Gennaro Gattuso fue, dentro de la cancha, un portento. Alarde de gallardía y furia, pertenece a esa estirpe de jugadores que, a la distancia, la primera evocación que sale a la superficie es la de su fuerza, el empuje y la rabia de su juego, que afronta el campo, la pelota y el partido como si la vida misma estuviese en vilo. Pensar en Il Rino es pensar en el futbol como un sinónimo de empuje. Aunque su juego fue desplegado en varios clubes, su nombre está innegablemente vinculado a los rossoneri. Sin embargo, se dice que en realidad fue en su estancia en Escocia donde aprendió el juego rudo. Después de eso, se hará leyenda con el Milan.
Ahí conocerá la gloria, la fama y el éxito. Con su nuevo club pasará más de una década, en la que se convertirá en uno de los grandes ídolos, que anticipan la caída que aún hoy perdura. Dos copas de Europa muestran el reflejo de Gennaro Gattuso en el Olimpo de los trofeos. Sin embargo, el momento más álgido no se encuentra en los clubes. Primero se erige como figura de un club, de una ciudad, para luego, conquistar su patria y finalmente en 2006, el mundo.
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Todo se define frente a una Francia constituida por gigantes: Zizou como el veterano, Tití como el presente. En ese campo de batalla, Il Rino disputa cada minuto. Es parte de la historia, no le adeuda nada al futbol, cada camiseta que viste debe sentirse honrada. Otra vez, el italiano es un portento que no muestra una sola grieta, sin fisura. Gennaro Gattuso es la redención.
El otro Gennaro Gattuso
Sin embargo, hay otro ser humano, el que no lleva ningún jersey sobre él, el que no habita la intemperie del campo. El hombre desnudo que se refugia en el vestidor. Ese espacio en el que se coloca la armadura y muta en un Leónidas de la pelota. Ahí, en ese universo que supone el exterior del campo, las tribulaciones lo dominan. Él mismo ha mostrado los rastros de las dudas, de las preocupaciones que lo atraviesan cuando no tiene una pelota en los pies.
Asegura que nació con los pies cuadrados, pero no los cambiaría ni siquiera por los de Kaká (en el momento en el que el brasileño habita la cúspide). En la misma entrevista asevera que “hay gente como Kaká que nace fenómeno y gente como yo que me he tenido que construir. El único don con el que nací son las ganas de no rendirme nunca”. No encuentra en sí mismo un astro, sino un tipo que debe trabajar más que los demás. Se sabe desnudo, es justamente esto lo que le posibilita ascender.
«Nunca me dais alegrías»
“Me gustaría marcar más pero nada… y a veces me miro los pies y les digo: ‘Malditos, nunca me dais alegrías’. A Ancelotti siempre se lo digo: ‘Imagínate si tuviera buenos pies… no sabríamos dónde guardar los trofeos’.” Se sabe maldito, y sólo hay un camino para la redención “Conozco un solo modo: pasión, pasión y pasión”.
Gennaro Gattuso es todo falta: no tiene ningún don, no es especial, no se encuentra cualidades. Este desolador escenario es el que lo obliga a trabajar, ya que para los mortales como él, no hay atajos ni dádivas divinas, sino simple y llano esfuerzo. Es porque asume su medianía que puede ser extraordinario.
Sus aflicciones no se limitan al juego y su técnica. Cuando habla de dinero lo hace con mesura. «No merezco ganar el dinero que gano. En un mes gano más que mi padre en toda su vida». Antes fue un chico que se ganaba la vida vendiendo pescado y ahora es una estrella de talla mundial, leyenda. Pero él asegura que sigue siendo el mismo que aquel chico, pero con una cuenta bancaria más abultada.
Gennaro Gattuso y Dostoyevski
Y después está la lectura. La seguridad que aparece en la cancha viene precedida por la angustia, la desesperación. Él mismo reconoce que antes de la final del Mundial de 2006 tuvo que pasar una reiterada cantidad de ocasiones al baño: “La presión de las horas previas te machaca físicamente. La gente se cree que es la bomba, pero de bonito no tiene nada. Es jodido”.
Justamente se sabe que antes de los partidos, el italiano gustaba de leer, para poder colocar su cabeza en otro lado, pero poder despejarse un momento. Entre las lecturas que llevó a cabo en el vestidor, antes de mutar, se encuentra el escritor ruso Fiódor Dostoyevski. Curioso, por lo menos, resulta que se encuentren ambos en ese espacio de fragilidad. El escritor es conocido, entre otras cosas, porque su obra se encuentra plagada de personajes atribulados, sumergidos en una angustia radicalmente humana. Sus héroes son seres fragmentados, llenos de limitaciones, plagados de dudas.
Es justamente este el Gennaro Gattuso que acunaba el vestidor. En contraste con la bestia furiosa que galopaba sin titubear en la cancha, Il Rino es una persona atribulada, que se angustia y padece en gran manera, cuyo cuerpo lo traiciona poco antes de una final del mundial, porque no puede con la presión. Es un hombre que se sabe carente y que sólo con un empuje desesperado puede salir adelante. Su juego en el campo parece la redención del hombre lleno de aflicciones que es fuera de él.
Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar