Marco Antonio Figueroa se acerca a cobrar el penal. Es el segundo de la tanda, pero Ricardo Campos falló el primero, por lo que el Morelia iba en desventaja. El Fantasma toma distancia, se encarrera y golpea fuerte a la esquina inferior izquierda. Adrián Chávez por poco logra conectar la pelota, pero el portero americanista no puede añadir un penal detenido más a su cuenta. No hay prisa. Todavía quedan tres penales más por cobrarse…
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Nacido en Chile, el delantero llegó a tierras mexicanas en 1986 a un equipo en plena reestructura bajo el mando del empresario de artículos plásticos, Nicandro Ortiz: el Atlético Morelia. Jugador previamente del Unión La Calera y del Everton de su país natal, Figueroa llegó a Morelia con buenas credenciales, pero lo que hizo para el nuevo club rebasó completamente cualquier expectativa que se podía tener.
El Fantasma -apodo conseguido por su manera de celebrar los goles, levantándose la camisa para cubrirse la cara- se convirtió en dos periodos en el goleador histórico del equipo con 130 anotaciones. Eran buenos años para los Ates, y el Fantasma representaba el amor y la pasión por esa camiseta. Su carácter explosivo y aguerrido lo convirtieron en un ídolo absoluto dentro de la institución.
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En esos años, Morelia llegó a la semifinal contra América en la temporada 87-88. Después de haber empatado dos a dos en el estadio Venustiano Carranza de Michoacán, la vuelta se jugó en el Azteca. Ambas escuadras dieron un gran partido que terminó en tiempo regular empatado a dos goles. En los tiempos extra, los Ates se fueron adelante, pero la Águilas remontaron. Aún así, cuando el árbitro silbó el final del encuentro, Morelia celebró creyendo que el gol de visitante les daba el pase a la final.
Cuatro personas en el estadio sabían que lo que estaba pasando era contra el reglamento: el periodista Fernando Schwartz, narrador del encuentro; Alfredo Tena, el capitán americanista, Jorge Vieira, técnico azulcrema, y Antonio la Tota Carbajal, entrenador del equipo michoacano. El reglamento estipulaba que los goles de visitante solo contaban en los 90 minutos, después de eso un empate tendría que ser definido por penales.
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La Tota lo sabía, pero al ver la decisión de Miguel Salas, el árbitro del partido, ordenó que sus jugadores se metieran al vestidor, a bañar y de ser posible hasta al camión, antes de que se dieran cuenta del error. Sin embargo, después de 40 minutos, Salas revisó el reglamento y ordenó los penales. Hubo mucha confusión. El equipo moreliano no quería salir. Tuvo que intervenir el gobernador de ese estado para que se pudiera definir el encuentro. América venció y avanzó a la final.
Esto fue un robo. Para qué se hacen los reglamentos si no se respetan. Ojalá se ahoguen todos los americanistas con el sorbo que se tomen de la copa.
Con esa declaración, El Fantasma Figueroa expresaba su frustración. Nunca estaría más cerca de levantar un título con ese equipo, con el cual la relación de respeto y amor era totalmente recíproca. Por eso y otras muchas razones, su traspaso al América en 1990 fue breve y fantasmagórico. Regresó a Chile para jugar con el Cobreloa, pero después de un año regresó a su amado Morelia para terminar de consagrarse como goleador histórico.
A pesar de que nunca les dio una copa, para los aficionados de Monarcas, la imagen más feliz que tienen es la de Marco Antonio Fantasma Figueroa corriendo por la cancha con su playera tapándole la cara. Y probablemente si le preguntamos a él, nos diría que su imagen más alegre es haciendo lo mismo con la camiseta amarilla y roja.
Por: Bernardo OV