Aquellos “intelectuales “que en estos días han hecho notar y han celebrado la suspensión de los deportes y, sobre todo, del futbol, no solo demuestran poca empatía, sino que evidencian su escaso entendimiento filosófico.
No son pocos los escritores que han señalado y plasmado que, con el futbol, se pueden hacer las mejores analogías de vida. La selección argentina y mexicana dejaron de ser rivales timoratos y acomplejados después de haber sido instruidos por César Luis Menotti.
A sus paisanos, les sacudió el miedo antes de un partido contra Alemania -cuenta Valdano-, cuando un humilde y diáfano jugador de la albiceleste le dijera a éste en el vestidor: “César, los alemanes son fuertísimos”. “¿Fuertes? –replicó Menotti – no diga bobadas. Si a cualquiera de esos rubios los llevamos a la casa donde usted creció, a los tres días lo sacan en camilla. Fuerte es usted que sobrevivió a toda esa pobreza y juega al fútbol mil veces mejor que esos tipos”; a los nuestros, sencillamente les exhumó el mote (de la prensa y de las entrañas) de “ratones verdes”.
Lejos de profundizar sobre una u otra estrategia, hoy México y el mundo necesitan una mezcla de la mejor versión de Guardiola o Lavolpe y la mejor versión de Mourihno o Lapuente, según sea el gusto del lector y siéntase en plena libertad de colocar a los entrenadores que a usted más le agraden.
De Guardiola, estamos obligados a ensayar el significado de equipo, de jugar en conjunto, de que los once jugadores aporten y no se neutralicen con suma cero. De Mourihno, a esperar, a resistir con paciencia y con la firme convicción de que este partido no se pierde a pesar del vendaval y las circunstancias adversas. A replegarnos, a obedecer la orden del que tiene el mando, aunque no estemos de acuerdo.
De ambos, el absoluto respeto al rival, a no ensuciar la pelota con necedades y oportunismos, a no hacer faltas innecesarias que nos ocasione la pérdida valiosa de jugadores.
No se trata de erigir ídolos ni de otorgarle diferente mérito a las distintas posiciones en la cancha, todas suman. Todo el equipo está obligado a buscar el mismo objetivo, cuando esto no sucede, el proyecto solamente conseguirá derrotas y fracasos.
Hoy es imprescindible creer que este partido se gana “a como de lugar”, de cualquier forma y manera; es primordial saber que no hay espacio para un resultado adverso, y que la solución está en “nuestros pies”. Aquí lo ganamos en conjunto, lo juegan once, pero lo gritamos todos, lo festejamos a una voz y fundimos en un abrazo el resultado del equipo. Porque, a fin de cuentas, ¿qué es un equipo sino el resultado obtenido por los emisores y celebrado por los receptores?
Con el gol ganamos de forma indivisible, los que lo hacen y los que se van abrazados caminando a casa con el sabor del triunfo y el absoluto y efímero olvido de todos los problemas de la semana y, a veces, del mes.
Está claro, hace más de 20 años que dejamos de ser los “ratones verdes”, este encontronazo se resuelve con obediencia, resiliencia, ánimo y gallardía.
El Universo tuvo que ajustar después de recibir tantas tropelías, y lo hizo de forma inesperada y radical, sin duda, lo volverá a hacer ya que todo acto -según Newton- tendrá una consecuencia, ya sea a corto o mediano plazo (porque a largo plazo todos estaremos muertos, dice John Maynard Keynes). Así que, toca afrontar las consecuencias con pericia y voluntad, pero, principalmente, con todo el valor, esfuerzo, bravura, pundonor y dignidad de las que estemos hechos.
Ánimo, México, de ésta salimos, mientras tanto, no salgas, quédate en casa.
#QuédateEnCasa
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Por: Alonso Gutiérrez Romero / @Alonso_Gtz_R