Lugar y momento adecuado. Es parte de lo que se necesita para trascender en un club, desde cabecear para ganar un título continental, hasta simplemente parar un tiro potente que definió un campeonato, todo se trata de esas dos variables. Y es precisamente en eso en lo que se caracterizó Daniel el «Ruso» Brailovsky, en hacerlo tanto para él como para sus compañeros. Su rendimiento y amor incondicional lo llevaron a dar todo de sí, y hoy por hoy no se le puede recordar de otro manera que no sea como una leyenda del América.
Romper horizontes
Daniel Alberto Brailovsky Poliak nació un 18 de noviembre de 1958 en Buenos Aires, Argentina, su padre cubano, una madre argentina y una ascendencia polaca. Los valores familiares, la unión y el cariño siempre estuvieron presentes en él, y en el futuro terminaron por marcar su vida. Pero nos estamos adelantando.
El “Ruso” Brailovsky estuvo desde pequeño familiarizado con el balón, llegando a jugar en el equipo de la escuela David Golson. Fue a los 13 años que las cosas comenzaron a tomar su curso. La escuela tuvo un partido contra el Club Náutico Hacoaj, donde Daniel fue visualizado e invitado a participar en un club más organizado.
Así como emprendió su viaje a Montevideo junto a su padre, todo a escondidas de su madre, ya que ella no quería que dejara los estudios por jugar. Ya en la capital de Uruguay se alistó para su gran momento, pero el clima decidió darle un poco de sabor al asunto. Resulta que al argentino lo iban a probar con la quinta división del Peñarol, pero con la fuerte lluvia que azotó la cancha, tuvieron que cambiar los planes y medir a los participantes con el primer equipo.
En una situación que pudo intimidar a cualquier novato, Brailovsky vio su gran oportunidad, así que decidió dar todo de sí para lograr su cometido. El partido fue de ensueño, el “Ruso” anotó en tres ocasiones y su equipo se alzó con la victoria. Después de su participación los directivos no tardaron en reaccionar, por lo que lo ficharon lo más pronto posible.
Buscar no perder el balón
Para cuando cumplió los 18 años logró su debut con el Peñarol en la temporada 1976-1977, ya con lo que se volvería su estilo de calcetas abajo. Con el equipo uruguayo logró levantar la Liga Uruguaya en 1978, aunque sus participaciones eran irregulares, normal para un jovencito que apenas va dando sus primeros pasos en un terreno de juego profesional.
Aún así, y aunque jugara tanto el torneo local y la Copa Libertadores, las oportunidades eran difíciles de conseguir, pero él seguía dando lo mejor de sí, hasta que su padre enfermó. Esa situación, junto a la llegada de un nuevo técnico que lo fue relegando, fueron las que llevaron a Daniel a rescindir su contrato, mismo que lo dejó sin jugar un año hasta que llegó All Boys, en su natal Argentina.
Ya con la posibilidad de estar cerca de su padre, Daniel decidió firmar su nueva oportunidad. Sus comienzos fueron como cualquier profesional que perdió el ritmo, pero su peor momento fue al minuto 90 del encuentro, cuando marcaron un penal a su favor. El Ruso, al ver que era el más cercano, decidió cobrar la sentencia, sin embargo su tiro fue al poste y sentenció el 0-0 definitivo.
La tribuna se le fue con todo al debutante, no solo por perder los puntos, sino por algo más: En su arribo a All Boys, Brailovsky participó en una entrevista en la que habló sobre sus gustos, en las que figuró el Platense como el equipo de sus amores. Así que cuando falló desde los once pasos, toda la afición lo atribuyó a su pasión, por lo que salir del estadio fue toda una proeza para él.
Las lesiones se hicieron recurrentes en su etapa con su club, pero se supo reponer de todas y comenzar a hacer lo que mejor hace: limpiar el camino y marcar. Con el equipo blanquinegro logró anotar 7 dianas, mismas que, acompañadas de su rendimiento, fueron llamando la atención de los poderosos de Argentina.
El equipo que logró hacerse con sus servicios fue el Independiente. Brailovsky comenzó a brillar cada vez más y más, su habilidad y estilo de juego resonó por varios lugares, y uno de ellos fue Cataluña. El Barcelona se presentó en Argentina para entablar conversaciones con el Independiente, querían al joven argentino en sus filas sí o sí. La idea del salto europeo no lo convenció, y Daniel decidió rechazar la oferta.
Comenzar a volar
Pero su futbol ya sobrepasaba las capacidades del balompié argentino, y el destino marcaba que su camino debía continuar en el extranjero. Fue así como las cosas se fueron dando; Daniel, que siempre supo pensar rápido y poner balones en el momento y lugar exacto, sería quien se llevara el premio grande.
Los directivos del América, Francisco Hernández y Gonzalo Carvajal, viajaron a Argentina para tratar de completar la llegada de Ricardo el «Tigre” Gareca al Nido, pero en su camino se toparon con el “Ruso”. Notaron todas sus capacidades y su margen de crecimiento, y decidieron dejar de buscar a alguien grande y gran cabeceador, para cambiar a alguien delgado, joven y rápido.
