«Brindo por la señora mi hermana, por mi ánima y por el 20 de mayo de 1701”.
Fragmento de la Leyenda queretana de Don Bartolo «El Segoviano»
Domingo 29 de abril de 2007, fue un domingo similar a otros, pero por alguna razón es diferente en Querétaro; las campanas de los templos sonaron fuerte, las veladoras se encendieron en toda la urbe, la afición levantó la cara al cielo e imploró por un milagro. A más de 800 km de distancia en la Comarca Lagunera, también se vivía angustia y al igual que los emplumados, también rezaron por un milagro que evite el descenso de Santos y condene a los Gallos a la Primera A.
El juego por permanecer
El panorama era bastante alentador para aquella ultima jornada, Gallos Blancos venía de derrotar a unos inspirados Tigres de la mano de Mateo Fígoli en la cancha del Corregidora. Tan solo necesitaba ganar sin importar ningún resultado, aquel equipo había venido luchando jornada a jornada por no descender. Lejos quedaban aquellos días donde se decía que los emplumados eran un «Cheque al portador». La casa del Gallo Blanco se había convertido en una aduana difícil de sortear.
Aquel equipo tenía pocos nombres, pero muchos hombres. En el banquillo se solía ver la figura de Chava Reyes Jr. con mucho ímpetu, con ganas de comerse al mundo y de salvar un barco que todo mundo condenó a naufragar mucho antes de zarpar; Gerk, Villalobos, Becerra, Cabuto, Nurse, Margarito González, Raúl Rico, Jorge Almirón, entre otros. Los hombres de la Comarca Lagunera eran comandados por Oswaldo Sánchez, por eso aquel 29 de abril de 2007 los ojos del futbol mexicano estaban puestos sobre los de Torreón y los queretanos.
El éxodo por la salvación
El aficionado queretano era optimista, por eso decidieron emprender un éxodo de masivas proporciones, autos particulares, autobuses de los diferentes grupos de animación tomaron el camino desde Querétaro rumbo al coloso de Av. Independencia. El Estadio Jalisco sería el inmueble que sepultaría o coronaría las esperanzas de los Gallos y de toda una ciudad. ¿El rival? El Atlas de Rubén Omar Romano.
Aquello fue una fiesta queretana en Guadalajara, desde el Mercado de San Juan de Dios, pasando por la Catedral y el Templo Expiatorio, mareas de playeras en azul y negro, banderas en señal de la esperanza, una nación que siempre ha vivido al filo del ascenso y del descenso, con las navajas bien afiladas. Las taquillas del Estadio Jalisco lucían copadas de niños, jóvenes y ancianos que buscaban un boleto para ver a los emplumados.
En Querétaro las principales plazas lucían abarrotadas y con pantallas gigantes para ver el juego que definiría el destino en Primera de los Gallos. En la Perla Tapatía ya estaban presentes más de 20,000 queretanos en una invasión que imploraba por una salvación.
Una pasión, un sufrimiento
Aquel fue un día muy importante para el deporte queretano. Desde Peñamiller, pasando por Pinal de Amoles y Landa de Matamoros hasta Amealco, así como en la capital, colonias como Menchaca, Lomas de Casa Blanca, Presidentes o Santa Mónica, ya estaban impacientes por el juego. La capital queretana se había paralizado.
La cita con el destino había llegado, la mesa estaba servida. Las puertas de aquel palenque estaban cerradas, la moneda estaba en el aire. El juego comenzó y Gallos no hallaba el camino para llegar a la portería de Antonio “el Poeta” Pérez. Los queretanos no lograban encontrar el juego colectivo, entonces, Andrés Nicolás Olivera, con una excelente jugada individual, venció a Miguel Becerra y consiguió el 1-0 para la causa rojinegra apenas a los 5 minutos de partido.
Ese día el sol quemaba fuerte, a pesar de lo brillante del astro rey, no fue un buen día para el equipo queretano, que salió con la pólvora mojada, los pases errados y la desesperación de no encontrar el arco rival. El juego seguía y el dios del futbol le daba a Olivera nuevamente el último clavo para sepultar definitivamente al Gallo Blanco y al minuto 15 el marcador ya era 2-0 a favor de los rojinegros.
¿Esperanza?
Después de eso se pudo escuchar el silencio del Gallo, así de irónico e irreal, en la cabecera local la alegría de la Barra 51 al amarrar prácticamente el juego y tener aún opciones de liguilla. Marco Antonio García Nascimento falló una muy clara para los emplumados haciendo aún más angustiosa la recta final del juego.
La hazaña no se consiguió, el último de aquellos 90 minutos había llegado a su fin y el árbitro silbó el final del juego, Salvador Reyes lloraba, Rubén Omar Romano, técnico rojinegro lo consolaba, ambos se fundieron en un abrazo en medio del campo de juego. La afición de Gallos también tenía un nudo en la garganta, cantaban fuerte y ondeaban las banderas desde el frío concreto.
La regla que no se cumplió
Aquella jornada se notó la experiencia de Romano sobre el novato Chava Reyes que pagaba derecho de piso. Gallos había descendido, el porcentaje 1.0882 lo condenó último con un boleto de vuelta a Primera A, aunque siempre se habló de otros factores extra cancha, tales como los 3 puntos que perdió el equipo por no cumplir con la Regla 20/11, que en un principio se anunció que solo afectaría a la tabla general, sin afectar el porcentaje, al final la historia fue diferente.
El triunfo de 2-0 por parte de Atlas envió a los queretanos de vuelta a la división de ascenso, mientras Jorge Almirón y Joel «el Tiburón» Sánchez lloraban en el Estadio Jalisco, en el Corona de Torreón Oswaldo Sánchez celebraba la salvación con la afición santista y el 1.1470 en la tabla de cocientes.
El dios del futbol dijo que «NO» aquella tarde para los emplumados. Al final no hubo salvación, solo un autobús de regreso a casa, rostros tristes que esperarían dos años más para volver a primera, al final solo quedaba mirar por la ventana y portar orgulloso el jersey azul y negro. Así la vida cuando vives al borde de las divisiones, ese día una frase quedó tatuada en el corazón de los queretanos:
«Tu me llevaste a la gloria, yo te acompañaré al infierno».
Es por eso que de manera similar al brindis de «Don Bartolo» y su famosa leyenda, la afición queretana siempre levanta una copa, suspira y brinda por el 29 de abril de 2007, puesto que aquel día, a pesar del descenso, se vivió una gran comunión entre afición y club que quedó para contar a las nuevas generaciones de Gallos Blancos.
Leer más: Gallos Blancos UAQ y el ascenso que nunca llegó
Síguenos en Google News
Por: Carlos Eduardo Silva / @saga0003