Fue al final del siglo XVIII que se descubrió la posibilidad de capturar la luz en un papel, la imagen de un momento, y a partir de ese acontecimiento el desarrollo de la tecnología ha
facilitado el compartir todo momento que se crea es especial, y así, con los avances para capturar el suceso también se abrió la posibilidad de transmitirlo a lugares remotos para compartir la alegría, la pena, la ira, la indignación o el asombro de lo que existe en un lugar distante.
Hay casos afortunados en los que el espectador se ve beneficiado con la transmisión de un evento porqué a pesar de la distancia puede ser parte del suceso, vivirlo como si estuviera en el lugar y disfrutarlo. También existen los casos que al ser capturados por una lente pierden valor ya que sus virtudes solo pueden ser percibidas al estar presentes en el lugar y momento mismo del acontecimiento.
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Lo que es importante destacar es que en cualquier caso, el receptor, solo es testigo de una visión parcial del suceso. En el caso de los deportes podemos mencionar a el ‘Mago’ Septién o a Don Fernando Marcos que en sus crónicas radiofónicas hacían que juegos aburridos y sin importancia parecieran batallas en las que se decidiría el destino de la humanidad; lo anterior generaba para los escuchas una realidad distorsionada que, de algún modo, se ajustaba de una forma, por decirlo de un modo, inocente, al gusto de los participantes tanto como de los ajenos en cualquier lugar donde estuvieran.
Adelante del cuadro
Para los espectadores de un acontecimiento como el futbol o el teatro es claro que lo que sucede ante sus ojos es un acto verdadero, único, lleno de vitalidad al que no se le puede ver en cuadros parciales, y sin embargo, existe todo un aparato detrás que lo hace posible, que lo vuelve un espectáculo vivo y que tiene toda la intención de maravillar al público asistente.
Ahora, con el paso del tiempo, en distintos lugares y por distintas razones, las transmisiones de acontecimientos importantes pueden ser de lo más explícitas y detalladas
procurando que nada escape a los ojos del que estará del otro lado de la pantalla, con intenciones, a veces, muy perturbadoras.
Desafortunadamente, en estos días de fiestas y celebraciones navideñas, las transmisiones de escenas llenas de luces, banquetes y afortunados convidados son repetidas hasta el
convencimiento de que todo es brillante y feliz, dejando fuera de cuadro la otra parte de la realidad, menos gozo, más indiferencia, menos boato, más carencia, menos integridad y
mayor corrupción.
Es una desgracia que la corrupción llegue a todos los ámbitos y a todos los niveles, que tengamos que decir que es normal o hacer como quien no ve, es lamentable que en pantalla sea verdadero el vandalismo y se desaparezca la indignación social, que haya espacio al aire para mostrar una farsa de unos cuantos y se oculte, fuera de la programación, la realidad de las masas.
Ahora, con la tecnología avanzando, tenemos la posibilidad de compartir nuestra realidad (aunque sea parcialmente y seamos nuestra propia censura) a través de una pantalla al alcance de nuestra mano y esperemos que se prevalezca la verdad y desaparezca la corrupción.
Por Abraham Alcalá / @Abraham8Alcala