Greta Espinoza Casas practicó gimnasia, natación y ballet. Su madre le dio a elegir un deporte y no dudó: futbol. A sus siete años se arrepintió de ir a su primer entrenamiento; lloró. Pero el coach la llevó de la mano y desde entonces no se separa de las canchas.
La defensa de Tigres inició en un equipo de niños, como muchas de las futbolista. Por eso cuando le dijo a su madre que quería practicar balompié invitó a una de sus amigas de la primaria: “No quería ir a entrenar con los niños”, dijo Espinoza en entrevista para OnceDiario. Su compañera no llegó.
Greta Espinoza comienza a destacar
De las canchas de futbol rápido pasó a las del tradicional once. También cambió el juego varonil por el femenil y de ahí despegó a competencias nacionales. A sus 16 años ya vestía la playera tricolor.
Su talento en la defensa la llevó a la convocatoria para los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014. Las mexicanas pasaron a la final. Con goles de Charlyn Corral y Maribel Domínguez derrotaron a Colombia 2-0. Por primera vez con México, Greta fue de oro en el Luis Pirata Fuente.
Sin la creación de una liga femenil profesional en México, la nacida en Tijuana, Baja California, tuvo su preparación en Estados Unidos. Uno de sus amigos le contó acerca de las becas deportivas del Arizona Western College. No dudó y cruzó la frontera.
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La Asociación Nacional de Entrenadores de América la reconoció en 2015 como una de las mejores 22 futbolistas universitarias del país de las barras y las estrellas en el Arizona Western College. Aunque después pasó a Oregon State en donde estudió Administración de Empresas.
Sobresalió como líder de la defensa. Logró la mayor cantidad de minutos en el campo: mil 833. Era 2016 y Greta quería conquistar tiempo en otras canchas. Nostálgica al español, llegó al Levante U.D en 2017.
En cuanto se enteró de la posibilidad de ir al viejo continente habló con su familia. Aún tenía siete materias en el colegio. “La escuela no se mueve pero te tienes que llevar esas clases para España”, le dijeron en casa.
Se fue sin maletas, no le dio tiempo de documentarlas. En el Levante la esperaba Charlyn Corral. La “niña de oro” era uno de sus ejemplos a seguir y la ayudó para su acoplamiento.
Duró un año bajo el cobijo del Estadio Ciudad de Valencia. Greta volvió cerca de casa con la idea de impulsar el deporte en su país con el equipo campeón: Tigres femenil.
Greta Espinoza, universitaria
A Greta Espinoza le gusta la competitividad y llegó al lugar indicado: Tigres Femenil. Debutó contra Santos Laguna en agosto de 2018, una temporada después de que las universitarias ganaran la copa tras vencer a Monterrey en penales.
Desde entonces es parte indiscutible del cuadro de la Universidad Autónoma de Nuevo León. En tres temporadas suma cuatro mil 68 minutos jugados y puede presumir siete anotaciones, una en su propia portería; además de ocho tarjetas amarillas.
En Tigres Femenil aprende de los aciertos y errores en las interescuadras; es el equipo con mayor número de campeonatos en la historia del torneo y están en busca de un bicampeonato.
Como indiscutible titular, despeja los balones de peligro, encara a las rivales o crea jugadas en compañía de las demás defensas: Karen Luna, Selene Cortés o Paulina Solís; dependiendo de la decisión en la alineación del director técnico, Roberto Medina.
En Tigres coincidió con Cristina Ferral, la conoció en la selección mexicana y es una de sus mejores amigas. Tienen similitudes: aman el futbol y el orden; aspecto que la tijuanense lleva al terreno de juego.
A sus 24 años la futbolista piensa en tener continuidad con las felinas. Aunque si le dieran a elegir otro equipo pensaría en un futuro en Italia.
No importa en donde esté, su familia la sigue de cerca. Hizo feliz a su padre al elegir el balompié porque practicaba el deporte más popular del mundo. Su mamá y hermana se adaptaron. No les gustaba, pero ahora, como Greta, no se pierden ni un minuto de juego.
Por Nayeli Valencia / @nayevalencia_a