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En septiembre de 1985, la Ciudad de México sería despertada por una de las catástrofes más grandes de su historia. Un terremoto que dejaría miles de muertos y un espíritu devastado. Sin embargo, ocho meses después, la memoria nacional obtendría un respiro.
Lo único que anhela la afición es un gol. De la mano del hijo pródigo, Hugo Sánchez, las esperanzas crecen entre las más de 100 mil personas en el Estadio Azteca. Es el debut de la Selección Mexicana en la Copa del Mundo.
Minuto 22. Fernando Quirarte disipa la depresión colectiva y la hunde en un único grito ensordecedor. Nadie recuerda el sufrimiento. Después del tiempo reglamentario, el seleccionado mexicano, terminaría ganando su primer partido por un marcador de dos goles a uno ante su similar de Bélgica.
–¡No chingues, mi Chuy! Pues si era De la Madrid, por eso le estábamos mentando la madre. Sale a hablar como si no tuviera este país hundido en la mierda. –Decía muy molesto, Toño. La presencia del presidente, le había amargado su primera visita al coloso de Santa Úrsula en compañía de su hermano.
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—Un morro bien delgadito, alto él. Con cabello largo y muy rebelde. Así recuerdo a Toño, ¡Ay, mi Toñito! Cómo amaba su barrio, Ciudad Nezahualcóyotl. Hincha de Boca Juniors, América y, por supuesto, de los Coyotes Neza.
¡Ay, mi carnalito!, cómo fue a terminar. Tanto que le gustaba el pinche futbol, yo na’ más lo acompañaba porque no me latían los desmadres en los que andaba. Desde que entró al CCH Oriente, sabrá cuánta chingadera se metía.
Chuy era un cabrón, le valía madres todo, pues nunca fue a la escuela. A los 17 años ya era poli, eso fue por ahí del 81. Cinco años después, ya era respetado por los buenos y los malos.
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—¿Estás escuchando, Chuy? Neza va a ser sede del Mundial, neta que no me la creo. —Gritó Toño entrando a su casa y dejando sobre el suelo su morral de franela.
—Hasta crees, desde que Portillo nos metió en este desmadre, no hay ni pa’ tragar, menos para el futbol.
—¡Te lo juro! Los del comité vecinal están juntando chavos para arreglar las calles, igual y nos dan dinero para remodelar la casa. Quién sabe, yo creo que estos sí nos ayudan. A los que se fleten la chamba nos van a dar boletos para los partidos aquí en el López Portillo. —Chuy solo miró a su hermano con indiferencia.
Durante varios meses, Toño dejó de asistir a sus clases y en cambio se dedicó a las labores de levantar Nezahualcóyotl para no dar tan mala imagen a los turistas.
Se veían ir y venir camionetas, maquinaria pesada y personal. Solo se enfocaron en una avenida, la Gustavo Baz, que daba directo al estadio, de lado poniente del mismo seguía un paisaje desértico, lleno de basura y el canal de aguas negras. Pero en el acceso norte y oriente las calles ya estaban lisas, las banquetas recién pintaditas. Había nuevas señalizaciones de tránsito. Sembraron árboles por toda la avenida. Era un nuevo Neza, uno que sus habitantes no conocían.
Como no había tanto presupuesto para el municipio, en lugar de poner pasto en los camellones, les mandaron costales de aserrín verde, aunque solo duró para las primeras fotos. Incluso montaron entre calles las banderas de las tres selecciones que jugarían en este municipio: Dinamarca, Escocia y Uruguay. La selección que faltó para completar el grupo E, Alemania Federal, tuvo todos sus encuentros en Querétaro.
Las casas que se encontraban frente al estadio habían sido cubiertas por una gran barda pintada de color ocre, con arcos en lo más alto de ladrillos rojos y baldosa. A quienes habían logrado construir correctamente sus fachadas, les respetaron el esfuerzo y las dejaron como se encontraban originalmente, así como la casa de Toño, fruto del dinero que les mandaba su padre del gabacho. Los organizadores no querían que se viera la pobreza, los tabiques sobrepuestos y mucho menos, los niños encuerados jugando en sus patios.
—Estas madres que pusimos se van a caer. —Decía Toño en la cena con su madre y su hermano. —Nos hacían meterle una de cemento por ocho de arena. Se traen un desmadre, estos pa’mí que solo se quedan el varo que les manda la Federación. No se dan cuenta de que dando vuelta a la Cuarta Avenida regresas al Neza real.
—¿Al menos sí les dieron los boletos para los partidos?
—Ni me recuerdes, que nos prometieron boletos para los tres partidos y hasta horita, no nos han dado nada. Me ofrecieron una chamba atendiendo a los ricos en los palcos, lánzate tú.
—La veo canija, tenemos órdenes estrictas de llevar a los gringos en cuanto termine el partido a sus hoteles allá en la Ciudad. No quieren ver ni uno de esos cuando empiece a caer la noche, tienen miedo de meterse en una bronca.
—No son gringos, güey, estos vienen de Europa y Sudamérica.
—Como sea, igual son güeros, ¿no? Mira, acepta lo que te ofrecen y te pones a ver el partido, qué tanto te pueden pedir, con que les mandes unas chelas.
