En ocasiones, es necesario un respiro a la hegemonía que selecciones como México o Estados Unidos ejercen en la CONCACAF. En esta ocasión, Haití es una bocanada de aire, al menos en la primera fase de la Copa Oro. Los caribeños cerraron como líderes del Grupo B con 9 puntos, es decir, sin conocer la derrota ni el empate. Hay que destacar que dicho grupo lo compartieron con Costa Rica, uno de los favoritos de la competencia, a quienes relegaron al segundo lugar.
Partir de cero: el futbol después del terremoto
El 12 de enero de 2010 se cimbró la tierra en Puerto Príncipe, pues se registró un terremoto con magnitud de 7 en la escala de Richter que devastó al país. El saldo de este lamentable suceso fue de 316 mil personas muertas, es decir, más de tres veces la capacidad del Estadio Azteca (actualmente de 87 523 personas).
A esta espeluznante cifra se sumaron los 350 mil haitianos heridos por el siniestro y los 12 millones que perdieron su hogar. Por lo tanto, hablamos de una catástrofe de proporciones mayúsculas, y de la cual los haitianos tuvieron que reponerse poco a poco. Solo las pérdidas materiales alcanzaron los 7 mil millones de dólares, y el 60% de la infraestructura gubernamental se destruyó. La tarea de levantar a Haití de los escombros era una labor titánica.
“La reconstrucción en Haití después del terremoto se ha convertido en una vasta operación de capitalismo del desastre, que no busca socorrer a las víctimas, sino servirse de la catástrofe para hacer beneficios”. Bumba (activista) para el Diario.
A pesar de todas estas condicionantes, Haití comenzó a regenerar su tejido social. Es aquí cuando el futbol hace su aparición, pues se convirtió en una herramienta para motivar a la población. Organizaciones como la ONU vieron en el futbol un símil de la organización social, por lo tanto, se motivó la creación de torneos en la isla caribeña.
La finalidad de esta medida se dividió en dos: ayudar a que los haitianos olvidaran, aunque se por un momento, el daño que el terremoto les había provocado, y motivar al trabajo en equipo. Al ser un deporte de conjunto, el futbol fomentó la colaboración dentro y fuera del campo. De esta forma se esperaba que los haitianos no dependieran de la ayuda externa, misma que estaba siendo explotada con finalidades de lucro particulares.
Te puede interesar: Carlos Vela y Mágico González, los que dijeron no al Olimpo
Cabe aclarar que el fenómeno del balompié no se detono a raíz del terremoto, pues antes de 2010, Haití ya había vivido un romance con este deporte. En 1974, los haitianos se clasificaron a la copa que se celebró en Alemania. De acuerdo con las crónicas, la selección hizo un gran papel en el clasificatorio de CONCACAF (mismo que se jugó en territorio haitiano).
El fenómeno que generó el futbol a partir de 2010 es el principal factor de crecimiento futbolístico que surgió de aquellos escombros. En 2016, durante la Copa América Centenario, el ambiente alrededor de la selección haitiana era de optimismo. Sin echar campanas al vuelo y pensar en un campeonato, los haitianos se enfrentaban a una selección histórica, y su estratega afirmaba lo siguiente.
«El fútbol no es un deporte en Haití, el fútbol es una enfermedad en nuestro país, que es el país del mundo que más ama el fútbol”. En pocas palabras, en Haití había germinado la semilla que se plantó tras el terremoto. Lo que seguía era que ésta se propagará y tuviera resultados más allá del ímpetu de algunos.
Haití: proyección y crecimiento futbolístico
En 2016 se hizo patente el proyecto de los haitianos, mismo que está acompañado de crecimiento generalizado del futbol en el caribe. El primer factor a tomar en cuenta es el trabajo técnico. Jacques Passy, quien fuera estratega de la selección de St. Kitts and Nevis, aseguró: “Lo que estamos viendo es absolutamente consecuencia de mucho mejores entrenadores en el Caribe, proyectos mucho más serios donde hay inversión, porque talento siempre ha habido”.
Esto es consecuencia del interés que las federaciones de los países de caribe han puesto en el futbol. Continuando con el análisis, Passy afirma que otro factor clave son los nexos que gran parte de las naciones caribeñas tienen naciones europeas. De esta manera, los jugadores pueden tener más posibilidades de jugar fuera de su nación, donde las ligas son semi-amateurs.
Con ello, los jugadores haitianos tienen la posibilidad de iniciarse en el futbol francés, de quienes se independizaron. Esto ha generado que el nivel de los haitianos crezca de la mano de los jugadores internacionales.
Por último, Passy asegura que de continuar con el modelo actual, las selecciones del caribe se convertirían en algo similar a las selecciones africanas. Es decir, escuadras competitivas, con jugadores en ligas de primer nivel. Hasta el momento, la selección haitiana tiene participaciones más que aceptables en CONCACAF.
De todas las ediciones de la Copa Oro, Haití se ha instalado en cuartos de final en cuatro ocasiones, un récord digno para una selección que literalmente se construyó de los escombros. Está claro que el trabajo debe continuar para convertirse en naciones emergentes en el futbol, sin embargo y hasta el momento, Haití va por buen camino.
Por: José Macuil García