Pensar en Dinamarca ganando la Eurocopa de 1992, es saber que la memoria tiene sus laberintos, un va y viene, recoveco trunco que nos regresa a una década pérdida en el recuerdo. Lugar desde el cual observamos los acuerdos de paz, entre la guerrilla salvadoreña y el ejército, después de 12 años de conflicto armado. Allí donde Peter Schmeichel comenzaba a encontrar casa, con patio y dos estacionamientos en los tres palos, después de que en el verano del 91 lo fichara el Manchester United. La esperanza empezaba a levantarse de la tierra. La liberación de precios llegaba a Moscú y el combate contra la reciente escasez en Rusia, ocupaba las primeras planas. Todo eso y más, mientras Linda Martin cantaba en Eurovisión.
Brian Laudrup, por otra parte, pintaba para ser una pieza fundamental del bastión danés, ¿y quién lo podrá olvidar? No hay duda, aquí el tiempo se sucedía como un río eterno, Kairós contra Cronos y abajo Henrik Larsen esperando su momento, la Serie B del futbol italiano lo había dejado de lado, no sabía que su historia ya giraba en torno a una saga que se convertiría con los años en ficción, relato épico de un campeón de goleo en tiempos modernos.
Ya que la Selección de Dinamarca, llegaba a la Eurocopa para suplir al combinado de Yugoslavia, el cual no pudo asistir al torneo. La razón, también tiene su historia. En el 89, Milosevic al negar la autonomía de Kosovo, desencadena los vientos de guerra que para el 92, habían terminado por sepultar a la República Socialista Federal de Yugoslavia, país que Tito había gobernado con mano de hierro y que ahora se encontraba sufriendo los estragos de un conflicto armado.
Sin embargo, los daneses comenzaron de manera floja la contienda. La ausencia de Michael Laudrup, hermano de Brian y su disputa con Moller-Nielsen, habían movido el piso del vestuario. De dos enfrentamientos, robaban un punto perfilándose de cara a la batalla con Francia, ni Cantona pudo detenerlos, el tren de Dinamarca corría sin frenos. En Copenhague, allí donde Joyce quería que un gato aprendiera a cruzar la calle sin ayuda de la policía, las noticias volaban. Era Dinamarca de 1992 contra Van Basten y Larsen catapultándose a la gloria.
¿Quién iba a suponer lo que sucedería en Gotemburgo? Alemania pierde la final y ocurre un acontecimiento histórico, que sigue repercutiendo aún hoy, en la esfera política de un futbol internacional descafeinado, donde los metarrelatos se quiebran dejando un pseudo formalismo. Por eso, regresemos al principio del relato, donde en el verano del 92, cada instante era un siglo, cada siglo un segundo. Y los gatos sin policías cruzaban la calle, coronándose en la Eurocopa.
Por: Andrés Piña/@AndresLP2