Durante la época de finales de los 60 y 70, Italia se encontraba sumergida bajo el yugo de un caos guiado por las diferencias ideológicas en temas políticos y creencias religiosas. Los periódicos se entintaban con actos violentos que llenaban día a días sus páginas, así como la vida de los italianos. Y tal y como se pronunciase Juan Villoro acerca de que el futbol es el reflejo de la sociedad, es que en 1974 la Società Sportiva Lazio logra llamar la atención del orbe futbolístico y no precisamente sólo por su manera de jugar.
La escuadra de la capital itálica, se fundó el 9 de enero del año 1900 en el barrio Pratti de Roma, uniéndose a la Federazione Italiana Giuoco Calcio (Federación Italiana de Fútbol, FIGC) en 1912. Para la temporada 1970-71, I Biancazzurri (los blanquiazules) sufrían penosamente su segundo descenso (el primero fue en 1961), pero retornarían a la Serie A en el campeonato de 1972-73, es aquí donde comenzaría la épica del conjunto lazial.
Los Anni di piombo (años de plomo), fue un momento socio-histórico que por siempre marcaría a Italia y, por supuesto, a su futbol, especialmente a La Lazio. Durante esa época, la lluvia de balas oscurecía el día y explosiones interminables hacían pensar que la luz se apoderaba de la noche, grupos de extrema izquierda colisionaban en contra de su contraparte de extrema derecha, cual guerra civil.
El ambiente de pánico comenzó con un atentado a la Banca Nacional de Agricultura en la Piazza Fontana de Milán, esto en el año 1969. Desafortunadamente no fue el único evento similar; es así que inicia la llamada strategia della tensione (estrategia de la tensión), la cual fue implementada por el Estado para culpar a los comunistas, buscando terminar –sin importar las consecuencias— con esta ideología. País atormentado por la clara división política que le comprendía. Por un lado: el Partido Comunista, al otro la Democracia Cristiana y aún más al extremo derecho, el Movimiento Social.
Dos bandos en un solo equipo
La transfiguración de dichas ideologías se vieron encarnadas en los jugadores de la Lazio que, como su país, también encontraron división. El Centro Deportivo Tor di Quinto en Roma, campo amateur que –como hoy día— pertenecía al ejército nacional, de tal forma que contaba con dos vestuarios; escenario ideal no sólo para fungir como el campo de entrenamiento para l biancocelesti (los blancoceleste), sino también para arropar a un equipo fracturado. Ningún miembro de uno de aquellos vestuarios podía entrar al otro, terminó por convertirse en algo sagrado.
Pino Wilson, libero y capitán del equipo, lideraba una de las facciones, declarando abiertamente su ideología comunista. Por el otro lado, Luigi Martini, lateral izquierdo, apoyaba el Movimiento Social Italiano, su ideología se identificaba con la derecha. A estas claras tendencias, se le sumaban otras como el fascismo y socialismo.
Tommaso Maestrelli, hijo de un empleado de ferrocarril, comenzó a dirigir al cuadro capitalino en 1971, año en que aún se encontraban en Serie B, para terminar por ascenderlos en la siguiente temporada. Su segundo año como Técnico dejó claras muestras de su manejo táctico y de vestidor, pues terminaron terceros, tan sólo detrás de la Juventus Football Club que se proclamó campeona y contaba entre sus filas con: Dino Zoff; Sandro Salvadore; Fabio Capello; José Altafini; entre otros. Y del Associazione Calcio Milan que acabó segundo, donde desfilaban: Fabio Cudicini; Giulio Zignoli; Gianni Rivera; Pierino Prati; entre otros.
Maestrelli, rápidamente dejó claro que él era el eje que mediaba los temperamentos y feroces arrebatos de sus jugadores que con el futbol eran –y fueron— capaces de mostrar. Tan peculiar era el equipo al que dirigía, que los juegos que realizaban entre ellos antes del partido terminaban por ser más duros y violentos que los de liga. Su comportamiento dentro y fuera del césped parecía ser guiado por una pasión que desconocía de límites. Nunca pensando en el futuro, sólo en el aquí y ahora.