Cuando por fin comenzaron las pláticas, Brailovsky pensó que el América que se interesaba por él era el América de Cali, no el de México. A pesar de su desconocimiento por el balompié mexicano, Daniel Brailovsky aceptó la oferta de los Azulcremas. Lo impulsaba el sueño de una luna de miel con su esposa, además de que la paga era mejor que la que recibía en ese momento.
El “Ruso” llegó a Coapa en 1982 y, como si se comenzara a tratar de una muy mala costumbre, sus inicios fueron complicados, todo derivado de una lesión que lo alejó un tiempo del campo. Para su regreso le tomó tiempo retomar su nivel y ganarse un lugar fue una hazaña.
Aún así hizo su presentación oficial el 1 de octubre de 1982 contra el Atlético Potosino en la jornada cinco del certamen, catorce días después logró estrenarse como goleador después de recibir un pase desde el medio campo que simplemente mandó a guardar con toque razo. Cuando finalizó el torneo, las Águilas terminaron con grandes números: 26 victorias, 9 empates y tres derrotas.
¿Futbol?
En los cuartos de final se vieron las caras con el Atlético Potosino, el cual no logró poner mayor resistencia y cayó 6-0. Después de tan brillante participación todos daban por hecho que el América se coronaría campeón, pero como dicen, los partidos hay que jugarlos.
La semifinal fue el partido más complicado. El Clásico de clásicos era el juego más esperado de la serie. En el primer encuentro el América reafirmó su posición como favorito y se llevó la ida con un 2-1 con tantos de Norberto Outes y Milton Pinheiro para los capitalinos, y el descuento llegó por Roberto Gómez Junco.
La vuelta parecía un partido más de trámite, pero el Rebaño Sagrado no pensó en dar el brazo a toser. El partido fue una total carnicería, la pasión y euforia estaban a tope, hasta llegar al punto en el que no se supo diferenciar entre garra y violencia. Entradas fuertes, rodillazos, patadas llovieron en la cancha del Estadio Azteca. Los ánimos se calentaron ante el nulo control del árbitro, que no marcaba ni tarjetas.
Ante el despliegue del visitante, los locales poco pudieron hacer, y con más pasión que juego colectivo, vieron caer los goles de Ricardo Pérez, Demetrio Madero y Samuel Rivas. Los golpes llegaron después del tercer gol, donde los jugadores de Chivas comenzaron la burla hacia el rival, y de ahí la cancha fue una lluvia de golpes y patadas que solo los policías pudieron detener.
Daniel Brailovsky fue testigo de todos los eventos desde un palco en lo alto del Coloso de Santa Úrsula. Impotente y sin consolación vio a sus compañeros perder la razón, así como su oportunidad de reafirmar su posición como jugador trascendente. Pero si algo es seguro en la vida y en el futbol es que tarde o temprano te da una revancha, y Brailovsky no tuvo que esperar mucho para la suya.
No dejar de luchar
En la siguiente temporada su desempeño se volvió más regular, al punto que se ganó la titularidad. La espina del torneo anterior llevó al América a dominar aún más el torneo regular, consiguiendo 51 puntos gracias a las 18 victorias, 15 empates y 5 derrotas. Durante todo el torneo el “Ruso” ya daba de que hablar, regateaba siempre que podía, centraba con gran facilidad y, cuando decidía convertirse en el héroe, definía con pulcritud.
La liguilla del certamen no dio mayor problema. En cuartos de final eliminaron a Monterrey y en semifinales a Cruz Azul con un gol con categoría de Brailovsky. Y aunque por momentos las revanchas que da el futbol son solo llegar a una instancia final, esta vez decidió ser más directo.
Para la final del certamen América y Guadalajara se vieron las caras en la final. La final de ida regaló un 2-2 donde Daniel hizo cuanto quiso. Condujo desde medio campo, dejó atrás rivales, disparó a puerta y asistió a sus compañeros. Era un partido de ensueño que se vio reflejado en una victoria momentánea de 2-0 para el América.
Pero los descuidos y tal vez un poco de soberbia hicieron que perdieran la ventaja en los minutos finales del partido. El juego de vuelta siguió con los malos augurios para los de Coapa, ya que desde el minuto 26 se quedaron con uno menos por la expulsión de Armando Manzo. Pero la llegada del medio tiempo les dio tiempo para replantear y motivarse, con un poco de ayuda de un penal fallado por el rival.
En el segundo tiempo salieron con la motivación del rival en las eliminatorias anteriores, pero sin la violencia que caracterizó ese partido para mostrar algo que se convirtió en una tradición: la forma de vivir del América. Con un “Ruso” inspirado y un equipo que no cedió ni un centímetro del terreno de juego, el América se veía arriba en el marcador apenas a los 10 minutos del segundo tiempo. La jugada fue totalmente de Daniel, quien recuperó desde medio campo y limpió su camino de tres rivales, su tiro se estrelló en el último obstáculo, pero Eduardo Bacas la definió.
