La situación en Venezuela se recrudece. Las tensiones al interior de este país no dejan de elevarse, en gran parte a las dificultades económicas y sociales que atraviesa. Sin embargo, no parece que vayan a solucionarse los problemas en el corto plazo. En medio de todo este escenario, muchos venezolanos han tenido que abandonar su país en busca de mejores condiciones.
Todas estas circunstancias han convertido la frontera entre Colombia y Venezuela en un hervidero. Gran parte de las personas que abandonan el país gobernado por Nicolás Maduro (cuyo papel como presidente está en entredicho desde que países como Estados Unidos, Brasil, Argentina e incluso la misma Colombia reconocieron a Juan Guiadó como presidente interino), cruzan la frontera colombiana, muchas veces solamente para entrar al país cafetalero de paso, sin embargo son muchos los que deciden quedarse ahí. Según el gobierno de Colombia, durante el primer semestre de 2018 aproximadamente 870 mil venezolanos se asentaron en tierras colombianas.
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— Te Lo Cuento News (@TeLoCuentoNews) 9 de junio de 2017
La Copa de la Fe
Jesús de Nazareth peregrinaba (o más bien sus padres) cuando María comenzó a tener trabajos de parto. El sitio al que llegaron no tenía posibilidad de darles posada, pero el pesebre estaba libre. Ahí nació la figura central del cristianismo. Pero no solamente se trataba de personas que emigraban, sino que también eran buscados: Herodes los persigue, como a todos aquellos que tengan consigo un bebé.
A lo largo de la Biblia esta es solamente una de las historias de migrantes, otra de sus figuras fundadoras se convierte en un nómada: Moisés. Quizá inspirados en este espíritu es que la Diócesis de Cúcuta no ha podido ser indiferente ante la llegada de los mares de venezolanos en éxodo.
Cuando los gobiernos locales se han visto rebasados debido a la falta de infraestructura y presupuesto necesarios para atender a toda la gente que llega, la iglesia local, apoyada en sus congregaciones, han salido a ayudar con alimentos, hospedaje y servicios médicos.
En medio de este desastre, el futbol se hizo presente como un punto de encuentro en el que los pueblos de Colombia y Venezuela han podido hermanarse a través de la pelota. La “Copa de la Fe” tuvo lugar entre el 1 y 5 de octubre, bajo el lema “La fraternidad no tiene fronteras”; 600 sacerdotes se dieron cita para disputar este torneo de futbol, pero sobre todo, para poder conocer las necesidades de los migrantes.
Según el presidente de la de la Conferencia Episcopal de Colombia, Oscar Urbina, la idea del encuentro es fomentar la cultura de la inclusión, así como anotar “muchos goles contra la indiferencia, el egoísmo, el odio y la injusticia”. Por su parte, el Obispo de Cúcuta señaló la importancia de que los clérigos participantes puedan convivir con los venezolanos y aseveró que “los sacerdotes no quieren vivir aislados del sufrimiento y el dolor de los hermanos venezolanos sino que quieren acompañarlos y ayudarlos”.
El campamento de Bogotá
Otro evento en el que el balón jugó un papel importante para resolver tensiones, fue el torneo jugado el 21 de noviembre del año pasado en Bogotá. Un día antes hubo disturbios en el lugar, debido a que unos cuantos irrumpieron en la carpa donde se guardaba la comida que distribuían a los venezolanos que habitan el campamento. El nivel del conflicto escaló a grado tal que la policía tuvo que intervenir y expulsaron a poco más de una decena de personas no sólo del campamento sino del país.
La temperatura de la situación se elevó y fue en ese ambiente áspero en el que el esférico hizo su aparición. La Secretaría de Integración Social invitó a un pequeño torneo en el campo de futbol en el que se había montado el campamento, y pronto las expectativas fueron rebasadas. Las camisetas que había donado no fueron suficientes.
Entre habitantes de la zona, periodistas, migrantes y los mismos funcionarios del lugar, el torneo hermanó de nuevo a todos los involucrados en el campamento, que pudieron tener una jornada de diversión y tranquilidad en medio de la tormenta que ha sido su peregrinaje.
Estas dos historias son solamente una muestra de las maneras en la que el balompié puede apoyar a los migrantes, no solamente en Colombia y Venezuela, sino en muchos otros lugares del mundo, ya que no es fenómeno que se suscite únicamente en esta parte del mundo.
Otra muestra de solidaridad que vale pena mencionar es la llevada a cabo por el equipo La Equidad, de Bogotá. Hace unos meses hicieron la invitación a los venezolanos, para que de manera gratuita puedan asistir a verlos jugar en su estadio, el Metropolitano de Techo. La única condición que ha puesto el club es que deben llevar una identificación al momento de ingresar al partido.
Habrá que ver con qué suerte corre esta invitación, sin embargo es claro que si bien el balompié se ve rebasado por este conflicto y que carece de toda capacidad para solucionarlo, puede por lo menos ofrecer un pequeño oasis para estos peregrinos en busca de posada.
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Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar