Si te gusta el futbol y tienes menos de 30 años, seguramente has escuchado alguno de los siguientes nombres: Agustín González Escopeta, Fernando Luengas, El Conde Gustavo Armando Calderón, Ángel Fernández y Fernando Marcos. Si tienes más de 30, probablemente los conoces perfectamente. Periodistas deportivos que marcaron época y que formaron a la mayoría de cronistas y analistas que hoy escuchamos en televisión, radio y/o internet. ¿Qué fue de esta escuela mexicana que no solo sabía datos sobre el balompié sino que tenían vastos conocimientos en política, economía, arte y temas sociales? Basta conocer el caso de Fernando Marcos González (1913 – 2000) y entender que la plurifuncionalidad se terminó y que la especialización en los medios de comunicación ha sido en detrimento de la cultura.
Fernando Marcos. ¿Cuál de todos? El vanidoso, polémico, espontáneo y sofista. El abogado, maestro, director de cine, futbolista, árbitro, director técnico, periodista, escritor… Bien poquitas cosas hizo en su vida, ¿no? Sin duda alguna, uno de los personajes más camaleónicos de nuestra segunda mitad del siglo XX y, sobretodo, de nuestro futbol. A través de su carrera es posible recorrer la historia de México y de nuestro balompié.
En este video vemos un análisis del partido en el medio tiempo entre Pumas y los Leones Negros en 1968. La diferencia con la actualidad es impresionante.
De padres españoles, asturianos para ser exactos, Fernando se ganaba la vida siendo cobrador de camiones y mozo de cantina mientras estudiaba la licenciatura en Derecho. A los solo 13 años entró al Germania FV de la Segunda División (equipo desaparecido en la década de los 30) y en 1930 debutó en Primera con el Club España, equipo con el que consiguió dos títulos en las temporadas 1933-34 y 1935-36. Jugó las eliminatorias para la Copa del Mundo en Italia en 1934 y dos años después, cuando estaba en el mejor momento de su carrera, una lesión de rodilla terminó con sus esperanzas.
El futbol corría por sus venas, por lo que al año siguiente ya era árbitro profesional. Él fue el juez envuelto en la polémica de la quema del Parque Asturias un 26 de marzo de 1939. En la final entre el Asturias y el Necaxa, los aficionados prendieron fogatas y el estadio fue consumido por las llamas por dos decisiones atribuidas a Marcos: por no haber expulsado a jugadores del Asturias por duras entradas al ídolo necaxista, Horacio Casarín; y por marcar un penal a favor del club local en los últimos minutos del juego.
Este episodio no nubló su carrera, todo lo contrario, lo afirmó como alguien fundamental en el futbol mexicano. Desde 1948 fue entrenador de distintos equipos entre ellos Asturias (1948 – 49), Necaxa (1954 – 55), Toluca (1955 – 58. Campeón en la temporada 55 – 56), y América (1959 – 61). Incluso fue director técnico de la Selección Mexicana en 1959 e impulsó la carrera de jugadores como Juan Bosco Martínez, Alfredo Del Aguila, Jáuregui, Sabás Ponce y Antonio Güero Jasso. De 13 partidos que disputó, no perdió ninguno e incluso se le ganó a Inglaterra 2-1. No volvió a dirigir otro equipo nunca más.
El historiador del futbol, Carlos Calderón, recuerda su extrema polivalencia: «Este año (1948), además escribía una crónica periodística en la que criticó que el Asturias con tan buenos jugadores fuera tan mal dirigido ya que se encontraba en último lugar general. El presidente del Asturias, para quitarle lo hablador, le ofreció que comandara al equipo. Marcos lo sacó del último lugar de la tabla y lo llevó hasta el cuarto sitio. El premio: la destitución. No era posible que un locutor y periodista fuera entrenador. En ocasiones Fernando dirigía y transmitía el mismo partido desde su caseta de técnico y en el medio tiempo escribía su crónica para Ovaciones (el periódico)«.
Su carrera como periodista es titánica: narraba partidos por radio desde 1939, en 1962 comenzó a hacerlo por televisión hasta 1994 (que se retiró en plena transmisión en un partido del Mundial de Estados Unidos). Trabajó en los años 90 como cronista para TV Azteca y otras cadenas estatales. Al final de su carrera, además de tener un programa en Radio Fórmula sobre futbol, conducía uno sobre cultura sumamente famoso con Jacobo Morett.
Tiene un libro titulado Mi amante, el fútbol, escrito en 1980 que es una especie de autobiografía (que curiosamente no ha sido suficientemente reeditado). Se dice que él comenzó la rivalidad entre el América y el Guadalajara por haber vencido a los tres equipos de Guadalajara (Atlas, Guadalajara y el Club Oro) y hacer mofa en la prensa. Famoso por su cierre editorial en televisión de 4 palabras, acuñó frases míticas en el periodismo deportivo mexicano como el último minuto tiene también 60 segundos o ¡Borja no falles! (crónica para el Mundial de Inglaterra 1966). Se dice que incluso en un penalti, citó a Cicerón. Qué bagaje cultural.
No por demeritar el trabajo de ningún periodista deportivo actual, sin embargo, es evidente que, salvo algunas excepciones (Alberto Lati, Marion Reimers, Heriberto Murrieta, Martin Einstein, entre otros), la gran mayoría no cuenta con grandes conocimientos culturales que solidifiquen su trabajo periodístico, y menos aún están inmiscuidos en movimientos sociales y/o culturales. ¿Qué pasa con las escuelas de comunicación y periodismo en México que no están generando periodistas y personas comprometidas con la realidad y sí muchos cerebros llenos de datos sobre deportes sin criterio suficiente para interpretarlos? ¿Necesitamos más periodistas como Fernando Marcos que hablen del deporte desde todos sus ángulos? Quizá necesitamos un periodismo que vuelva a unir al deporte con el mundo como lo hizo Fernando, el hombre que respiraba futbol.
Por: Diego Andrade / @diego_a72