Todo equipo verdaderamente grande necesita un artista que lo represente, que eleve los valores y los signos de la institución a través de sus creaciones. Tal es el caso de la relación entre el Futbol Club Barcelona y el pintor catalán, Joan Miró. Un amor mutuo, fraterno, rememorado en un simple cartel conmemorativo en el año de 1974.
Después de conquistar la liga en la temporada 59-60, el Barcelona llevaba 14 años estancado en una dura sequía. Claro, había ganado la Copa del Rey, pero no tenía –ni tiene actualmente– la misma implicación, el mismo sabor que la liga.
La afición comenzaba a impacientarse. Un tal Marinus Jacobus Hendricus Michels había llegado a la dirección técnica de la escuadra en 1971 y el futbol total daría sus frutos con el fichaje del año, Johan Cruyff.
Rinus Michels y Johan –que había rechazado una oferta previa del Real Madrid– le darían un nuevo giro al futbol español conquistando la temporada 73-74 de manera abrumadora, ganándole un partido al eterno rival en el Bernabéu cinco goles a cero, triunfo que permanece en los anales de la histórica rivalidad.
Un equipo lleno de figuras como Sadurní, Rifé, Torres, Costas, De la Cruz, Rexach, Asensi, Cruyff, Sotil y Marcial puso de nuevo en alto el nombre del Barcelona. La felicidad había regresado al Camp Nou y los festejos por el 75° aniversario no podían ser menores.
Y fue un simple cartel lleno de significado. Una composición con el escudo del equipo y la palabra Barça escrita a mano por el artista. Se imprimieron 50 mil ejemplares y la alianza fue sellada. El pintor, escultor, grabador y ceramista, Joan Miró i Ferrà, uno de los máximos representantes del surrealismo y del arte contemporáneo, cerró su corazón con la ciudad de Barcelona y con uno de los símbolos más importantes: el equipo culé.
Una vez visto el cartel, se intuye que para Joan Miró no implicó dificultad alguna y que probablemente no tardó mucho en realizarlo. Lo que sí es digno de admirar es que, incluso en un cartel conmemorativo, los rasgos característicos de la pintura de Joan se manifiestan claramente:
Su infantilismo pictórico, su preferencia por los temas oníricos y la destrucción de cualquier forma tradicional de pintar mediante los trazos llenos de color y de alegría.
Un pintor que nunca se adhirió del todo a ninguna escuela, que incluso se peleó abiertamente con André Breton, con dadaístas y cubistas. Un artista original y auténtico que es de Barcelona y para Barcelona, un genio que demostró, en un simple cartel, que el Barça, aunque no tuviera ni un solo título y jugara en tercera división, es mucho más que un club de futbol.
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Por: Diego Andrade/@diego_a72