«Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas más esenciales. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol»
Eduardo Sacheri
Es probable que como segunda hija del matrimonio Bennet, Elizabeth, estuviera destinada a ver lo que sucedía con Jane, su hermana mayor o a lo que sus padres decidieran para ella. Es (muy) factible que, en la Inglaterra de finales del siglo XVIII, la mujer estuviera a expensas de las decisiones de los hombres con los que convivía a su alrededor. Pero Jane Austen, séptima hija de Cassandra Leigh y George Austen, nacida a finales de 1775 al noreste de Hampshire, Inglaterra, nos regaló con sus letras un adelanto de lo que este siglo nos está enseñando.
Es posible (o no) que ese precedente me haya llevado a meditar ahora que estoy sentado un mediodía de un domingo de agosto en una tribuna a medio llenar, a darle relevancia al hecho que la única voz masculina que Lidia escuchó darle una instrucción (después de conectar el esférico con la pierna derecha rumbo al fondo de la red) fue, precisamente la del juez central, para preguntar el número que portaba en su dorsal. Las Panteras Negras, que enfrentaban al Inter de Milán, se pusieron adelante en este partido que suponía “una consolación” para ambas escuadras, derrotadas en semifinales siete días atrás.
Es posible que usted, lector, no tenga idea de que escribo. Es muy probable que nunca haya escuchado hablar de la LIFUTSOL (Liga de Futbol Solidaridad), ubicada dentro del Deportivo Solidaridad, en el kilómetro 7,5 de la carretera Picacho-Ajusco. Quizá tampoco sepa que los ocho equipos de mujeres dentro de la “categoría libre” (sin límite de edad), juegan cada fin de semana y que ellas despliegan su futbol con mayor o menor precisión lo hacen sobre un campo que carece de césped en su totalidad, pero que es lo suficientemente grande para contener la ilusión y el compromiso con que lo hacen. La liga, una de las tantas en las que las mujeres juegan, se divierten y progresan en este deporte (y en esta sociedad marcadamente machista) es solo un espacio que se ha ido conquistando, no sólo de manera lúdica, sino a través del esfuerzo con las que estas y muchas otras deportistas amateurs han ido desplegando día a día en nuestro país.
Es por eso que imagino a Elizabeth, personaje central de la novela de Austen, Orgullo y prejucio, escuchando gritar la misma pregunta que hombre de la ocarina le hizo a Lidia, para solo voltear la cara altivamente y señalar con los pulgares de ambas manos el número diez que porta en su espalda.
Por: Juan Chavito / @JuanChavito