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Sin embargo, al llegar el fin de semana para enfrentar partidos concernientes a la liga nacional, todo cambiaba. La misma pasión, arrojo, arrebato y fuerza se concentraban en ese instante. Aquéllos que no podían compartir vestuario por no concebir la misma ideología, se unían como equipo. “Uno para todos, todos para uno”, como proclamase Alejandro Dumas a través de D’Artagnan, Athos, Porthos y Aramis.
“El domingo no podían tocar a nadie, porque si alguien tocaba algún jugador nuestro, los otros 10 le saltábamos encima”, es así como Giancarlo Oddi lo expresó en una entrevista ante el periodista español Michael Robinson en 2016.
En la portería Felice Pulici, en la defensa; Antonio Delucca, Luigi Martini, Giancarlo Oddi; en la media, Vincenzo D’Amico, Giancarlo Ceccarelli, Luciano Re Cecconi y en la delantera, Giorgio Chinaglia, eran sólo algunos de los nombres que resonaban estridentemente al unísono del cielo itálico.
Cada uno los jugadores que componían la plantilla del equipo blanquiazul, mostraban terquedad, fuerza, valor, ímpetu, que se sumaban al amor que tenían por el futbol. Esto quedaba demostrado de a poco y paso a paso en cada partido que enfrentaban por la Serie A. No dejando de lado la importancia que evidentemente tenía Maestrelli para mantenerlos a línea, mediando para que la bomba de emociones no estallase, y si tenía que explotar, que dañara al contrario. Esto quedó claro en un partido donde se enfrentaron ante la Associazione Calcio Chievo Verona en el Stadio Olimpico, la Lazio perdía 1-2 al terminar el primer tiempo, lo que significaba que la Juventus podía superarle en la lucha por el liderato del campeonato.
“Acabó el primer tiempo y nosotros íbamos para el vestuario, pero Maestrelli se adelantó, nos paró y dijo que no teníamos vergüenza, deben volver al campo inmediatamente”. Cosa que terminaron por hacer sus jugadores, ni siquiera cambiaron su camiseta o tomaron agua. “Regresamos al campo y nos colocamos en formación, con los brazos cruzados, esperamos un cuarto de hora, parados. Cuando los jugadores del Verona regresaron al campo y vieron que estábamos esperando permanecieron unos minutos mirando”, comentó Lugi Martini a Michael Robinson. En sólo 30 minutos, los locales cambiaron el marcador de 1-2 al 4-2.
Animales
Al haber conseguido el tercer puesto en la temporada anterior, la Lazio obtuvo una plaza para poder competir en la Europa League. De tal manera que los italianos enfrentaron al Ipswich Town Football Club, esto por la segunda ronda del torneo europeo.
El partido de ida terminó 4-0 en casa del conjunto inglés. Los dirigidos por Maestrelli se proponían una remontada que parecía ser inalcanzable. Pero, ya para el primer tiempo en el Stadio Olimpico iban 2-0, lo que les hacía soñar con lo que al inicio parecía imposible. De pronto, un centro por la izquierda que llegó al manchón penal, balón que logró rematar con la derecha Giorgio Chinaglia con una tijera, éste picó y encontró dirección a gol; sin embargo, un defensor del equipo inglés lo detuvo con la mano izquierda. El tiro no logró cruzar la línea, penal claro que no se marcó.
Para la segunda mitad el árbitro sí marcó una falta dentro del área, pero ésta fue en contra de la Lazio. El encuentro concluyó 4-2 a favor de los locales, aunque era obvio que este marcador no alcanzaba para clasificarles. Al final, todo fue un caos y la cólera estalló. Jugadores y aficionados del conjunto capitalino dieron muestras de su inconformidad y comenzaron a arremeter contra los visitantes y árbitros, la policía tuvo que intervenir. Después de esto, la Union des Associations Européennes de Football (Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol, UEFA) determinó suspender un año a la Lazio de toda competencia europea. Durante la conferencia tras concluir el encuentro, el entrenador del Ipswich, Bobby Robson, simplemente dijo: “Estos eran animales”.
Jugadores del viejo oeste
Los jugadores laziales comenzaron de pronto a comprar pistolas. ´Era una competencia para ver quién tenía la mejor pistola. Era una fea costumbre, porque cualquier cosa que pudiese suceder te habría empujado a sacar la pistola´, recuerda Re Cecconi.
