Karina a veces olvida que no tiene una pierna, que uno de sus tatuajes de moño se quedó sin par y no recorrerá más conciertos (como aquel after show con los Fabulosos Cadillacs, donde obtuvo una guitarra autografiada). Por carecer de una pierna fue una de las primeras mujeres en la Ciudad de México en pertenecer a un equipo de futbol de amputados: Guerreros Aztecas.
Antes de dejar de existir, como todos los faltantes, el moño derecho tuvo su historia; nació a los 32 años de la mano de una chica. Tiempo después Karina Ortiz fue con otro tatuador, pero se negó a hacer una copia y rehizo el dibujo. Tras siete horas de inyección de tinta, el moño renació. Esta vez con una pareja izquierda idéntica.
Lee más: Panteras, la materialización de la esperanza
Su convivencia apenas duró cuatro años debido a un accidente automovilístico. La futbolista sólo recuerda que su esposo Carlos manejaba sobre la carretera México-Pachuca, después despertó en el hospital, aún con sus moños rojos, pero sin su madre… murió.
Iban a un paseo familiar a Las Grutas de Tolantongo. Las piernas de Karina se negaban a pisar la Bella Airosa, preferían ir a Cuernavaca, como en su adolescencia. “No fuera con los amigos porque ahí a donde sea”, le recriminó su madre. Treinta minutos después se volcaron.
Al principio, la delantera de Guerreros Aztecas no sabía la dimensión del accidente ni que pasaría tres meses internada; los dos primeros en recuperación y en el tercero regresaría para dejar su extremidad con su moño tatuado y uno de sus tenis favoritos, unos Adidas de bota multicolores.
“Muchos me dijeron que mi mamá se había ido con esa molestia, pero es algo superficial. Lo que viví con ella vale mucho más… no es algo que me atormente o no me deje vivir”, detalló.
Sin embargo, durante su estancia en el hospital Karina perdió el apetito. Tuvo bulimia y anemia. Llegó a estar tan flaca que incluso su hijo Jacobo, de entonces dos años y medio, la desconoció; se dejaron de ver.
Después de recibir terapia con tanatólogos, psicólogos y psiquiatras, Karina salió del Hospital General de Pachuca en una silla de ruedas, en la misma condición en que conoció al entrenador Ernesto Lino.
“Cuando me invitó (al equipo de futbol) pensé que era en parte burla, que se quería hacer el chistosito”, recordó la mujer. Sólo por curiosidad acudió a la cancha ubicada en el Velódromo Olímpico Agustín Melgar, inaugurado por Gustavo Díaz Ordaz como sede de competencias ciclistas en los Juegos Olímpicos de 1968.
Ahí su pierna izquierda estuvo dispuesta a moverse en compañía de dos bastones canadienses y practicar un deporte que nunca antes le importó.
“Cuando vi que todos no tenían un pie y el portero una mano, dije está interesante esto, pero pensé que yo no podía hacer eso. Los vi trotar y yo no podía ni caminar, no puedo dar un paso mucho menos trotar”.
También fue sobre el pasto sintético en donde su muñón sintió su primer golpe: el entrenador les ordenó a sus compañeros que no ayudaran a la nueva integrante más que diciéndole cómo levantarse. Ella se enojó y eliminó de sus redes sociales a Lino.
Pero le gustan los retos. Semanas después habló con la esposa del profesor porque quería regresar al equipo, como narró el propio coach: “No te quiero de adorno en el equipo”, le advirtió.
Karina debutó a finales de junio de 2017 contra Corsarios de Toluca. El marcador quedó 5-1 a favor del conjunto de la capital del país. Aunque en el encuentro, el moño rojo de su pierna izquierda no anotó, fue el centro de atención: no había otra mujer en la cancha.
Lee más: Testimonio de una futbolista: jugar para Fénix de Chihuahua
***
La Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) estableció en 2007 el reglamento de equipos de amputados, uno de los puntos menciona: “Los jugadores de campo pueden tener dos manos, pero una sola pierna. Los guardametas pueden tener dos piernas, pero una sola mano”.
Así ocurre en Guerreros Aztecas, el portero Israel defiende el arco con una sola mano, mientras sus compañeros se auxilian de bastones canadienses (porque está prohibido jugar con prótesis a menos que no se tengan ambas piernas) y no pueden utilizar las muletas para empujar el balón, equivale a una “mano” en el deporte convencional.