Para el segundo, Daniel metió el balón al área en un tiro de esquina, el esférico fue peinado y rematado para un 2-0 cortesía de Alfredo Tena. Sin duda alguna Brailovsky fue fundamental para los goles y el tercero no fue la excepción. Condujo el balón por la banda y sirvió en la punta del área grande para un Javier Aguirre que, con un soberbio toque, se puso delante del portero y anotó sin problemas. La final terminó con un 5-3 global, y Brailovsky al fin coronó una campaña de ensueño.
Construir su nombre
En el siguiente certamen la leyenda Daniel Brailovsky terminó por definirse. El equipo avanzó sin problemas a la fase final tras obtener 46 unidades que lo colocaron la cuarta posición en la general. Como si se tratara de una repetición más, América y Guadalajara se vieron la cara en cuartos, pero no hubo competencia de igual a igual. Daniel siguió haciendo lo que le caracterizaba, y justo con eso mandó un fuerte zapatazo desde atrás de media cancha para Hermosillo, quien asistió para el gol de Alex Domínguez.
En la vuelta el “Ruso” se perdió el encuentro y el equipo lo resintió. Con un partido complicado parecía todo puesto para una hazaña, pero un gol más de Domínguez desde tres cuartos de cancha finiquitó el asunto.
La semifinal fue más complicada, el Atlas decidió dar batalla y llevó el encuentro hasta los penales, mismos que fueron definidos por la única falla de López Lomelí para los de Guadalajara. Fue así que se vieron las caras con un grande más, los Pumas de la UNAM, partidos que, a la larga, se convirtieron en los partidos más polémicos del futbol mexicano.
La ida terminó con un 1-1 con una fuerte participación de Daniel y con el empate de último minuto de Hermosillo para las Águilas. La vuelta, por otro lado, no tuvo la llegada del gol, así que, contrario a lo que estamos acostumbrados ahora, se jugó un tercer partido en cancha neutral. La sede de desempate fue la Corregidora de Querétaro.
En un encuentro que pasó a la historia por su gran polémica arbitral el América se coronó. Brailovsky se lució con un doblete y una asistencia, primero definió desde los 11 pasos, y después se separó de la zaga defensiva para definir tranquilamente ante la salida de Miguel Zelada. Finalmente el “Ruso” puso de frente a un Carlos Hermosillo que solo tuvo que picotear por arriba del portero para definir el 3-1 que trajo el bicampeonato.
Un movimiento que cimbró todo
Para el PRODE 85 el América se coronó con el tricampeonato, pero Daniel Brailovsky no disputó ni un solo minuto de la fase final, es más, no estaba ni en el país cuando estos partidos se disputaron. La razón fue sencilla: el sismo del 19 de septiembre de 1985. Daniel y algunos compañeros no sintieron el movimiento telúrico, pero fueron advertidos por televisión y algunas llamadas de directivos y familiares.
Fue así como Brailovsky habló con su esposa que en ese momento estaba embarazada. Pidió un permiso para salir y con la velocidad que lo caracteriza salió lo más pronto posible. En el camino vio todo. Los edificios caídos o por caer, la gente asustada, algunos hasta buscando a sus seres queridos de entre los escombros. La desolación de primera mano tocó a Daniel, y fue por ello que consideró irse del país junto con su mujer para tener a su hijo. La decisión fue impulsada por el médico del club, todo bajo el estandarte de los hospitales llenos y las infecciones.
La relación con los directivos se rompió, al punto que la FIFA fue intermediaria en el enfrentamiento, pero cuando el argentino cedió una parte del dinero de su contrato todo se solucionó. Por azares del destino el “Ruso” llegó al Maccabi Haifa, en Israel, pero las cosas no fueron las mismas, la pasión, el aguante, el sentimiento nunca llegó, y Daniel decidió darle punto final a su carrera.
No dejar el balón
Aún así su vida en el futbol no terminó ahí, para el 2002 regresó a tierras mexicanas pero esta vez desde el banquillo. Una nueva etapa se presentó, y los Tiburones del Veracruz fueron los elegidos para comenzar el camino, aunque solo consiguió tres victorias que contrastaron con dos empates y cinco descalabros.
A pesar del poco cartel detrás, Daniel Brailovsky arribó al Nido el 3 de octubre del 2007 para sustituir a Alfredo Tena, pero el éxito decidió no acompañarlo. Con 7 victorias, 2 empates y cinco derrotas, entre ellas la final de la Copa Sudamericana de 2007, el «Ruso» fue cesado en febrero de 2008. Su paso continuó por Necaxa, pero el sueño terminó ahí.
Fue así como decidió pasar a los micrófonos, labor que realizó en la Última Palabra, siempre siguiendo los ideales que le fueron inculcados desde pequeño. Una carrera marcada por su gran talento y despliegue futbolístico, pero sobre todo por su amor incondicional a su familia, que por ellos hizo de todo para darles cuanto podía y más.
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Por: Miguel Ángel Bustamante Rosas / @MiguelB07