pueblo que básicamente él levantó de la nada, su personaje aparece como el intachable empresario que se hizo a sí mismo. Sin embargo, conforme la comedia avanza podemos ir viendo que es un macho que no contempla en ningún momento la posibilidad de que su hija pueda tomar las riendas del equipos, ser mujer la imposibilita para estar al frente de un equipo de futbol. Para él es claro que el papel le corresponde a su hijo Salvador, príncipe mimado e inepto que termina por usurpar el lugar a su hermana tras la muerte del patriarca.
Pero por si fuera poco, el mandamás de la familia ha fundado su imperio sobre el cadáver de un campesino. Aunque esto es lo más fuerte, desde la segunda temporada lo vemos estafar a vendedores de perfume para poder vender su producto: mucho antes de que el señor Iglesias fuese un gigante en la zona, su modus operandi ya perfilaba el futuro.
Por su parte, Chava guía al equipo entre fiestas y fotos suyas inhalando cocaína de los senos de una mujer. Para el junior de los Iglesias, el equipo es sólo un lugar de esparcimiento, una vitrina que puede colocarlo en el pedestal que siempre ha merecido (según él): joven emprendedor, magnate del buen gusto y la elegancia más allá de ese pueblo al que desprecia constantemente.
Los jugadores
Mientras el drama familiar avanza podemos ver a los jugadores en medio de él. Uno de los momentos más interesantes de la serie es la rebelión de los jugadores y su intento por formar un sindicato de futbolistas que proteja sus derechos. Hasta Rafa Márquez aparece en escena, dando un discurso en el que denuncia los nulos derechos de los jugadores frente a los dueños de los clubes. El más interesado en articular un sindicato es el Cuauh, que rápidamente es silenciado y descartado de la liga.
Otro de los momentos centrales de la serie es el fichaje de la estrella Aitor Cardoné, estrella que tiene un valor ridículamente alto y que sirve para que el gobierno de Nuevo Toledo lave dinero. Pero además de esto, la sexualidad del jugador desató un acalorado debate entre los aficionados, que lo quieren fuera debido a sus preferencias (o a la inexistencia específica de estas). El conservadurismo que aparece no es, ni de cerca, lejano a la realidad y recuerda a las declaraciones de Leonardo Cuellar sobre el noviazgo de las jugadores Bianca Sierra y Stephany Mayor. En la serie de Netflix, Cardoné es un jugador de la suficiente calidad para estar en el Barcelona, sin embargo nada de eso importa cuando se descubren sus preferencias sexuales.
Otro de los puntos más llamativos es el momento en el que los de Nuevo Toledo se quedan sin la posibilidad de fichar a jugadores de la primera división, por lo que se ven en la necesidad de rescatar lo que puedan de las sobras de la Primera A. El Zombie es un tipo con un soplo en el corazón que aún a pesar correr el riesgo de morir, entra en el campo de juego hasta que esto le pasa factura. Por su parte “Pepe” es un pepenador que vive en condiciones lastimosas y que debe recoger basura para sobrevivir. Es bien sabido que los jugadores de la Primera A se encuentran muy lejos del nivel de vida que experimentan los jugadores de la primera división, teniendo que soportar condiciones lamentables.
La mujer en Club de Cuervos
Por último pero no menos importante, vale la pena ver el ambiente en el que se tiene que desenvolver Mari Luz, principalmente durante la última temporada. Una jauría de hombres con corbata que no dejan de presumir sus hazañas sexuales a la primera oportunidad, exhibiendo constantemente sus “conquistas” en videos que llevan en sus celulares, aplaudiendo entre ellos sus logros. Mari Luz tiene que fingir constantemente que no pasa nada para poder continuar dentro del juego de corrupción y tráfico de influencias que significa estar dentro de la junta de los dueños.
El trato que recibe ella, se suma al recibido por Isabel durante todas la temporadas, que si bien es perfectamente capaz de conducir al equipo (véase cuando guía al “Potro”), no logra conseguir el respeto de los jugadores por el hecho de ser mujer y haber sostenido relaciones con los anteriores entrenadores.
El futbol aparece como lo menos relevante de la serie, porque básicamente es lo que menos importa a los dueños. Lo que sucede fuera de la cancha es lo que verdaderamente les importa, las ganancias que puedan sacar de sus jugadores, de las victorias, de las transmisiones. Si Club de Cuervos ha sido un éxito, mucho de ello se debe a que por lo menos una vez, la verdad nos ha sido dicha, entre risas y con una máscara que provoca carcajadas en la audiencia, aunque realmente sea el grotesco rostro del futbol nacional.
Todo lo anterior puede resultar en una comedia graciosa que pasará a la historia como el debut de Netflix en México y nada más. O podríamos verlo como una bofetada; como afronta hacia los aficionados. No hay línea más poderosa en las cuatro temporadas que la pregunta de Chava Iglesias: ¿A qué le vas cuando le vas a un equipo? ¿Qué legitímas cuando compras la playera de tu equipo? ¿Cuando consumes los productos que patrocinan a tu club? ¿Qué estás suscribiendo cuando pagas tu entrada al estadio? Todo lo que muestra la serie, los malos manejos, la corrupción, la falta de voz de los jugadores, el machismo, el lavado de dinero, etc.
Se vale reír. No todo debe ser análisis y reflexión. Pero Club de Cuervos nos ha mostrado la nula importancia que tiene el futbol para quienes manejan el juego. Esta comedia es un buen pretexto para contemplar nuestro balompié, para mirarlo detenidamente. Aunque quizá no haya tantas risas…
Si te gustó te podría interesar: 10 series sobre futbol en Netflix para 2019
Por Alberto Roman / @AlbertoRomanGar