La leyenda del Trinche Carlovich del más grande jugador de Rosario -la ciudad más devota de Argentina al futbol y por extensión, de las más importantes del mundo para el deporte-, es casi un mito fantasma que sólo se cuenta por los habitantes locales. Muchos han buscado vestigios y pruebas de lo que se sabe en las calles rosarinas y que se expande en un murmullo, sediento de la verdad, por toda Argentina. El Informe Robinson, en una investigación acerca del mítico jugador que era mejor que el mismo Maradona, hizo una visita al periódico El Gráfico, pero no hay más que algunas fotos en un insignificante sobre… la historia del más grande sólo le pertenece a quienes pudieron ser testigos de la gambeta que jamás ha sido superada, unos hablan del doble túnel como sello y firma del jugador y también se cuenta de un récord de alrededor de diez minutos con el balón en su posesión, pero… ¿Cómo es posible que no haya ningún documento que capturó estas hazañas y fantasías?
Tomás Felipe Carlovich, fue un jugador de potrero (de llano, como lo conocemos en México), ahí nació y ahí es donde perteneció toda su vida como jugador de futbol. Jugó para Rosario Central en los setenta en la Segunda División donde maravilló y enamoró con su juego a toda la ciudad.
Juan Carlos Montes, ex entrenador de Newell’s, lo recuerda como un jugador lírico por la belleza de sus jugadas y de esos jugadores que ya no hay. El actual técnico de la Selección Colombiana, José Pekerman, iba a ver a jugar al Trinche -como se le apodaba a Carlovich- siempre que podía, y lo considera uno de los mejores jugadores argentinos de la historia. El técnico campeón del mundo, César Luis Menotti y otros cuantos afortunados testigos de su futbol, analizan su estilo, con una forma de cubrir el balón parecida a la de Juan Román Riquelme pero mucho más hábil, otros cuantos aficionados no coinciden y creen que no hay nadie con quien se pueda comparar a Carlovich. Lo que es seguro para todos lo que opinan, es que él tenía todas las características del juego rosarino: gambeta exquisita, balón pegado al pie en la conducción, y la capacidad para quedarse con la pelota hasta que quisiera soltarla, mandar un pase preciso o definir un gol.
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Cuando Rosario Central ascendió a Primera División, las cosas fueron muy diferentes para El Trinche. El futbol transitaba hacia la profesionalización. Los entrenadores estudiaban formaciones y llegaron los preparadores físicos a revolucionar el juego. Mario Killer, compañero suyo en la defensa, opina: Él no quería jugar en Primera. Antes del debut del equipo en la máxima categoría, en el encabezado de un periódico local se leía Revolución Ignomirielliana en Rosario Central.
Quienes formaban parte de aquel plantel, dicen que una de las características de Ignomiriello, el entrenador contratado por Rosario Central, era la disciplina en todos sus jugadores, misma característica que no iba con Carlovich. Hay distintas versiones: que le gustaba la fiesta, que no podía levantarse a las ocho de la mañana para asistir a los entrenamientos, y otras dicen que no se llevaba con el entrenador. Alfredo Obberti y otros exjugadores contemporáneos del Trinche cuentan que había veces que tenían que esperar a que llegara a los entrenamientos para empezar y es bien sabido que pescaba mucho.
Le gustaba más pescar, que jugar al fútbol, y le gustaba más jugar al fútbol que ser profesional
Eso es lo que cuenta Menotti. De Rosario Central pasó al Córdoba CF, otra vez a la Segunda División, donde la entrada al estadio tenía un precio más alto si jugaba El Trinche Carlovich y la gente pagaba e iba al estadio a verlo. Su nombre se convertía en leyenda urbana porque en esa época los medios no cubrían la Segunda División.
Antes del Mundial del 74, la Selección Argentina se iría de gira y su partido de despedida antes de recibir la máxima competición en el deporte, sería contra una Selección conformada por rosarinos, cinco jugadores de Rosario Central, cinco de Newell’s y como único invitado aparte, el legendario Trinche. Osado, Carlovich, demostró que sus sobresalientes habilidades y su mágica gambeta no sólo eran espectáculo ante los jugadores de la Segunda División. Esa noche tuvo uno de los mejores partidos de su vida y le dio un baile al conjunto que disputaría la Copa del Mundo. En el primer tiempo la Selección rosarina ya ganaba por tres a cero el encuentro. Y muchos dicen que se pidió que sacaran a Carlovich para el segundo tiempo. El resultado final fue 3-1.
Desde entonces la leyenda cobró vida y despertó la atención de toda Argentina, para que creciera el rumor de las jugadas de cuento e indescriptibles movimientos del jugador fantasma, que sólo existía para quienes lo veían jugar. Y el mito se expandió a partir de ahí hasta llegar a todos los que contemos la leyenda de Tomás Felipe El Trinche Carlovich.
Por Diego García Mondragón