Como gran relator de la cultura, Diego Rivera quería poner al alcance de todos la historia de México con un mural alrededor del Estadio Olímpico Universitario. Por un pleito con el presidente Miguel Alemán apenas terminó el 20% de La Universidad, la Familia Mexicana, la Paz y la Juventud Deportista.
El proyecto de Diego Rivera
Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, nombre completo del artista mexicano, inició los trabajos en la parte central del recinto. Con piedras naturales de colores plasmó el escudo de la Máxima Casa de Estudios.
Unió el presente y el pasado. Dispuso una serpiente emplumada en la parte inferior, recordando a Quetzalcóatl, junto mazorcas de maíz. Representó a dos atletas, masculino y femenino, encendiendo la antorcha del fuego olímpico.
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Como símbolo de paz puso a un hombre y a una mujer unidos por la figura de un niño y a quien entregan una paloma. Todos albergados por las alas extendidas de un cóndor y un águila posando sobre un nopal.
“Indudablemente la realización más importante de mi vida de obrero plástico, simplemente porque a mis posibilidades individuales de invención y construcción, a mi sensibilidad creadora, se han sumado setenta sensibilidades de obreros admirables, de albañiles y canteros”, dijo Diego Rivera en 1952.
El freno
Con 300 mil pesos el compañero de José María Velasco en la Academia de San Carlos pagó a 70 trabajadores, los honorarios de Luis G. Serrano y los suyos; conforme al contrato que firmó junto al arquitecto Carlos Lazo el 2 de junio.
La idea original era cubrir 14 mil metros cuadrados del estadio. Sin embargo, tuvo diferencias políticas con el presidente Miguel Alemán, quien canceló el proyecto.
Para sacar las herramientas, polines, andamios y demás materiales de “El Sapo”, como le apodaban al maestro muralista, envió una carta al entonces rector de la UNAM, Luis Garrido. El mando supremo de las fuerzas armadas le había impedido acercarse al estadio.
Garrido accedió a la petición. Diego Rivera recuperó parte del material que usaba para la construcción del Museo Anahuacalli, albergue de piezas precolombinas, fotografías y algunas piezas del maestro.
Un mural entre dos versiones
La afición de los Pumas de la UNAM contemplaría la historia de México por cada puerta del estadio antes de celebrar cada gol o insultar al árbitro por “malas” decisiones. No ocurrió. Sólo tienen una parte del legado del muralista.
Problemas de salud alejaron al esposo de Frida Kahlo de las piedras de colores y andamios en el Olímpico Universitario, según señala la versión oficial. Aunque, el implicado dio otro relato en su biografía.
Como si fuera un aficionado viendo al silbante marcar un penal contra la escuadra de sus amores, Diego Rivera tomó un megáfono y le mentó la madre a Miguel Alemán en una de sus visitas a Ciudad Universitaria.
“Qué tanto fue real que le mentara la madre, no lo sé. Eso lo cuenta en su biografía. Diego era un poco llevado… Hay muchas cosas que ya sabemos que sólo era para darle un poco de color al asunto”, dijo el nieto del muralista, Juan Coronel Rivera, en entrevista para Excélsior.
Frida y Miguel Alemán
No era la primera querella entre el presidente y uno de los representantes de la cultura mexicana. En los años cuarenta, un mural del artista en el Hotel del Prado centralizó la atención por la frase: “Dios no existe”, escrita por Ignacio Ramírez, “El Nigromante”. Entonces Frida Khalo envió una carta a Miguel de la Madrid, quien le respondió:
“Sucede con frecuencia que los ciudadanos piensan que la ley es la voluntad del Presidente de la República; pero, para una persona de la alta cultura de usted no se puede escapar que dentro de nuestro sistema constitucional, las autoridades sólo tenemos las facultades limitadas por las propias leyes. En consecuencia, ni en nombre de la libertad ni de la cultura debe jamás un gobernante quebrantar su obediencia a la ley y en el caso a que se refiere, mi intervención como usted la desea, no está dentro de las facultades del Presidente de la República”.
Nadie sabrá si Rivera ofendió o no al presidente de México. La única certeza está a la vista de todos, dentro del Estadio Olímpico Universitario, Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Por Nayeli Valencia / @nayevalencia_a