Historia de no creerse. «Pero no sólo se trata de una empresa, sino de una forma de vida basada en el cooperativismo, en el trabajo en equipo y en la distribución equitativa de la riqueza, la cual se ha convertido en un ejemplo a seguir en nuestro México, que tanto necesita de iniciativas de este tipo…»
Esto dice en la entrada del sitio web de la cooperativa La Cruz Azul, S.C.L. Y es probable que así fueran las ideas originales de Guillermo Álvarez Macías, nacido en Guanajuato, quien a los 12 se mudó a la población de Jasso en el estado de Hidalgo. Allí entró a trabajar a la cementera que se encontraba en ese lugar, y ya para 1953 se convirtió en el Presidente del Consejo de Administración.
Álvarez Macías rediseñó el lugar, transformándolo en la Ciudad Cooperativa Cruz Azul. Escuelas, calles pavimentadas, restaurantes, cines y estadios fue lo que trajo el empresario, quien es considerado el forjador del cooperativismo moderno. Su filosofía era compartir el progreso social y económico, para elevar el nivel de vida del trabajador y de su familia.
Bajo esta razón social se reestructuró al equipo Cruz Azul a principios de los años 60 y para 1969 ya levantaban su primer trofeo. Todo usando como base una idea de democracia, solidaridad y apoyo entre todos los miembros de la base. Algo similar a lo que hizo Sócrates con la Democracia Corinthiana.
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Ese bello experimento en el que los miembros del Corinthians se opusieron a la dictadura de su país eligiendo democráticamente los salarios, el tiempo, la intensidad y la forma de entrenar, y haciendo parte a los utileros, el chofer y todas esas figuras anónimas en un equipo de futbol. Escogieron al entrenador, los refuerzos, cómo y cuándo viajar cuando se iba de visita. Vamos… hasta fumaban y tomaban cerveza entre los partidos. Lo que fuera por mayoría popular. Ganar o perder pero siempre en democracia era su lema al igual que el de Álvarez padre era:
El tiempo y nuestros actos nos han unido, que ni el tiempo ni nuestros actos destruyan nuestra unión.
Sin embargo, el mundo no ha sido amable con las utopías. Cuando Guillermo Álvarez murió, su hijo Billy tomó el control de la cooperativa. Había estado a la sombra de su padre, aprendiendo los secretos de la empresa y preparándose para algún día dirigirla.
Sin embargo, cuando llegó la hora, cambió al equipo de Deportivo Social a Club de Futbol A.C. Aunque se construyeron las instalaciones de Xochimilco para el equipo y fuerzas básicas -o el Club de Aficionados-, desde entonces el carácter social se ha perdido al punto que su casa, el Coloso de la Nochebuena, parecía estar destinado a convertirse en un centro comercial.
Más de veintisiete años en el poder han hundido a la poderosa Máquina que construyó su padre, y aunque parece que pronto se acabará esa dinastía y el equipo regresará a los brazos de la Cooperativa, el daño ya está hecho.
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Más de dos décadas sin campeonatos, los subtítulos y más recientemente la triste actitud que han tenido ha dejado una honda marca en la afición cementera. De la misma forma, cuando Sócrates se fue a la Fiorentina, el experimento de la Democracia Corinthiana desapareció rápidamente una vez que los directivos retomaron el poder y se regresó a los viejos métodos. El mundo no ha sido amable con las utopías, pero se ha demostrado que se pueden implementar y funcionan. Guillermo Álvarez padre y Sócrates pelearon por ello y lo lograron. ¿Por qué los demás no?
Por: Bernardo Otaola /@bernaov