En el futbol existen distintas formas de ser recordado. Tenemos a los villanos, a las estrellas rutilantes que terminan por apagarse, y a las leyendas. Pues bien, Miguel Calero sin duda alguna pertenece a este último rubro. Colombiano de nacimiento pero hijo predilecto de la Bella Airosa, arribó al Club Pachuca en el año 2000.
El cafetalero abandonó su tierra en búsqueda de nuevos retos, dejando en su país dos campeonatos con Deportivo Cali y Atlético Nacional respectivamente. Ya en tierras aztecas, Calero se afianzó rápidamente en Pachuca. Partido tras partido demostraba sus capacidades. Seguridad bajo los tres palos, reflejos, liderazgo —actitud que se vuelve fundamental para un arquero— y, por si fuese poco, gol. A pesar de que Calero era el encargado de defender el arco, en ocasiones también era capaz de imponerse en los aires y rematar a gol. Tal vez esa fue una de las razones por la que le decían Cóndor.
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La relación entre Pachuca y Calero se extendió por 10 años, tiempo suficiente para cosechar múltiples campeonatos, Curiosamente, éstos suman el mismo número que su estadía en el club. Desglosando los títulos, fueron en total 4 ligas y 6 torneos internacionales. A estas cifras se suman otros dos con su selección. En resumen, Calero fue un arquero ganador en toda la extensión de la palabra.
Ahora bien, dentro de tan imponente palmarés, destaca un episodio fundamental para la construcción de su leyenda. Calero era el líder de aquel Pachuca que logró algo hasta entonces imposible para un equipo mexicano: ganar un torneo sudamericano. La Copa Sudamericana del 2006 fue el escenario para la gesta. Calero se coronó en tierra ajena tras vencer a Colo-Colo en Chile.
Desafortunada y paradójicamente, en muchas ocasiones, el precio del éxito es la desgracia. Calero se encontraba en un momento futbolístico inmejorable cuando su estado de salud comenzó a empeorar. En 2007 sufrió una trombosis que lo alejó de las canchas. A pesar de ello y dando una muestra más de su valía, Calero regresó. Inclusive jugó el Mundial de Clubes del 2008, último torneo internacional que disputó.
Ya cercano al retiro, Miguel Calero se dedicó a entrenar a los arqueros en Pachuca. Entre ellos estaba el joven Rodolfo Cota, quien se perfilaba para ser el sucesor del Cóndor. La relación entre maestro fue tal, que Cota decidió homenajear a Calero con un tatuaje en su pantorrilla.
A finales del 2012 se dio a conocer la triste noticia de su hospitalización; Calero sufrió un infarto cerebral. Los amantes del balompié se mantuvieron en suspenso a la espera de que el crack saliera avante. Por desgracia, Calero falleció en diciembre debido a un paro cardiorrespiratorio. Como era de esperarse, Pachuca y 10 mil aficionados homenajearon al personaje. Cada atajada, gol y muestra de valentía construyeron su legado. Miguel Calero, una leyenda del futbol mexicano.
Por José Macuil García