Las consecuencias de los conflictos bélicos varían según la proporción del mismo. Ciudades destruidas y descenso en la población, son algunas de las más recurrentes. Pero, ¿qué sucede cuando te ves obligado a dejar tu país? Esa fue la disyuntiva a la que miles de españoles se enfrentaron en el siglo XX.
En el marco de la Guerra Civil Española y con la disolución de la República Española, se consumó el ascenso al poder de Francisco Franco, iniciando así el éxodo de miles de españoles.
Francia y Rusia fueron algunos de los destinos de los refugiados, a los que se sumó México, nación que bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, mantuvo firme su apoyo hacia los españoles que decidieran trasladarse a tierras aztecas. Hecho que afianzaría las relaciones entre ibéricos y mexicanos.
Veracruz se convirtió en el punto al que arribaron los refugiados o, mejor dicho, los transterrados, termino que el filósofo, José Gaos, utilizó para definir al proceso de adopción-adaptación a lo mexicano. Hay que destacar que la población mexicana recibió con agrado a los niños, académicos y deportistas españoles, quienes en su mayoría se trasladaron a la Ciudad de México.
Dentro del sinfín de españoles que entraron al país se encontraba Joaquín Urquiaga Legarburu, futbolista que siguió a sus compatriotas rumbo a la capital del país con la intención de continuar con su pasión, el futbol. El vasco era originario de Zozorra, región ubicada en Bilbao. Debutó en la portería del Betis Balompié en 1932, escuadra con la que se convirtió en el titular indiscutible del arco verdiblanco.
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En la temporada 1934/35, Urquiaga fue el arquero menos goleado de la liga. Tan sólo 19 veces pudieron vulnerar su arco. Sus destacadas actuaciones fueron factor para gestar la temporada histórica de Betis Balompié, ya que fue el torneo en el que la institución deportiva obtuvo su primera estrella.
Por desgracia, ese sería el único campeonato que ganaría en su país natal, pues tras su salida hacia tierras mexicanas no regresaría a su patria. Joaquín Urquiaga se instaló en la ciudad y continuó jugando. Ahora lo haría para Asturias, tal vez como parte de su proceso de adaptación, el arquero eligió a un club con tradición española en México para iniciar su andar en el futbol mexicano.
Lo cierto es que una vez adaptado, Joaquín Urquiaga decidió regresar al punto donde llegó. CD Veracruz se convirtió en su nuevo equipo, donde fue conocido por la afición como el Chavo gordo—se cuenta que al momento de su retiro pesaba más de 100 kilos—. Algo que caracterizó al arquero, además de su calidad bajo los tres palos, fue su complexión robusta. Sin embargo, eso poco importó pues su calidad en el terreno era comparable a la proporción de su cuerpo.
Con el club se convirtió en referente, y tal como sucedió en su país, Joaquín Urquiaga fue pieza fundamental para la obtención del primer campeonato de Veracruz. Una vez concluida su gesta heroica y tras tres temporadas con el club escualo, el jugador de origen vasco se retiró a los 38 años.
Tras su retiro se convirtió en entrenador, donde también entregó buenos dividendo. Un Torneo de Copa en Veracruz, una Liga y una Supercopa con Tampico. Alejado de la canchas unos dicen que falleció en Bilbao, otros que en la Ciudad de México, en realidad eso poco importa para alguien que perteneció y triunfó en ambas naciones. Joaquín Urquiaga, el español que se convirtió en el guardián del puerto.
Por José Macuil García