Después de una temporada irregular, difícil, Román Riquelme abandonó Barcelona, desconsolado y con una revancha con sí mismo. El enganche argentino estaba ávido por una segunda oportunidad, en un equipo que valorara su talento y le brindara el arropo necesario para desplegar su mejor versión. Entonces, apareció el modesto Villarreal, que para ese momento –mediados de 2003– tenía cinco años en Primera División. Su fichaje con el Submarino parecía un exilio, más que una solución.
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Y sí, no fue sencillo, el argentino tuvo que comenzar de cero, y aunque se le respetaba lo mostrado en Boca Juniors, el futbol español se juega a otro ritmo, con otro tipo de características. Riquelme se refugió detrás del centro delantero, siempre con la libertad para explotar el arsenal futbolístico a los costados… La recompensa llegaría. En su primera temporada, rodeado por Sony Anderson o compatriotas como Sebastián Battaglia y Fabricio Coloccini, Román guió al equipo hasta las semifinales de la Copa de la UEFA, donde caerían ante el Valencia.
Ese primer curso abrió el interés de la directiva por hacer valida su opción de compra. Para la temporada 2004-05, y con la llegada de Manuel Pellegrini al timón, Riquelme asumiría un papel más protagónico. Esa misma campaña arribó Diego Forlán, uruguayo que se convertiría en su mejor socio. Esta dupla convertiría 40 anotaciones y serían los artífices del tercer lugar, histórico, de un Villarreal en el que también destacaban Marcos Senna y Juan Pablo Sorín, entre muchos otros.
El clímax llegaría para su tercera campaña. Clasificados a la Champions League para el curso 2005-06, Pellegrini preparó a su equipo para intentar trascender en este torneo, sin pensar que las consecuencias serían tan favorables. En el máximo certamen europeo llegaron hasta semifinales, donde se encontraron al Arsenal de Thierry Henry y Arsène Wenger. En la ida, en Londres, los de casa se impusieron por 1-0, pero restaban 90 minutos más en el Madrigal.
Con su gente en la tribuna y un penal en los últimos suspiros, que pudo significar el alargue de la llave, Riquelme se perdería de la gloría con su Villarreal. El 8 besó la pelota y tuvo un duelo de miradas de con Jens Lehmann, el cancerbero alemán. Román tomó vuelo, y decidió poner el esférico en el costado izquierdo, sencillo para el cancerbero, que era un experto en estudiar a los posibles tiradores desde los once pasos.
El Submarino se quedaba a la orilla de una verdadera épica, pero no por ello del reconocimiento de la afición propia y ajena.
El 2006 firmaría el adiós que ponía fin a una etapa gloriosa para el club, a su internacionalización y el recuerdo. Román pidió salir del club. Se refugió en Argentina, con Boca Juniors, que consiguió el préstamo del volante, hasta finales del 2007, cuando tuvo que retornar a Villarreal, para culminar con seis meses de contrato restantes.
Aquella época, sin actividad, aunque entrenándose con el primer equipo, significó su despedida definitiva del cuadro amarillo y del sueño europeo. Desde entonces y hasta 2014, vestiría los colores xeneizes, para cerrar con seis meses más con Argentinos Juniors. Todos le recuerdan con el ‘8’ a la espalda y el balón en los botines.
Por: Rubén Guerrero Atilano / @RubenGuerreroA