Just Fontaine nace en Marrakech y alrededor de él giran palabras en francés; el máximo goleador en un Mundial despierta bajo el signo del siglo XX. Nadie ha vuelto a realizar la hazaña de anotar 13 goles en un solo certamen. Pero es 1933, afuera llueven los idiomas. Entre los comerciantes, se habla árabe y berebere, el tarifit y el tashelhit, se mezclan continuamente con el tamazight. Cada palabra es un mundo matizado, bajo el acento del Magreb. En los cafés de la ciudad, el español fluye entre la haketía y el sefardí. El color del recuerdo anuncia el futuro.
Ahora estamos en diciembre de 1957 y Fontaine comienza a recuperarse de una operación en la rodilla. El Mundial de Suecia está a la vuelta de la esquina. Just volverá a las canchas en febrero del 58. El invierno le ayudará a recuperar ese viejo toque con el balón, aquel primer amor marroquí. No por nada a su paso por el USM Casablanca y dejó la impresionante cifra de 294 goles en 127 partidos. Ya en Niza jugará por el Stade Reims. Allí el rizoma comienza a emerger.
Pero regresemos al Mundial de Suecia, donde Fontaine llegará gracias a la lesión de René Bilard. Tenía pocos partidos con el combinado francés; era un rey descalzo. Sin embargo, en la cancha se levantaría de la tierra con el combinado galo. Adiós a la vieja lesión, contra Paraguay en el primer partido de Les Bleus, anotaría 3 veces. Los botines que le había prestado Stéphane Brue funcionaban. En una goliza que escaló hasta 7-3, la magia de Just era plena. De ahí, le clavaría a Yugoslavia dos dianas, pese a la derrota de 3-2. Para cerrar con Escocia, sumando un gol más. El total hasta ahora era de 6 tantos.
Ya en cuartos de final, en el partido contra Irlanda del Norte. Fontaine celebraría dos goles en una victoria que se dispararía hasta 4-0. Frente a las semifinales, el goleador sonreía. Pero nadie había previsto el poderío de Brasil. Al final del partido, Francia sufría bajo un 5-2. Just anotaría una sola vez. El tercer lugar comenzaba a vislumbrarse, pero antes estaba la República Federal de Alemania.
En un partido increíble y fantástico, cuando la tarde comenzaba a pintar el escenario, Fontaine se coronó. Articulándose con el combinado francés, parecía que su juego se desdibujaba en el tiempo de la vida. Era pura vitalidad, pura conciencia de futbol viajando a la velocidad de un pase. Con 4 goles lograba la hazaña, la noche comenzaba a nacer y la profecía del Magreb se cumplía. Jamás nadie volvería a lograr lo que Just, sería su primer y último mundial.
Hoy en día, el récord sigue vigente. Con los años vendrían otros: Michel Platini, Zidane, Pogba. Pero nadie jamás olvidará al muchacho marroquí que soñaba con balones de futbol. Mientras era cargado por sus compañeros, al final de un partido por el tercer lugar en Suecia 1958. Hoy, 64 años después, nos despedimos de él con la promesa de que nunca lo vamos a olvidar.