El futbol mexicano tiene leyendas de todo tipo, goleadores, guardametas, defensas, directores técnicos… todos siendo una pieza fundamental del balompié nacional. A ellas y ellos los caracterizó la pasión y la entrega del día a día. Es precisamente una de esas figuras a la que veremos hoy: Joel Huiqui.
Joel Huiqui comenzó desde lo más humilde. En los Mochis, Sinaloa, tenía una vida muy rutinaria, siempre rodeada por el campo. Su vida se resumía en cortar cañas, darle mantenimiento a los camiones de su papá, robar mangos a sus vecinos y, por supuesto, jugar futbol. Era una vida muy sencilla. Nunca tuvo grandes lujos, es más, ni siquiera los pedía. Huiqui sabía que su familia tenía recursos limitados, pero lo poco que se tenía era para la familia; todo para los ocho hermanos. Un balón era suficiente para él, un balón era lo que necesitaba para ser feliz.
Gracias a esos pequeños detalles de su familia, Joel encontró la manera de salir de Sinaloa. Él quería otras cosas. Siempre vió lo que el alcohol y la noche eran capaces de hacerle a la gente. Su familia lograba salir adelante, pero Huiqui sabía que, si quería evitar cualquier tentación, la manera era escapar.
Con un poco de incredulidad familiar y com el sueño en la maleta, Joel emprendió el viaje hacia lo desconocido. Visitó Monterrey y la Comarca Lagunera, pero no logró el objetivo. Decepcionado, estuvo cerca de terminar su odisea, pero decidió hacer una parada más, así que emprendió el viaje a la Ciudad de México, hacia la Máquina Cementera de la Cruz Azul.
Fue así que a finales de los años noventa, Joel Huiqui comenzó a demostrar de lo que era capaz. Tenía 14 años, estaba completamente solo en la gran ciudad, con un futuro incierto… ese era el panorama que enfrentaba cada día. Lejos de ser un obstáculo, lo tomó de la mejor manera y trabajó diariamente para sobresalir, para ser alguien importante.
Sin embargo su camino en Primera División tuvo que comenzar en otro lado. Después de un torneo internacional con las fuerzas básicas, Joel Huiqui fue visualizado por Pachuca, equipo que lo llamó y le dió la gran oportunidad de presentarse en el máximo circuito. El ‘Rey Midas’, Víctor Manuel Vucetich, creyó en él, y con tan solo un par de jornadas disputadas Joel Huiqui se presentó en la Liga Mx. La confianza fue correspondida, ya que durante el certamen fue ganándose el puesto de titular. En apenas su primer torneo pudo ganar el campeonato.
Su valor y talento fue extrañado en la Noria, por lo que un año después de su partida regresó a los celestes. Ahí pasó por años de sequía de títulos; a pesar de entender que ganar partidos no era suficiente, que lo importante era dar la vuelta olímpica, nunca pudo corresponder.
Llegó a cinco finales en la liga, las cinco las perdió. Tres fueron en la liga local ante Santos, Toluca y Monterrey; dos más fueron en la Liga de Campeones de la CONCACAF ante Atlante y Pachuca. Cinco equipos diferentes, cinco oportunidades, y en ninguna Joel Huiqui pudo adjudicarse una corona.
Esto pudo hacerlo pasar como un jugador intrascendente, uno más en la larga fila de personas que no pudieron con la maldición celeste. A pesar de su esfuerzo, desempeño y lealtad incondicional al club, Joel no podía pasar a más.
Luego llegó la vuelta de las semifinales del Apertura 2009. Cruz Azul y Monarcas estaban igualados, pero los celestes tenían que trascender en su casa. A los 16 minutos la Monarquía cobró un tiro libre al área del local, después de un remate de Romero atajado por José de Jesús Corona, el balón quedó vivo y Joel, con tal de evitar el gol, golpeó el esférico con la mano, para después hacerse el desentendido.
El árbitro no se dió cuenta de lo sucedido, se limitó a marcar un amontonamiento, y el juego lo reanudó la Máquina. Propios y extraños se sorprendieron con lo sucedido en la cancha del Estadio Azul. Años después, y con la ayuda de las redes sociales, la jugada fue bautizada como “la muertinha”, y entre bromas se le llegó a dar el apodo de ‘Huiquidios’ a Joel.
Pero el tiempo pasó, los títulos nunca llegaron y el momento de cambiar de aires era inevitable. Curiosamente su camino continuó en Morelia, equipo donde logró coronarse con la Copa México en el 2013 y la Supercopa un año más tarde.
Joel era sinónimo de garantía en su club. Peleaba absolutamente todo, era entregado, aguerrido, apasionado. Todo ese esfuerzo fue recompensado con un nuevo llamado a la selección nacional. Ya había vestido la armadura nacional en 2005, pero ahora tenía que ganar la Copa Oro. Para esa ocasión, México sólo convocó a futbolistas de la Liga Mx, ya que los que jugaban en el extranjero acaban de disputar la Copa Confederaciones. Joel estuvo en la lista final y, de hecho, recibió la capitanía del equipo.
El reto estaba claro, había que ganar sí o sí. México tenía la oportunidad de conseguir el tricampeonato de la Copa Oro, por lo que los dirigidos por José Manuel de la Torre cargaban con una gran responsabilidad. Desgraciadamente no pudieron conseguir el objetivo. Con un nivel por debajo de lo esperado, el conjunto nacional apenas caminaba con seguridad. Finalmente fue eliminado por Panamá, rival que ya los había superado en el debut del torneo.
Pero los años pasan, el nivel comienza a bajar y la edad comienza a pesar. Joel lo sabía y por ende inició el que sería su último viaje. Estados Unidos fue la tierra elegida, Las Vegas Lights fue el equipo que confió en él, en su trayectoria, en lo que podía ofrecer.
Pero las cosas ya no eran las mismas. El corazón y la pasión estaban ahí, pero el nivel del balompié actual ya lo sobrepasaba. En abril del 2019, a través de su canal ‘Huiquipedia’, Joel lanzó un vídeo en sus redes sociales, donde él ocupaba el protagonismo.
La vida dentro de las canchas se terminó, pero el camino como director técnico apenas comienza. Primero en las fuerzas básicas de Cruz Azul, equipo que le abrió las puertas en cuanto su carrera profesional finalizó, pero actualmente se encuentra en la tercera división con los Bravos de Ciudad Juárez.
No hay que confundirnos, Huiqui es más que las bromas, es un ejemplo de trabajo y dedicación. Una muestra de cómo un buen jugador puede venir de cualquier lado y que, con amor, dedicación y pasión, puedes ser recordado por todo un país.
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Por: Miguel Bustamante