A la espera de que se oficiara una nueva misa y cayeran los goles en diciembre del 2004, entre la hinchada de los Estudiantes de la Plata se presentía que alguien había arribado. Era nada menos que Ernesto Sabato, figura emblemática de la literatura argentina. Intelectual imprescindible que rompió los esquemas en 1948 con “El Túnel”. Novela que le valió elogios del mismo Albert Camus.
Pero la historia no sólo lo recuerda por su pluma rebelde. Sabato fue también uno de los principales defensores del futbol como sujeto literario. Contraponiéndose a la vieja imagen que por aquél entonces poseían los escritores latinoamericanos sobre el balompié.
Su siguiente obra “Sobre Héroes y Tumbas” marca tácitamente un quiebre narrativo. Es allí donde resalta la relevancia de los temas cotidianos que realmente configuran la naturaleza intrínseca del sujeto o en este caso del hincha.
Y es que Sabato sabía que el futbol es un laberinto de respuestas existencialistas, que solamente puedes transitar mediante la pasión exacerbada, la fe infinita. Lo cotidiano se transforma en una revolución perpetua. Éxtasis que lo llevó a afirmar:
Yo entiendo la pasión en el fútbol porque la pasión es violenta.
Así como las temporadas diría Paz, así como los gritos que le puntualizan al árbitro algún error. Ernesto Sábato, paladín del futbol en el ámbito intelectual, sigue estando en las tribunas con los ojos llenos de sueños, deseando que hoy el gol oficie la misa. El ritual ha comenzado.
Por: Andrés Piña/ @AndresLP2