4
Por todos lados se respiraba el ambiente mundialista. Cinco días después del primer partido de México, el 8 de junio, las calles del barrio se pintaban de rojo y azul. El Neza 86 hacía su debut como estadio mundialista. La gente del municipio sacaba sus sillas para ver a los extranjeros que llegaban en caravanas; tomando toda la calzada Zaragoza hasta la López Mateos para entonces tomar la Cuarta Avenida, hasta toparse con el nuevo Neza, que solo eran unos cuantos kilómetros de la calle Gustavo Baz.
Los más pequeños tocaban a los extranjeros para ver si eran reales, pues la mayoría eran considerablemente altos, con los rostros pintados y sus camisetas de la Selección Danesa o Uruguaya.
El joven estadio veía su primer partido internacional, la gente apenas iba ingresando a las gradas con el calor del medio día y los ánimos a tope.
—¿Ya oíste?, dicen que en ese palco está Maradona, por eso no nos dejan pasar.
—Cómo crees, esa nadie te la cree, Toño, ya alucinas con tanto extranjero que ves por acá.
Mientras tanto en las gradas, la atención de la afición se enfocaba en el palco principal, pues los rumores eran ciertos, Maradona saludaba desde su asiento al público que se emocionaba con la presencia del argentino.
El estadio lucía a la mitad de su capacidad, pues los juegos programados no eran muy atractivos para le gente, así que al medio tiempo el presidente municipal, José Lucio Ramírez, algo entonado por el alcohol, ordenó que abrieran las puertas del estadio para que la gente pasara gratis y éste se viera lleno en televisión. Niños, hombres, señoras. Todo mundo entró al estadio, algunos ni siquiera llegaron a saber lo que era el Mundial de futbol, aún así con tal de ver lo que pasaba, ingresaron al estadio a ver.
—Ven, chamaco. —Decía un acompañante del presidente municipal en un tono de balbuceo a Toño, quien se acercó para preguntar si necesitaban algo. —¿Conoces a Diego? Vino a visitarnos para el partido, pero no quiere probar esto. —Del bolsillo de su pantalón sacó una bolsita con un polvo blanco, también un llavero con una pelota de béisbol colgante que utilizó para llevar el polvo a su nariz.
—No me cree que con esto va a ser campeón del mundo, toma, prueba un poco. —No, señor. Muchas gracias, estoy trabajando.
—Y yo estoy con Maradona y el presidente, qué más da.
Toño no se resistió y aspiró un poco de aquel polvo blanco, de inmediato todos sus sentidos se agudizaron y sintió una necesidad de salir corriendo a la cancha entre gritos de euforia. Ninguno de sus compañeros lo dejó.
Después del desenfreno de Toño, el partido estaba por terminar y Maradona se retiraba del estadio para evitar la multitud a la salida.
—Todos ustedes están locos de verdad, soy un deportista, si me atrapan usando drogas va a terminar mi carrera. —Murmuraba el 10 argentino antes de salir por la puerta del palco.
Ese día Dinamarca se ganó el corazón de todos aplastando a los uruguayos, seis goles a uno.
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—¿Qué más quieres que te cuente? Lo que vino después fue muy triste para todos. El muy cabrón, en una de sus loqueras con la pinche coca, fue a dar al canal y se ahogó por andar con unos güeyes que eran la pura maldad. Nadie hizo lo posible por rescatarlo, qué se iban a andar aventando a la mierda por rescatar a mi hermano. Solo querían su lana. Ni siquiera llegó a ver las finales.
Uno a uno casé a esos pobres pendejos, no tienes idea de cómo les fue en cana. Ahí tengo varios contactos. Tú sabes cómo es esto, el que la hizo, que la pague, y al doble, me cae de madres.
6
Antonio Hernández nunca se enteró que Maradona sería seleccionado en su primer partido, aleatoriamente, para hacerse el antidoping en su victoria contra Corea del Sur tres a uno. El destino le tenía preparado algo mejor para ese Mundial y, aunque en ese entonces le dijo que no a la cocaína, esa misma acabaría con su carrera años después.
Tampoco supo que ese Mundial lo ganó Argentina, que eliminarían a la Selección Inglesa en medio de una gran problemática social que vivían estos países, con dos de los goles más famosos de la historia del futbol mundial: el llamado gol del siglo, donde el Diego regatearía a varios ingleses desde el medio campo hasta el portero para después anotar. Y el más famoso aún, “la mano de Dios”, el gol que le dio el triunfo a la albiceleste dos a uno en los cuartos de final de México 86.
El 10 no se conformó con todo eso, llevó a su selección a ganar el campeonato mundial ante la Alemania Federal, con un marcador final de tres a dos. También fue galardonado con el Balón de Oro del certamen mundialista, otorgado por la FIFA a partir de 1982. Lo único que le arrebataron fue la bota de oro a mejor goleador, se la llevó el inglés llevó Gary Lineker.
Chuy Hernández al día de hoy tiene 55 años, sigue viviendo en el mismo domicilio que en 1986. Ahí en la calle Perjura de la Benito Juárez. Su casa ha cambiado con el paso del tiempo, ya las bardas que levantó su hermano no existen más. El Neza del 86 ha desaparecido y volvió a su realidad.
Él, ahora retirado, no se pierde el futbol, se volvió un aficionado más del Club América y del extinto Toros Neza. Su más grande sueño es ir a una final de la Copa Mundial de futbol y llevar consigo el recuerdo de su hermano.
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Por: Miguel Neri / @NeriClandestino