El futbol de hoy es una máquina que camina sin freno y a una velocidad apabullante. Está engrasada y se acelera, busca nuevos mecanismos para acelerar su crecimiento. Han pasado varios años desde que los primeros jugadores fueron comprados, y la estructura se ha perfeccionado hasta comprar pequeños niños que destacan desde muy jóvenes. La historia de Lionel Messi con el Barcelona es un ejemplo de lo que los grandes clubes no quieren dejar ir. Sin embargo, hubo otra época, en la que el mundo del balompié no fue tan voraz. Y no se mal entienda, no existe en esta afirmación un juicio de valor. Las grandes ventajas del pasado van de la mano de los vicios de su tiempo.
José Eusebio Soriano de agrónomo a futbolista
La historia del peruano José Eusebio Soriano pertenece a esta etapa del deporte, donde el juego caminaba de la mano de las personas normales. Antes del arquero de época, era un trabajador agrónomo que se especializaba en el azúcar, mientras que en sus ratos libres los dedicaba a jugar basketball, sin embargo sus compañeros quisieron sacar provecho de su gran estatura y lo llevaron al campo de los Diablos Rojos, en su natal Chiclayo, ubicándolo bajo los tres palos.
Para 1941, jugó un partido amistoso con el Independiente de Avellaneda, que se encontraba de gira por Perú. Ahí trabó amistad con varios de los integrantes de aquel equipo, pero particularmente con su colega portero Fernando Bello, quien le contaría de las dificultades laborales que padecían los futbolistas argentinos en aquel momento. Aunque quizá en ese momento Soriano no sospechaba la importancia de esa conversación, ésta fue el primer antecedente de una de las aportaciones más valiosas que haría al futbol.
Para 1942, y a pesar de no haber jugado nunca en un equipo profesional, fue convocado para jugar con su selección el Sudamericano de Montevideo. Ahí dio grandes actuaciones que le valieron ofertas de distintos clubes argentinos. Aunque en un inicio decidió desechar estos ofrecimientos, terminó por pedir una licencia en su trabajo, con la idea de vivir la experiencia del futbol profesional por un año, para luego retornar a Perú.
Su salto a Argentina
Lo que José Eusebio Soriano no previó, fue que luego de pasar un tiempo en Banfield, terminaría por enamorarse de la experiencia profesional y prolongaría su estancia en Argentina. Saldría de este club dos años después, gracias a un divertido accidente: “Antonio Liberti (presidente de River) le preguntó a Florencio Sola (homólogo de Banfield) cuánto valía mi pase. Le respondió 100.000 pesos como para sacárselo de encima. Al otro día llegó Liberti con el dinero. Yo sólo puse la condición de no tener que enfrentar a mi ex club”.
También podría interesarte: Lev Yashin: el hockey como aprendizaje
Ya en este club, Soriano se convertiría en una leyenda, afianzándose como capitán de un cuadro plagado de estrellas. Su estancia en el club millonario fue tan breve como legendaria: 71 partidos que tendrían como obra cumbre el campeonato del 45. Este fue quizá su momento más álgido dentro de los campos. Irónicamente, su mayor aporte al balompié lo generó al otro lado de la línea de cal.
En 1946 realizó una reunión en el 343 de la Calle Brasil, en el piso ocho. A ella invitó a todos los capitanes de los equipos tanto de la Primera como de la Segunda división de Argentina. ¿La intención? Formar un gremio de futbolistas cuyas primeras demandas serían sueldo mínimo y pase libre. El éxito de esta organización estuvo vinculado de alguna manera, a la buena relación que el arquero tenía con Perón y Evita.
Más allá de las canchas
Ese mismo año abandonó River Plate en medio de tensiones debido a que el equipo afirmaba que tenía derecho de ampliar su contrato por cinco años más con el mismo sueldo. Su nuevo destino fue el Atlanta, equipo con el que terminaría por descender. Luego de este suceso se retiró definitivamente del futbol profesional. Dentro de los campos se convirtió en un antecedente de los arqueros que se alejaban de los tres palos, siendo un portero con mucha salida para su época. Pero también fuera de la canchas trascendió, siendo uno de los primeros en pelear por los derechos de los futbolistas en Latinoamérica. Un año después de su retiro (en el 47), estallaría la célebre huelga de los futbolistas.
Son muchos los que afirman que la imagen que mejor representa al arquero fue la de quitarse la gorra cuando iba a dialogar con el árbitro. Un caballero que respetaba a la autoridad, al mismo tiempo que se organizaba para defender los derechos de sus camaradas. Sin lugar a dudas, José Eusebio Soriano fue un portero ante el que hay que quitarse el sombrero.
Por: Alberto Roman / @AlbertoRomanGar