La humanidad afrontaba el inicio de una nueva década. Los ochenta tuvieron sus luces y sus sombras. Iniciado el año, Ordine Nuovo, un grupo de extrema derecha, fue protagonista de un acto terrorista en Bolonia, dejando a 85 personas fallecidas. En el oriente medio Irak decidió invadir a Irán, iniciando una guerra de ocho largos años. Mientras tanto, el mundo estaba consternado con el asesinato de John Lennon a manos de un fan. Por otro lado, en Italia rodó el balón para dar inicio a la Euro 1980, la cual ha sido recordada por lo que quedó a deber.
Si hablamos de aquella Eurocopa, hay que mencionar la realidad, pues fue un torneo bastante decepcionante en cuanto a nivel futbolístico, el cual le permitió a Bélgica meterse en la final. Hablemos de tres nombres propios: Holanda, Italia e Inglaterra; equipos que fueron de paseo, aunque en retrospectiva parece que realmente no acudieron.
Dioses caídos
A inicio de la década de los ochenta, los neerlandeses hicieron extrañar aquel combinado comandado por Cruyff, Neeskens, Rensenbrink, Jansen y Hann, que se quedó a un partido de tocar el cielo en el Mundial 1974. Si bien el espíritu ganador holandés y el talento se mantuvieron, la mayoría de los futbolistas de esta nueva década, hubieran sido reservas en aquella justa mundialista. Las expectativas eran grandes por ser Holanda, pero la realidad es que el talento era poco. Tal fue el caso, que ni siquiera se clasificaron entre los ocho mejores.
Por otro lado, Italia fue víctima de la transición generacional. Jóvenes de talento pero inexperiencia, sumado a la vejez de algunos futbolistas como Zoff, quien jugó el certamen europeo con 38 años de edad; y la suspensión de dos años a Paolo Rossi por apuestas clandestinas, antes de la Euro, fueron factor para hacer un papel bastante mediocre.
Mientras tanto, Inglaterra siempre ha tenido la mala costumbre de decepcionar en compromisos internacionales. Los británicos ya habían dejado lejos la era: Charton, Banks, Hurst y Peters. Ahora tocaba intentar volver a dominar Europa, con las esperanzas puestas en Keegan y Woodcock, quienes mermaron su futbol y quedaron a la sombra de Rummenigge y el belga Ceulemans.
Un cambio decepcionante
Para esta Euro se apostó por cambiar el formato de competición para que se disputarán más partidos. Se formaron siete sectores de clasificación, donde a diferencia de las citas pasadas, la fase final contó con ocho participantes, que se dividieron en dos grupos, los primeros lugares se clasificaron directamente a la final, y los segundos lugares a un partido por el tercer y cuarto puesto.
Este cambio de formato sin semifinales no fue bien recibido por la afición, que en respuesta asistió muy poco a los estadios. La UEFA creía que los italianos eran los indicados para garantizar el espectáculo dentro de las gradas, pero no fue así.
Fase final
Alemania, Checoslovaquia, España, Bélgica, Grecia, Holanda, Inglaterra e Italia, se dieron cita en Roma, Milán, Nápoles y Turín para disputar la fase final de la Eurocopa. Como dato interesante, los azzurri clasificaron directamente a esta fase por ser anfitriones, fue el primer combinado en gozar de esta comodidad en la historia.
Hooligans y una cenicienta
Un grupo igualó a los anfitriones con España, Inglaterra y Bélgica. La azzurra era la favorita para clasificar a la final, pero no fue así. Italia comenzó con el pie izquierdo tras empatar con España. A la par, el juego entre Inglaterra y Bélgica, se vio protagonizado por los “hooligans”, quienes causaron daños en las gradas, en respuesta la policía lanzó gas lacrimógeno. El partido se suspendió por algunos minutos, pues jugadores de ambos equipos sufrieron daños temporales. El encuentro terminó empatado, gracias a una polémica decisión arbitral que anuló un gol a los ingleses.
Los belgas, dieron la sorpresa en el grupo. Primero derrotaron a Italia, para después hacer lo propio con España. Ya sin opciones de clasificación para la final, la roja cayó frente a Inglaterra en un muy buen juego. Por su parte, los locales y la sorpresa Bélgica, se disputaron el boleto a la final. Los italianos dominaron el juego y tuvieron claras de cara al marco, pero un iluminado Jean-Marie Pfaff sacó todo, y con una polémica decisión arbitral que no señaló un penal a Italia, los belgas, contra todo pronóstico se metieron en la gran final.
Una nueva Alemania
Quizás la única potencia en hacer bien la transición generacional fue Alemania Federal, que tras ganarlo todo la década de los setenta, de la mano de Franz Beckenbauer y Müller; supo mantener el camino con nuevos talentos como Stielike, Schumacher, Forster, Briegel, Rummenigge, Allofs y Schuster.
La mannschaft no tuvo muchos problemas para ganar su grupo, primero vencieron a Checoslovaquia y se tomaron venganza del título perdido en 1976. Posteriormente, le pasaron por encima a Holanda, con un hat-trick de Klaus Allofs, triplete que le valió al alemán para consagrarse campeón goleador del torneo. Todos esto para sellar su boleto a la final con un empate ante Grecia. Los germanos sumaron 5 unidades, mientras que su más cercano perseguidor fue Checoslovaquia con tres puntos.
El partido que nadie quiere jugar
En la disputa por el tercer y cuarto puesto, la actual campeona Checoslovaquia se enfrentó contra la anfitriona Italia, en San Paolo (ahora estadio Diego Maradona). El juego se fue a los penales y los checos levantaron el bronce.
La final de Roma
El estadio Olímpico fue sede de la final entre Alemania Federal y Bélgica. Los dirigidos por Josef Derwall, empezaron a dominar en todas las facetas del juego y a los diez minutos Hrubesch abrió el marcador.
Al minuto 76´, Van der Elst fue derribado por Stielike fuera del área; pero el árbitro malinterpretó escandalosamente la jugada y pitó penal, oportunidad que los belgas no dejaron pasar para igualar el partido.
Si algo caracteriza a Alemania es su carácter ganador, y dos minutos para el final, Rummenigge pateó un córner desde la izquierda. Pfaff erró en la salida y dejó el marco abierto para que de nuevo Hrubesch la mandara a guardar.
Bastante curiosos el caso de Hrubesch, quién se instaló en la élite con el Hamburgo a los 28 años de edad y salió de titular en la final, gracias a la lesión de Fischer. Sin duda el destino le preparó una historia fascinante para ser el héroe que le dio su segundo título europeo a Alemania Federal.
Leer más: Euro 1976: un campeón a lo Panenka
Síguenos en Google News
Por: Diego Albarrán / @diego_cuba08