Por Germán Fierro
Con mucho cariño para el Profe Enrique
Teníamos un muy buen equipo.
Defensa confiable, media muy talentosa, delantera goleadora y un portero regular… ése fue el problema. En la final de la categoría de Escuelas Secundarias, nuestro portero se comió tres goles y perdimos cuatro a uno. Valimos madres.
Pero, bueno, justo es reconocer que también teníamos un excelente DT, el Profe Enrique, a quien culeramente apodábamos “El Buitre”.
Y es que, viendo hacia atrás, qué se puede esperar de un grupo de adolescentes de barrio todos dispuestos a la pelea futbolera.
La cosa es que, nunca se lo dije, pero “El Buitre” fue más allá de sus labores como maestro y DT: nos dio esperanza. De alguna forma, el Profe dotó de uniformes al equipo, algo que en esos tiempos, era casi un milagro.Y darle camiseta de Tigres a unos güercos que muy probablemente la mayoría no tenía más de tres prendas en su guardarropa, era toda una obra filantrópica.
Desgraciadamente para “El Buitre”, nosotros estábamos demasiado ocupados en la irreverencia y en futbol como para agradecerle tan noble gesto. A décadas de distancia, todavía platicó con algunos integrantes de ese equipo y lo que más recuerdan es el uniforme y la dirección del Profe Enrique. En verdad, ¡gracias, maestro!
Volviendo al portero, hay quien dice que buenos hombres no necesariamente son buenos arqueros. El ejemplo más simbólico es el de Nahuel Guzmán, el portero multicampeón con Tigres.En la cancha, el argentino es, como dicen en su tierra natal, un auténtico hijo de puta. Siempre dispuesto a provocar al rival, a sacar provecho del reglamento a favor de su equipo, en resumen, a hacer todo lo que pueda para ganar.
Más allá de lo marrullero, es el mejor de la Liga MX: reflejos felinos, buena colocación, juega muy bien con los pies y siempre ordena a la defensa. Debe de ser de los mejores en la historia que han venido al futbol mexicano. A lo mejor fuera de la cancha, en su casa o con sus amigos, es un angelito, pero en el rectángulo verde es un cabrón hecho y derecho.
En contraste, nuestro portero en Secundaria, era muy buen hombre, pero bastante regular.
Me acordé de Elías, nuestro arquero, porque hace unos días falleció. Me dio la remembranza y, pinchemente, lo primero que me vino a la mente fue ese partido que perdimos en gran parte por sus errores.
En su vida, nuestro portero fue un hombre muy religioso y apegado a la familia.
Y eso es lo que importa, porque, a lo mejor pudo haber sido excelente portero, pero un hijo de la chingada con sus semejantes. Y no fue su caso.
Ojalá y donde esté ahora siga siendo un muy buen hombre y acabe mejorando en la portería. ¡Buen viaje al buen hombre! Porque, acá abajo en la tierra, los hijos de la chingada sobramos.