Los orígenes, las leyendas, los lugares, la camiseta, las maldiciones, alegrías y tragedias. Ya no hay más, no existe, se fue…el reemplazo está en los anuncios, los patrocinios, la violencia, los videojuegos, la red social. El futbol, otrora un hermoso cuadro a base de bellas pinceladas y detalles, pasó a ser la panacea de los representantes de la mercadotecnia y las grandes industrias. Su inocencia se esfumó, y la única forma de vivir ese lapso romántico ahora recae en la efímera niñez, donde todo es pureza, y donde no vamos más allá de unas lágrimas si nuestro equipo pierde o un abrazo de felicidad a tu ser querido si el marcador es a favor.
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Un equipo nacía por el nombre de una calle, una fecha histórica, la herencia extranjera tergiversada por el nacional, la mala traducción de un término o simplemente por la necesidad de competir contra quien ya existía en la zona (magia suficiente que podría crear un clásico). Al estadio se asistía de traje y sombrero, perfecta estampa de lo que representa la audiencia de un teatro, lo que no es descabellado compararlo, pues se iba a ver una obra de arte. Ahora solo quedan recuerdos de aquel elegante y folclórico público. Las salvajes hordas de hinchas irracionales acuartelados en terribles barras bravas se han encargado de hacer más dolorosa la nostalgia.
La radio y la televisión coadyuvaron a incrementar el amor por la pelota, quizá el primero con un efecto de mayor impacto en nervios, emociones, imaginación y adrenalina. Un simple mano a mano se convertía en una batalla épica entre Aquiles y Héctor. El periódico era la Oda al futbolista, y el reportero fungía de Homero; creías en el escrito. Los escasos videos eran solo eso, las crónicas y narraciones eran la verdad absoluta. Ahora decidimos qué goles ver, ya no hay necesidad de esperar el resultado al día siguiente para saber de un resultado internacional, el poder de un click en la web es la llave maestra. No se niega la maravilla que es la tecnología, no, pero es como una comparación entre el alimento casero y el que requiere microondas. El sabor difiere.
Trillado el oír hablar del “amor a la camiseta”, pero es una realidad imperante, héroes solo en la mitología o en los libros de historia nacional, ahora hay que entender que el futbol lo trabajan los atletas, nada más. Quizá la necesidad inconsciente de crear ídolos sea resultado de la nostalgia, válida, pero el empresario siempre será puntual para recordar la cifra mágica de los ceros que parecen infinitos. Paradójicamente ese mal es completamente comprensible porque al final estamos hablando de una profesión como cualquier otra, y estos atletas dotados de técnica lo necesitan para salir al campo. El beso que el hombre da al escudo llega a ser un acto irrisorio, sabemos que está enamorado del contrato, no del club.
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No es una maldición, es evolución. Así como las ciudades empedradas dieron paso a los edificios modernos, nuestro futbol ha tenido que sufrir esa metamorfosis inevitable. La esencia de patear el balón a la red sigue virgen, lo que lo rodea ya no y hay que aceptarlo como es. Curiosamente la moda “retro” ha querido regresar esos tiempos con camisetas de homenaje, sin embargo ya no es igual. Así como otras corrientes artísticas desaparecen y dejan legado, el futbol romántico se ha ido también. Si eres niño aún, disfrútalo…
Por: Por: Rogelio Calderón / @irogeman