Hace ya algunos años que dejaste las canchas y yo ya comienzo a decir cosas de adulto. La realidad es que mis mejores años quedaron atrás; para muestra un botón: camino por la calle y un par de chicos conversan acaloradamente: – Messi es mucho mejor, es capaz de articular un equipo el sólo.
-Sí, pero desaparece en los partidos importantes, Cristiano puede echarse a los diez al hombro cuando las cosas van mal…
Un tercero ingresa a la discusión asegurando que Neymar y Mbappé son mejores. No saben lo que dicen, atino a pensar. Si hubiesen visto a Ronaldo Nazario, el verdadero Ronaldo para mí (lo que sea que eso signifique), sabrían que no hubo, hay ni habrá otro como O fenômeno‘.
No voy a decir que el surgido en la Masía o el lusitano no son grandes jugadores. Son francamente extraordinarios, fuera de este mundo. Pero el brasileño jugaba en otro nivel. Sin embargo, si se hace un breve ejercicio de objetividad, se debe, por lo menos, esbozar la hipótesis del momento. Cuando aquel tipo de peinado raro desplegaba un futbol adelantado a su tiempo, yo no era más que un infante.
En aquellos noveles años mi memoria no tenía registro de semejantes posibilidades. Era imposible no amar la pelota y el juego cuando él era el maestro de orquesta. Por si fuera poco, a su lado estaban futbolistas como Ronaldinho o Roberto Carlos en Brasil, o Zidane, Baggio o Figo a nivel de clubes. Su velocidad, su conocimiento del tiempo y su intimidad con el balón hacían de cada partido una vivencia singular, ya que nunca se sabía qué haría aquel sujeto.
Como a los chicos de hoy les daría lo mismo si les digo que Ronaldo Nazario era mejor que cualquiera de sus ídolos, a mí me daban igual Maradona y Pelé. Fui hincha del Barcelona, del Inter, del Real Madrid y del Milan: mi lealtad estaba con el juego, ahí donde éste apareciera.
Quizá por todo lo anterior, cuando anunció su retiro, algo se resquebrajó dentro de mí. Cuando él decía que ya no era el mismo, me daba cuenta de que yo tampoco. Para aquel momento ya contaba con algunos años más de los que tenía cuando él comenzó a deslumbrar al mundo. Fue un balde de agua fría, que me recordaba el galopar del tiempo a tal velocidad que incluso podía dejar atrás a Ronaldo.
También te puede interesar: Raúl González, el monstruo que descubrió Jorge Valdano
Aquel día no lloré ni hubo drama alguno. Sin embargo, sí hubo la claridad de que algo se estaba terminando, de que un momento se cerraba para no abrirse nunca más. Desde entonces, cada tanto me invade la nostalgia y busco videos del brasileño en el campo, donde se le puede ver pulverizar a las mejores defensas del mundo como si fueran los chicos de mi cuadra. Verle con el balón en los pies es atravesar la experiencia de Marcel al morder su magdalena.
Recordar a Ronaldo Nazario supone volver en el tiempo, reverdecer sensaciones, momentos e incluso personas que ya no son más. Por eso, para mí, nunca habrá nadie como él. Es común que los fundamentalistas de los números busquen desvencijar mi cariño por O fenômeno’ con estadísticas. Cuando eso sucede no puedo sino pensar que aquellos que intentan cuantificar la alegría del juego, poco han entendido de la pelota.
Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar