Dante López hizo del 9 su apodo; su sobrenombre; su extensión: lo volvió suyo. Un jugador que transformó su dorsal en su identidad. El paraguayo cumple cuatro años de salir de Pumas pero su alias quedó para siempre. Son 28 los tantos que arremetió contra los rivales del cuadro auriazul. Cifra que su compatriota, Carlos González, está a poco de rebasar.
El delantero llegó a México con una trayectoria relevante. Debutó en 1998 con el Sol de América en la primera división de Paraguay. Luego fichó con el Cerro Porteño, club guaraní también, y después emigró a Israel. El Maccabi Haifa se convirtió en su equipo en 2003; una de las cuatro escuadras más importantes del futbol israelí. Posteriormente, llegó a España y formó parte del Córdoba un año después.
Tras viajar a la otra parte del mundo, retornó a su país natal. Esta vez creó acciones de peligro en el Club Nacional y en el Olimpia. De hecho, en éste último, marcó un récord que comparte con Pedro Osorio al marcar cuatro goles en el clásico del país sudamericano: Olimpia vs Cerro Porteño.
En 2006 se aventuró de nueva cuenta al balompié europeo y residió en Italia; allí portó los colores del Genoa primero y después los del Crotone. El siguiente año volvía, una vez más, a su nación; esta vez al Club Libertad. Dante tenía cerca de una década en ligas profesionales antes de llegar a la división de nuestro país.
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En ese entonces, el 9 de Pumas tenía dueño todavía, el argentino Esteban Solari. Fue hasta el 2008 cuando el conjunto universitario fichó a Dante. Aparecía como una figura prometedora junto a Martín Bravo. Jugador que después se convertiría en su fiel compañero y dupla de ataque de la casaca azul y oro.
Con Ricardo Ferreti al mando, los del Pedregal empezaron a subir de nivel pese a perder la final del Apertura 2007. Bastaron tres torneos para visualizar lo que, ahora sí, el de la jersey #9 podía hacer en la parte ofensiva del plantel. De la mano de universitarios como Leandro Augusto, Juan Francisco Palencia, Pablo Barrera, entre otros, el paraguayo expuso lo mejor de sí en el máximo circuito mexicano.
El sexto campeonato de Pumas llevó su nombre en el marcador. Dante López, quien ya forjaba el número como parte de él, hizo que los felinos alcanzaran la gloria frente a Pachuca. Fue en el 21´, en la final de ida, de una noche lluviosa, cuando la defensa de los tuzos erró una jugada a balón parado. Palencia, siempre atento, receptó el esférico. Dio el pase a David Toledo, quien figuraba como titular ese día, y disparó al arco. Miguel Calero lo rechazó. El rebote le cayó al guaraní. López no dudó frente a la portería. Tomó la pelota y la mandó al fondo. Gol. Ese fue el único tanto de la velada. La chispa que encendió la esperanza del campeonato.
El 31 de mayo del 2009 se jugó un partido único para ambas escuadras. El triunfo significaba la sexta estrella para cualquiera de los dos. Christian Jiménez adelantó a los de la bella airosa e igualó el resultado global vía penal. En la segunda mitad, aún con un millón de posibilidades, Dante volvió a aparecerse en el partido. Otra vez, Palencia volvía a ayudar en la jugada.
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Esa marcación es, quizás, la más icónica del sudamericano. Antes de azotar el balón en las redes, DL9 dio una vuelta sobre su eje para acomodarse. Luego de la caída de la anotación, el delantero festejó con una mano en el oído. Su sonrisa lo decía todo. Se acercó a la porra de Pumas que gritaba feliz detrás del arco de Calero. Fue estrella y figura en esa final. Después de él, Jiménez volvió a empatar y, finalmente, en tiempos extras, Pablo Dinamita Barrera anotó el gol que coronaba al conjunto auriazul.
Su carrera prosiguió en Pumas. El 9 lo llevaba tatuado en la espalda. Número que en su momento distinguió a Hugo Sánchez, a Cabinho, a Luis García, entre otros. Sus anotaciones hicieron que la hinchada se encariñara de él. Se volvió en un referente que, hoy por hoy, sigue causando un sentimiento de nostalgia y respeto.
Cuando Ferreti partió de la dirección felina, dejó algo más que tres títulos (dos como jugador (1980/81 y 1990/91) y uno como entrenador), la sabiduría y enseñanza a Guillermo Vázquez Jr. Memo llevó a la escuadra a realizar una temporada de casi ensueño durante el Clausura 2011. Solo perdieron tres partidos en todo el certamen. La evolución de Dante continuó desde la parte ofensiva, acompañado de Martín Bravo, Juan Carlos Cacho y el joven canterano Javier Cortés.
En semifinales se vieron contra Chivas. Un partido que iba más allá del pase a la final, se jugaba, también, por el orgullo de las instituciones. En el partido de vuelta, luego de una excepcional jugada de Darío Verón, eterno capitán de los universitarios, pasó la redonda a López. El latino solo se encargó de empujarla a la portería de Luis Michel. Dos años después de ayudar a Pumas con una estrella, repetía la dosis para jugar el último partido de la competencia. El resto fue historia. Así llegó la séptima.
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En 2016 se oficializó su salida definitiva del Club Universidad Nacional. Dejó 28 goles que ahora están a punto de superar. El último fue contra Xolos. La afición todavía lo vitoreó en aquella velada. Pareciera que la noche sacaba lo mejor de sí. Contra América, el acérrimo rival, le anotó uno en los últimos minutos del juego en el Apertura 2014. Otro de los más especiales por el tipo de duelo y del festejo, donde besó el escudo de la UNAM. Un amor que es para siempre.
Dante dejó un espacio en el noveno número de Pumas. Un espacio que no se ha podido llenar desde entonces. El deportista luego partió al Zacatepec, en la antes Liga de Ascenso MX, y después al Capiatá en su país de origen.
El ex felino jugó en siete equipos de su nación y solo uno en la máxima competencia de México. Aun con un reto cercano a romper, por ser el paraguayo con más goles en la historia de los auriazules, deja en claro que así como él nunca desistió en el césped, ni la afición lo dejó solo, consta de que el 9, definitivamente, no es para todos.
Por: Samantha González Silva / @ssmanthaglez