Hola, Gerardo.
Sé que para cuando leas esta carta estarás ya de vuelta en Argentina con los tuyos intentando buscar tu nueva aventura e intentando pasar la página después del trago amargo de caer en fase de grupos con México. No pretendo hacer leña del árbol caído, no es mi estilo. Simplemente quiero decir lo que pienso.
Cuando llegaste aquí a México después de hacer campeón al Atlanta United, hubo bastante expectativa sobre tu nombramiento. ¿Habría por fin ese quinto partido? ¿Un entrenador que estuvo en el Barcelona podría con este paquete?
Desde ese instante, decidí apoyarte a muerte. Es cierto, no sería sencillo, habría momentos de turbulencia, pero ¿quién más no los ha tenido? Jamás ha habido dudas de que conoces el futbol, admiro al estilo de Marcelo Bielsa. Y todo comenzó bien, con una efectividad jamás vista, llegaron las victorias en Europa, dormimos en el top 10 del ránking FIFA.
Para la mala fortuna, se comenzaron a caer hombres clave en tu sistema, y esto se combinó con una baja de juego del resto de los jugadores. Fue año y medio un tanto incierto. Dolieron las derrotas con Estados Unidos y Argentina, pero el boleto a Qatar casi nunca estuvo en riesgo. ¿Quieres saber algo? México fue el mejor equipo como visitante del Octagonal. No cualquiera lo logra.
Sabía que el Mundial sería complicado, con un grupo de estilos diversos tácticamente. La afición repetía como mantra: empatamos con Polonia, perdemos contra Argentina y le ganamos a Arabia Saudita. La gente se desesperó con las derrotas de los amistosos; yo no. Sé que esos juegos son para pulir detalles y practicar variantes.
Mientras tanto, veía que se te trataba injustamente, por cuestiones que no tienen nada que ver con el desempeño en cancha: que si no supervisaste una sesión, que si te fuiste a Argentina y saludaste a Scaloni, que no te importó perder con Estados Unidos tres veces, que debes de llamar a Chicharito, que el escándalo del brunch de Nueva York, que debes convencer a Vela… Cada conferencia de prensa era un ejercicio de estoicismo. Sí, a veces somos volubles como afición y ni se diga los medios de comunicación.
Decidí apoyarte porque creo que no aporto nada si destruyo o si reviento por reventar. Gano más si defiendo un proceso; no es algo a lo que estamos acostumbrados como mexicanos, porque queremos todo “para ayer”, queremos que nos hablen bonito. Nos gusta burlarnos, pero ¡ay de aquel que se burle de nosotros!
Mientras la mayoría quería que te fueras, yo te defendía como una especie de contrapeso, con todo lo que esto implica. No creas que esto es gratis. Te apoyé a ti como fui el más pro Osorio de mi cuadrilla de amigos, como tampoco estuve de acuerdo en que despidieran a Miguel Herrera, aun cuando haya sido por un exabrupto.
Por eso cuando llegó esa rueda de prensa donde reconociste una pregunta de táctica (“tardé cuatro años en que alguien me hiciera una pregunta”), te ganaste todo mi respeto. Hiciste rabiar a un sector de la prensa que ya va de salida; ese que solamente funciona a base de chismes, polémica barata, visceralidad, patriotismo, comerciales al por mayor… Y ese fue el golpe sobre la mesa que necesitaba la otra corriente: esa que quiere dejar atrás el debate estéril y se quiere concentrar en lo que pasa en el juego.
A partir de ahí, descubrí todo lo que te has preparado y cómo identificaste los puntos fuertes y débiles de cada rival. Entiendo que hay un espacio muy grande entre lo que sucede en la teoría y la práctica: una falla en frente del arco, una mala decisión en defensa, una lesión, una suspensión… todo eso cambia la ecuación. Y eso se notó en los resultados de esta copa.
Me tocó soportar burlas, denuestos e incomprensión por tanta defensa. ¡Bienvenidos sean! Sé que ser el abogado del diablo tiene un riesgo muy grande, sobre todo si las cosas no salen como se desean. Quería que llegaras al quinto partido, o hasta más arriba, para que esas voces que critican sin sentido sean silenciadas. No salió. Me toca estar con la satisfacción de que hice lo correcto. Venga la gente que dice “te lo dije”.
Ahora que llega el corte de caja, llega el autorreflexión, llega la retroalimentación. Todos cometemos errores, el futbol está lleno de ellos. Toca ver qué se hizo bien, qué se puede cambiar. No es solamente tú, también somos nosotros. Ni somos los mejores cuando ganamos, ni somos los peores cuando perdemos. Tenemos muchas cosas que cambiar como afición si queremos también una selección que dé el paso de ser meramente competitiva y llegue a un nivel de élite. Somos tóxicos y tenemos que tener autocrítica. Necesitamos madurar si queremos pedir un equipo maduro.
Creo que tu legado será el detonar la transición entre la visceralidad y la ecuanimidad. No quiero despedirme sin desearte buena suerte, Tata. Sé que lo harás excelente en tu siguiente etapa. Al final, mañana es otro día y el sol seguirá saliendo.
Quiero agradecerte el tiempo invertido. ¡Que te vaya bonito!
Sinceramente,
Sebastián Alarcón