Karina padeció de no tener una mano de apoyo en uno de sus bastones. Como en las películas de terror, la lluvia fue un mal augurio; siempre lo es para quien usa muletas o prótesis.
Después de un partido fueron a la casa de uno de sus compañeros, ella resbaló. “De hecho es algo como muy común entre nosotros, pero el golpe estuvo muy fuerte. Fue difícil (me lastimé) la misma mano del pie que estoy amputada, entonces no había sostén”.
En una conversación, Karina e Israel se cuestionaron, si tuvieran la oportunidad de elegir ¿qué sería mejor, no tener pierna o perder un brazo?
-Oye qué es más difícil en nuestro caso, no tener una mano o no tener un pie.
-No sé porque yo tengo los dos pies, tú tienes las dos manos, más bien no sé lo que sea diferente… yo ya me acostumbré y tú también.
– Yo creo que sí (prefiero) mil veces lo del pie, bueno, en mi caso. La mano no sé, me siento más inútil, es más visible, te pones la prótesis y con una funda o un pantalón te mueves así raro, pero en la mano es más impactante, bueno, yo lo veo de esa manera.
Te puede interesar: Sudando Pasión: Futbol de amputados
***
A Karina le resaltan dos tatuajes en su mano: una muñeca Cabagge Patch sin una pierna y una rana en un quirófano. Aunque también tiene otras marcas de tinta: un grupo de punk, el moño sobrante, un mapa de África, media calavera, un león de rastafaris y un casete.
La historia de los tatuajes y la ahora delantera de Guerreros Aztecas inició tras separarse de su esposo Carlos: “Él es un chico que está totalmente tatuado y siempre respeté a esa parte, sí me gustaba, pero no en mí. Cuando me dejó él fue como también capricho”.
El casete es por su gusto por la música; cómo olvidar el día en que conoció a los Fabulosos Cadillacs, los conciertos en El Chopo y los pósters colgados y boletos que guardaba en su cuarto, destruidos por ella al salir de su sobredosis en la adolescencia.
Lee más: 5 libros de futbol indispensables
Los tianguis de El Chopo y La Lagunilla son lugares que frecuenta Karina. Ahí venden botas, libros, películas,r opa y hay tatuadores. “Me desenvuelvo en ese tipo de ambiente, Carlos igual. De hecho, a muchos sí les impacta verme la prótesis, luego varios conocidos que tienen aretes me bromean ‘ya traes más fierros que yo’. Les digo ‘yo sí traigo una chida no que esos aretitos’. Quería fierro en mi vida y me llené de un cuartito de fierro”, dijo la jugadora al recordar sus microdermas en la espalda.
Siguiendo con los tatuajes, el mapa delineado de África se debe a su gusto por el reggae; les encantó a las enfermeras del Hospital General de Pachuca, siempre lo “chuleaban”. El de la rana en un quirófano representa el sentir de Karina durante su hospitalización.
Pero el más doloroso, como reconoce la mujer, fue la muñeca Cabagge Patch amputada viéndose en un tocador. El entrenador del equipo le dijo que era una copia de ella: “Qué poco te quieres”, le reprochó a la futbolista, quien respondió: “No, a ver relájese, me gustó el diseño y no es que me sienta ella, pero la verdad le puso buenos colores… coincidió después de ver las cosas de esta manera pues terminé así”.
***
Te puede interesar: Documentales sobre futbol que quizá no conocías
Karina no vive para el futbol, también practica natación, pero su prioridad es su hijo Jacobo e intenta que tome con cierta naturalidad la amputación. Por ejemplo, bromea sobre su “pierna biónica”. También le indica que no tire agua ni deje sus juguetes fuera de su lugar porque podría ocasionarle una caída a su madre.
La futbolista reconoce que por su condición a veces los niños pueden ser crueles, por eso evita pisar la escuela de Jacobo siempre que puede. “No por cobarde”, aclara. Pero prefiere evitarle al menor comentarios ofensivos hacia ella.
Por la calle, se encuentra con todo tipo de personas, a quienes no paran de verla y a pequeños curiosos: “Una vez uno me dijo ‘oye no tienes pie, ¿pero sí te va a volver a crecer?’”.
A veces estoy acostada pensando tontería y media y luego me necesito agarrar para realmente creerlo, hasta que realmente me toco el muñón digo “sí es real no tengo pie, chale”.
Por: Nayeli Valencia / @nayevalencia_a