En el Hotel Americana, lugar donde se concentraba el equipo antes de cada partido a las afueras de Roma, los futbolistas crearían un campo de tiro, pues alrededor del hotel había mucho territorio libre. A las concentraciones ya debían de ir con su arma como acompañante.
“En algún momento mientras estábamos en la habitación, alguien decía “apaga la luz, no apágala tú, a págala tú ¡Pum! Eran las cosas que nos hacían sentirnos diferentes a los otros equipos”, rememora Martini.
Continuaron con este ritual hasta que un día una bala se incrustó en una habitación de un centro especializado en atender a sordomudos, uno de los chicos que ahí acudían casi muere, pues el proyectil pasó a un costado de su cabeza. Llegó la policía y les obligaron a entregar sus armas. Los jugadores dejaron sus duelos en los hoteles, pero no así las pistolas.
12/05/74
Un domingo de mayo, el equipo que apenas dos años antes se encontraba en Serie B, recibía en casa al Calcio Foggia, en uno de esos capítulos que podrían dar el final soñado a aquéllos que tal vez ni siquiera aún dormido hubiesen podido concebir. Un día en el que sin duda se respiraba de una manera distinta, se vivía y percibía todo como nunca antes. El partido con el que podían hacer historia estaba ante esos jugadores, dependía de ellos el escribir con su juego las palabras correctas.
Un clamor, pasión y amor pintaron de azul celeste su estadio. Más de 80 mil personas –aún hoy día récord— se congregaron en el Olímpico de Roma para poder presenciar lo que es impensado, pero ansiado.
Al minuto 60´, el árbitro marcó penal favorable a Lazio, pues el defensa Francesco Scorsa tocó el balón con la mano derecha al tratar de detener un tiro hecho por Chinaglia, fue el propio delantero quien tomó el balón para poder cobrar. El atacante lazial corrió tres pasos para hacer contacto con su pie derecho y acariciar violentamente la redonda, mientras que el cancerbero Gastone Giacinti se adelantó otros dos en su afán por querer adivinar el tiro. El portero terminó por elegir el lado equivocado de su portería y el tiro de Chinaglia encontraba destino por el lado izquierdo, profanando la red. El estadio rugió al conseguir su primer campeonato.
Un despertar abrupto
Después de lo conseguido en la temporada anterior, la Lazio se planteaba volver a repetir la hazaña. Sin embargo, hubo algo que no permitió que los jugadores volvieran a jugar con el corazón; a su entrenador, guía y hasta padre, Tomasso Maestrelli le diagnosticaron cáncer de hígado, por lo que se vio obligado dejar el equipo para ser hospitalizado.
Aunque eso no detuvo al técnico del todo, pues la clínica en la que se encontraba tenía vista al campo de entrenamiento y con ayuda de un telescopio miraba a sus pupilos El cuadro albiceleste durante la temporada 1975-76 no lograría siquiera colocarse como mejor tercero del campeonato.
Maestrelli retornaría al banquillo para la temporada 1976-77. Aunque esto sería sólo una esperanza que se desvanecería rápidamente. El timonel italiano moriría el 2 de diciembre de 1976. La Lazio había quedado huérfana.
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Después de momento tan difícil y aún sumidos en melancolía, el equipo encontró en su suerte un nuevo lamento. El discurso oficial dice que el jugador Luciano Re Cecconi llegó a una joyería de la ciudad y con las manos en los bolsillos dijo al joyero: ´quietos todos, esto es un asalto´. El dueño del establecimiento estaba de espaldas al jugador, así que simplemente giró y disparó. La familia Re Cecconi y estudiosos del caso no han aceptado la explicación del caso. Con tan sólo 28 años de vida, el centrocampista murió el 18 de enero de 1977. El equipo de las pistolas era tocado de muerte por una de ellas.
Jugadores que se escapaban de las normas establecidas, no sólo de su tiempo, sino de toda época. Las reglas parecían no importarles, simplemente no podían ceñirse a ellas. Equipo especial que tuvo un ascenso espectacular, pero, que también tuvo un desenlace lleno de fatalidad. Futbol que se asemeja a la vida.
Por: Ricardo Olín García / @ricardo_olin